CRÍTICA DE:

'Flamboyant' en el Palacio de Liria: Joana Vasconcelos en el país de sus maravillas

Madrid

El Palacio de Liria rezuma contemporaneidad con la entrada en sus estancias de las monumentales instalaciones de Joana Vasconcelos, la 'exuberante' creadora portuguesa

Entrevista con Joana Vasconcelos

'Flaming Heart', de Vasconcelos, en la Capilla del Palacio de Liria José Ramón Ladra

Desde su apertura al público en 2019, el Palacio de Liria, residencia oficial de los Alba en Madrid y sede de su fundación, ha ido organizando exposiciones temporales que propiciaran el deseo de volver a sus espacios, poniendo en valor sus propios y vastísimos ... fondos, de gran calidad.

Incluso, y en este sentido, ha flirteado con lo contemporáneo (Denise de la Rue) con más o menos acierto. Esto, aunque pueda descolocar a más de uno, dada la naturaleza de la colección de la Casa de Alba, disipa cualquier duda cuando escucha a su portavoz, Álvaro Romero, director de la Fundación, que recuerda que, a lo largo de los siglos, esta aristocrática familia se encargó de actuar como mecenas de los artistas de su época y, por lo mismo, de apoyar a autores 'emergentes' para sus compradores.

Puedo incluso hacer un inciso y contarles que uno de los últimos encargos que se le hizo a Pierre Gonnord, el fotógrafo que representará a ABC Cultural en ARCO, fue el retrato de los duques de Huéscar, hijo y nuera del actual duque de Alba. Este reposa ahora en las dependencias privadas del Palacio. Como ven, la Casa de Alba sigue apostando por el arte de su tiempo.

Y si considerábamos que esta vinculación no había sido, de cara al público, todo lo satisfactoria que debiera, el Palacio de Liria hace las paces por la puerta grande, con un buen golpe sobre la mesa: la exposición 'Flamboyant' de la portuguesa Joana Vasconcelos (París, 1971), posiblemente una de las autoras actuales más interesantes y aclamadas del país vecino.

'Extravagante' sería la traducción del título. Este y adjetivos como los de 'desmesurado', 'kitsch', 'desbordante' u 'opulento' se han usado para definir la labor de Vasconcelos. Hay quien la compara con Jeff Koons (sería su versión femenina), pero ni punto de comparación. Tras el americano hay fuegos artificiales. Tras la portuguesa, reflexión, contexto y el peso de esa historia que la conecta con el Barroco que tanto reivindica. Detrás de la aparente superficialidad de sus obras, su monumentalidad (un cambio de escala que permite otras lecturas) o la descontextualización de sus materiales y sus técnicas (ollas, vasos, plástico, croché...) hay crítica (a la condición de la mujer, al capitalismo...), mucho humor y mucha retranca. A la portuguesa.

Más difícil todavía. De arriba abajo, la pieza 'J'adore Miss Dior'; el 'Solitario' en la entrada del palacio de Liria; y 'Carmen', en la biblioteca José Ramón Ladra

Su propuesta para el Palacio de Liria no es solo un reto para la institución (que apostará por bombazos como este cada tres o cuatro años); también lo es para ella: para la Fundación supone por primera vez que estancias hasta ahora no accesibles al público puedan visitarse (la capilla, el jardín...), así como renunciar a las visitas obligatoriamente en grupos y guiadas. Para Vasconcelos, que ya se ha enfrentado a lugares emblemáticos como la Galería de los Uffizi (para ella, el auténtico máster en esto de ocupar palacios), el Pitti o el de Versalles, es la primera ocasión en la que aborda un edificio de estas características todavía habitado por una familia.

En este sentido, hay que destacar la especial sintonía experimentada con la familia Alba (que ya conocía a la artista), que ha dado carta blanca para las 'okupaciones'. Y eso se nota, por el fluido diálogo entre pasado y presente y la óptima adecuación de las propuestas a cada sala. Hay casos, como el Salón de Baile, en el que los zapatos de 'Marylin' parecieran haber sido realizados para ese escenario. O esa capilla, que se eleva ahora al cielo gracias a los tentáculos del corazón de ganchillo con leds de 'Flaming Heart'.

Hay quien puede echar en falta en la selección algunos 'grandes hits' de Vasconcelos. Ha sido más que nada una cuestión de escalas. Pero les aseguro que ninguna de las 20 grandes instalaciones aquí reunidas, más la treintena de obras (maquetas, prototipos, joyas...) que ocupan las salas de las exposiciones temporales y que sirven para entender cómo trabaja el estudio –bien engrasado– de la portuguesa, sobra.

De sorpresa en sorpresa. De arriba abajo, 'Marylin', enla Sala de Baile: 'Parruchere', junto al retrato de Goya de la Duquesa de Alba; y gran tetera de forja en los jardines, por primera vez abiertos al público J. R. Ladra

Recibe al visitante, en una muestra que se inaugura el día de San Valentín, un solitario gigante compuesto de llantas de automóvil y vasos de whisky. La primera en la frente, pues es una crítica a lo que verdaderamente aman hombres y mujeres de la sociedad capitalista: coches y joyas.

Ya dentro, en el zaguán, 'Vigoroso' y 'Poderoso' son dos leones de cemento recubiertos de ganchillo (también lo estará el piano de cola de la Sala de Música, o las 'Lilaea' y 'Bond Girl' que coquetean con la colección de estatuas grecorromanas de la rotonda a la que el espectador accede por vez primera) custodian el escudo de armas de la familia.

En la biblioteca, otro gran impacto: 'Carmen', un 'chandelier' de pendientes de plástico, respuesta española a 'La Novia', el de tampones higiénicos que la catapultó a la fama en la Bienal de Venecia de 2005. Conversa con la imponente colección de libros y cartas de los Alba, especialmente una en la que Mérimée agradece a la condesa de Teba la inspiración para su libro. Suena de fondo Bizet.

No será el único cruce de tiempos que incardina bien lo contemporáneo en el pasado: en el Salón Estuardo, los perros de 'Jauría' vigilan los trofeos de caza de la familia; la abeja de 'Braganza', que fue símbolo de los Bonaparte, se percibe en el manto de piedra de uno de los bustos de la emperatriz. En el Salón Goya, 'Perruque', que ocupó las estancias de María Antonieta en Versalles, se compone de cabello y madera. Es inevitable fijarse en el pelo de la duquesa pintada por Goya, y asumir, como explica Vasconcelos, que con esos artificios de época la mujer no dejaba de convertirse en un mueble...

Joana Vasconcelos

'Flamboyant'. Palacio de Liria. Madrid. C/ Princesa, 20. Hasta el 31 de julio. Cinco estrellas.

La monumental Valkiria cayendo por el hueco de la escalera –con retazos de telas de Dior, que para eso es el patrocinador principal, y que cede botellas de uno de sus perfumes para el gran lazo del Salón de los Amores de los Dioses ('J'Adore Miss Dior')–; el Corazón (negro, como la leyenda y la moda española de la época) del Salón Español; los azulejos de la pieza más abstracta en el del Gran Duque o la tetera del jardín (un homenaje a otra mujer fuerte, Catalina de Braganza, famosa en su época por las dos bebidas 'extrañas' que consumía: el té y el zumo de naranja) detendrán al visitante. También las obras creadas ex profeso para la cita...

Bienvenidos a este País de las Maravillas de Joana Vasconcelos. No les defraudará.

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