CINE / MÚSICA
Fernando Trueba: al rescate del genio del jazz que la dictadura argentina hizo desaparecer
Durante veinte años, el oscarizado cineasta ha investigado el secuestro y asesinato del pianista brasileño Tenorio Junior durante el golpe de Estado de Videla de 1976, que ahora cuenta en un documental de animación dirigido con el dibujante Javier Mariscal
Caetano Veloso: «Para la dictadura mi música era como las armas que usaba la guerrilla»
![Fernando Trueba, durante la entrevista en su casa de Madrid, sobre la desaparición de Tenorio Junior](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/07/19/fernando-trueba-tenorio-junior-R4EKXLzieJVvwiKSn5XoxEJ-1200x840@abc.jpg)
Tenório Júnior salió del hotel Normandie, en el 320 de la calle Rodríguez Peña de Buenos Aires, a las tres de la madrugada. Esa misma noche del 18 de marzo de 1976 había tocado en el Gran Rex acompañando a Vinicius de Moraes. ... En la recepción dejó una nota: «Voy a salir a comer un sándwich y comprar un medicamento. Ya vuelvo». Pero nunca más volvieron a verle. El autor de 'La chica de Ipanema' movió cielo y tierra para encontrar a su pianista: telefoneó a hospitales, comisarías y depósitos de cadáveres, movilizó a todos sus conocidos y acudió a la Embajada de Brasil en busca de alguna pista, pero nada. Jamás apareció. Tenía 34 años.
«¡No te puedes ni imaginar cuánto tiempo he estado obsesionado con Tenório Junior y su desaparición! Casi veinte años de mi vida. No hablaba de otra cosa. Vivía para eso… Estaba colgado de una manera impresionante. Almacené una cantidad de datos tremenda sobre él, más que cualquier otra persona si tenemos en cuenta que su paradero nunca fue investigado ni por la dictadura de Argentina ni por la de Brasil. Conocí tanto a Tenório a través de la información que había recabado para esta película, que llegué a quererle mucho a pesar de no haberle conocido jamás en persona», reconoce Fernando Trueba a ABC Cultural.
El oscarizado director, responsable de títulos clásicos del cine español como 'Belle Époque' o 'La niña de tus ojos', nos recibe en su casa de Madrid. Es la primera entrevista que concede antes del estreno en octubre de 'Dispararon al pianista', el filme de animación que ha realizado con el ilustrador Javier Mariscal y en el que llevaba embarcado desde 2004, en el que cuenta su propia investigación de la misteriosa desaparición de este pianista que, según Ruy Castro, autor del libro de referencia sobre la bossa nova, la música brasileña habría sido diferente si hubiera seguido tocando. «Si tuviera que apostar, yo también diría que Tenório habría cambiado la historia de la música de Brasil... completamente», apunta Trueba, sentado en la amplia y caótica habitación que hace las veces de despacho, repleta de libros desperdigados por todas partes, que se mezclan con las copias originales de los guiones de Billy Wilder, varios premios Grammy y Goya y fotografías con algunos de los músicos y cineastas más importantes del siglo XX.
Por desgracia, Tenório no pudo ni intentarlo. En las horas siguientes a su desaparición, Moraes logró presentar, incluso, un recurso de 'habeas corpus' que garantizaba la protección de los ciudadanos que habían sido arrestados ilegalmente. Sin embargo, no sirvió de nada, porque seis días después se produjo el golpe de estado del general Jorge Videla y el músico tuvo que embarcar hacia Brasil. Nunca más regresó. En esos momentos no sabía que la siniestra 'Operación Cóndor', el plan secreto que aplicaron las dictaduras de seis países sudamericanos para eliminar a sus opositores, se había puesto en marcha cuatro meses antes. El pianista fue una de sus primeras víctimas en Argentina, a pesar de no haber estado nunca implicado en política.
—¿Cómo descubrió a Tenório Junior?
—En 2004, mientras rodaba en Salvador de Bahía 'El milagro de Candeal' [documental sobre la favela del mismo nombre en el que participaron figuras como Carlinhos Brown, Bebo Valdés, Caetano Veloso y Gilberto Gil]. Muchos días me iba a comprar discos como un loco, porque sabía que se estaban reeditando los de aquella época maravillosa de los 60 y los 70 que habían desaparecido, sobre todo los de jazz brasileño. En una tienda que se llamaba Perola Nera, me hice con el álbum 'Os Cobras', que un grupo de amigos muy jóvenes, entre los que estaban Paulo Moura, Raul de Souza y el propio Tenório, grabaron en 1964.
—¿Por qué se fijó en él? Usted ya había escuchado a muchos pianistas de jazz en 2004…
—Brasil tiene una cosa admirable, que la música erudita nunca ha estado separada de la popular. Para los brasileños, Pixinguinha [impulsor del choro tradicional] podía tocar con Leopold Stokowski [director de orquesta británico]. Grandes músicos como Jobim, Moisés Santos o Radamés Gnattali están a mitad de camino entre la música clásica y la popular. Es difícil clasificarlos. Eso me llamó la atención de Tenório, que era muy brasileño, pero conocía muy bien el jazz. Tenía un estilo cercano a Bill Evans y era muy sofisticado, elegante y complejo a la vez. Lo escuché tocar el piano y pensé… ¡Este tío tiene algo! No es que tocara bien, pues eso lo hacían muchos, sino que tenía algo más. Un estilo propio y diferente. Al principio pensé que era João Donato, pero al darle la vuelta al disco vi su nombre por primera vez y quise saber más. Entonces descubrí que había desaparecido y no di crédito. ¿Un brasileño desaparecido en Argentina? Era raro y apenas había información.
'Dispararon al pianista' (novela gráfica)
![Imagen - 'Dispararon al pianista' (novela gráfica)](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/07/19/dispararon-pianista-novela-grafica_20230719172104-U45163678444Vad-224x330@abc.jpg)
- Autores: Javier Mariscal y Fernando Trueba
- Editorial: Salamandra Graphic
- Páginas: 256
- Precio: 39 euros
- Fecha de publicación: 31 de agosto de 2023
Francisco Tenório Cerqueira Júnior, como se llamaba en realidad, tuvo la desgracia de caminar aquella noche por las calles adyacentes al Hotel Normandie y ser confundido con un militante de izquierdas por su pelo largo y su barba. Según reveló diez años después Cláudio Vallejos, ex miembro del servicio secreto de la Armada Argentina, el pianista fue secuestrado y torturado en la ESMA [Escuela de Mecánica de la Armada, que durante la dictadura se convirtió en un centro clandestino de detención y exterminio]. Al darse cuenta del error y el estado en que lo habían dejado, decidieron no liberarlo. Le pegaron un tiro en la cabeza.
Tenório había nacido en Río de Janeiro en 1941 y era uno de los pianistas más prometedores de aquel movimiento que revolucionó la música brasileña, conocido como samba-jazz. Solía tocar en el Beco das Garrafas, en Copacabana, el club al que, según se cuenta en 'Dispararon al pianista', Ella Fitzgerald se escapaba para escucharle tocar tras sus propios conciertos en la ciudad. En 1964 publicó su único elepé en solitario: 'Embalo' (RGE). Su mujer, Carmen, nunca pudo ser considerada viuda legalmente y todavía hoy ignora dónde enterraron a su marido. Hasta 1997, el Estado argentino no reconoció su responsabilidad. Hubo que esperar hasta 2006, cuando Trueba ya llevaba dos años haciendo entrevistas, para que un juez brasileño dictara una sentencia favorable para indemnizar a la familia.
—Al igual que ocurre con la música de Tenório, la película es difícil de clasificar.
—Al principio la describí como un thriller, documental político, animado y musical a la vez. En realidad, no sé sabe muy bien qué es. 'Dispararon al pianista' es todas esas cosas a la vez y la verdad es que eso me gusta mucho.
—Pero, en el fondo, tiene espíritu de documental.
—Yo diría que es un documental al que le he añadido algunos detalles que no sé si se podrían calificar de ficción, porque simplemente me he inventado a un personaje, un periodista americano llamado Jeff, que va investigando la desaparición de Tenório en vez ponerme a mí, que fue quien investigó de verdad. Siempre creo que la ficción es más sensata que esa realidad. En este caso, no me parecía creíble un director de cine español investigando en Brasil a un músico desaparecido hace 35 años. Era raro.
—¿Cuándo comenzó a investigar la desaparición?
—Cuando regresé a España intenté averiguar más cosas, pero no había nada. Entonces vi que en el Festival de San Sebastián se estrenaba un documental sobre Vinicius de Moraes, pero no hablaba de Tenório. Sin embargo, vi que la productora era su hija, Susana de Moraes, y aproveché para entrevistarla sobre el pianista, al que conoció de pequeña por su padre. Al final estuvimos tres días comiendo y bebiendo por la ciudad, hablando de él. Fue la primera entrevista y, después, me ayudó mucho a contactar con los músicos que quería entrevistar. Murió en 2015, pero quise que apareciera en la película.
![Escena de la película de animación en la que puede verse a Tenório Junior tocando en el club Beco das Garrafas](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/07/19/fernando-truba-tenorio-javier-mariscal-U14773746507OGo-624x350@abc.jpg)
—Es decir, al principio iba a ser un documental al uso, no de animación….
—Exacto. De hecho, rodé unas 150 entrevistas en Brasil, Estados Unidos, Francia, España y Argentina. Muchos músicos amigos de Tenório vivían en Los Ángeles, Nueva York y Boston, y hasta tuve que ir a un pueblo perdido de Arizona. Sin embargo, cuando me metí en 'Chico y Rita' con Mariscal, descubrí el lenguaje de la animación y me di cuenta de que era el ideal para esta historia. Y, además, no me gustan los biopics.
—¿Y eso?
—Me echan para atrás y, cuanto más sepa del personaje, peor. Cuando hicieron la película de Picasso, por ejemplo, ni se me ocurrió ir a verla, a pesar de que lo interpretaba el que para mí es uno de los mejores actores del mundo: Anthony Hopkins. No la veo ni aunque la pasen en la tele o esté en una plataforma. ¡No quiero ver a nadie haciendo de Picasso! ¡No lo soporto! Pero con 'Chico y Rita' me di cuenta que si creas un muñeco de Charlie Parker o Thelonious Monk, la gente acepta que son ellos, mientras que si ves a Forest Whitaker haciendo de Parker, no me lo creo ni cinco minutos. La animación me permitía no solo huir de eso, sino lo más importante: ver a Tenório vivo, joven y tocando… Aunque en realidad siempre fue joven, porque no le dejaron envejecer.
—¿Nadie grabó jamás a Tenório en vídeo?
—Debo tener la mayor colección de fotografías de Tenório que existe en el mundo por las donaciones de su familia y sus amigos, pero solo hay diez minutos rodados de él, en blanco y negro. Pertenecen a un programa de TV Cultura, un canal que había en Brasil en la década de 1970. Aparece tocando y hablando un poco entre tema y tema.
—¿Cómo lo encontró?
—En uno de mis viajes a Brasil, contraté a un investigador especializado en la documentación para películas y me consiguió mucho material de la época, además de este vídeo.
—Debió emocionarse al verle tocar por primera vez…
—Sí, pero el verdadero descubrimiento fue una entrevista en Argentina con Vinicius de Moraes, en la que hablaba de la desaparición de Tenório pocos días después de que se hubiera producido. Fue rodada en casa del mismo Vinicius en Buenos Aires, justo el día del golpe de Estado. ¿Qué ocurrió? Pues que quienes hicieron desaparecer a Tenório guardaron la cinta y jamás dejaron que se emitiera. Lo que nunca conseguí averiguar es por qué extrañas razones esa cinta acabó en los almacenes de TV Globo, en Río de Janeiro, sin etiquetar y sin que se indique en ningún sitio lo que había dentro. Cuando la descubrimos y escuchamos a Vinicius hablar de Tenório, nos pusimos a llorar como dos idiotas…
![Tenório Junior, en una imagen poco antes de desaparecer en 1976](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/07/19/tenorinho-jazz-U84258313210itN-624x350@abc.jpeg)
—Toquinho, de 77 años, formaba parte de la banda de Moraes la noche que Tenório desapareció y estaba alojado en el Hotel Normandie. ¿Qué recordaba el guitarrista?
—El miedo que pasaron al llegar a Argentina, puesto que no se imaginaban que el país estuviera tan violento, con bombas y secuestros casi a diario. Meses antes del golpe de Estado, cuando los músicos estaban allí, había ya una especie de guerra encubierta y Toquinho recordaba escuchar las explosiones y los disparos mientras andaba por la calle. Hasta les registraron el hotel. Estaban muy asustados, porque tenían presente el golpe de Estado de Brasil de 1964 aunque no fuera comparable. Sé que un muerto es igual de condenable que un millón, pero… no, no es comparable. En Brasil, que es casi un continente, murieron unas quinientas personas [la última cifra dada de la Comisión Nacional de la Verdad es 431], un crimen tremendo, pero en Argentina, que es mucho más pequeño, desaparecieron 35.000. ¡Es muy fuerte! Tenório fue una de las primeras víctimas.
—¿Cuál fue la reacción de Toquinho cuando le dijo que iba a hacer una película sobre la desaparición del pianista?
—Todos tuvieron una reacción muy positiva. Músicos, amigos y familiares me dijeron: «¡Coño, qué bien que alguien se acuerde de Tenório!». Otros comentaron: «Joder, que hayas tenido que venir tú desde España para hacer esto». Todos estaban agradecidos.
—¿Cómo encontró a su viuda?
—Eso fue muy dramático. Carmen fue la primera persona a la que intenté localizar cuando viajé por primera vez a Río, pero nadie sabía dónde estaba ni tenía su teléfono. El último día antes de regresar, comí con un periodista musical de TV Globo, Antonio Carlos Miguel, y antes de despedirnos, de repente, me suelta que es su prima, que vivía perdida en un pequeño pueblo en el campo y que ni siquiera tenía teléfono. Había que llamar a uno público y, en ocasiones, contestaban los niños que estaban jugando allí y, si era para ella, la avisaban. Lo que ocurre es que, poco antes, yo me había enterado a través de Susana de Moraes que Tenório tenía una aventura con otra mujer llamada Malena, a la que conocí antes que a Carmen. Cuando regresé a España, esta se enteró de la existencia de la amante, de que había un director de cine español haciendo entrevistas para un documental sobre Tenório y que había entrevistado ya a la tal Malena. No fue una buena entrada.
—¿Cómo fue ese encuentro?
—Aunque fue maravillosa conmigo y acabó dándome contactos, cartas y fotografías cuando le expliqué de qué iba el documental, había mucha tristeza en ella. Ten en cuenta que estaba embarazada de ocho meses cuando Tenório desapareció. Iba a ser su quinto hijo y eso te marca para toda la vida. Los hijos me contaron que, durante años, cuando sonaba el timbre de casa, pensaban que papá volvía. Tenía una relación muy especial con ellos, hasta el punto de que, cuando salía de gira, enviaba una postal a cada uno y no una para todos. No eran conscientes de por qué no volvía a casa. Si tu padre muere en un accidente de tráfico o lo asesinan, por muy pequeño que seas, te enteras, pero si tu padre desaparece… ¿qué le dices a un niño? No puedes decirle nada.
En diciembre de 1979, el mismo Videla se refirió a este detalle después de que un periodista argentino se atreviera a preguntarle por ello en una rueda de prensa celebrada en la Casa Rosada, sede del Gobierno argentino. Tras unos segundos de silencio, y con un gesto incómodo, respondió con total impunidad y cierta soberbia: «Frente al desaparecido, en tanto esté como tal, es una incógnita. Si el hombre apareciera, tendría un tratamiento X, y si la aparición se convirtiera en la certeza de su fallecimiento, tendría un tratamiento Z. Pero mientras sea un desaparecido, no puede tener ningún tratamiento especial, es una incógnita, es un desaparecido, no tiene entidad, no está… ni muerto ni vivo… Está desaparecido».
—Es decir, que Carmen y sus hijos nunca pudieron cerrar esa herida…
—No la habían cerrado. Carmen, por razones obvias. Y los hijos… mmmm… es que aquí hay una cosa que no sé si quiero contar… o no sé si debo contarla.
Trueba permanece más de diez segundos en silencio, con la manos entrelazadas sobre la cabeza, muy pensativo, hasta que arranca:
—No, no lo voy a contar. Primero les tendría que pedir permiso a ellos. Es la primera entrevista que hago y tengo la sensación de que esto me va a pasar más veces. Tengo que saber primero las cosas que puedo y no puedo contar [permanece diez segundos más en silencio]. ¡En fin, que la herida no estaba cerrada para mi sorpresa! Cuando les entrevisté habían pasado ya 35 años y yo, inocentemente, pensé que estaría superado, pero estaban todas las heridas ahí y habían marcado las vidas de todos.
—¿En qué percibió que esas heridas seguían abiertas?
—En todo. Ha llorado mucha gente durante las entrevistas. Especialmente, su familia. Es curioso, porque había gente que en mitad de la entrevista se ponía a llorar. Por ejemplo, el batería Robertinho Silva, que estaba hablando sin parar, recordando lo mucho que se reía con Tenório, y, de repente, se echó a llorar a moco tendido. El saxofonista Paulo Moura, cada vez que mencionaba el nombre de Tenório se le caía una lágrima por la mejilla... Joder, es que la gente lo quería mucho.
—¿Y cuál fue el momento más emotivo para usted?
—Ha habido muchas cosas muy fuertes. Por ejemplo, fui a Arizona a buscar al saxofonista Bud Shank, que en los años 50 tuvo un quinteto muy importante con Chet Baker. Cuando lo llamé por teléfono y le expliqué que estaba haciendo un documental con Tenório Junior, me dijo animado: «¡Hombre, sí, Tenorio, un gran pianista!». Accedió encantado a reunirse conmigo y hasta me vino a buscar en un deportivo rojo al aeropuerto de Tucson. Fui yo solo, así que puse la cámara y empecé con las preguntas. A los 20 minutos me di cuenta, por su forma de hablar, que no sabía que Tenório había muerto. ¡Me parecía imposible después de tanto tiempo! Le expliqué que había desaparecido sin dejar rastro al principio de la dictadura y que todo apuntaba a que lo habían asesinado. «¿Pero qué me están contando?», repetía alucinado. Fue muy raro, yo no sabía donde meterme.
—En la película se ve que también visitó la ESMA…
—Así es. Y visitar ese lugar, donde han torturado y matado a tanta gente, hizo que el rodaje tuviera momentos muy duros… y que tampoco puedo contar. No lo digo para ponerte los dientes largos, pero no puedo porque son detalles complicados que implican a mucha gente. No se puede jugar con las vidas de las personas [vuelve a quedarse en silencio, pensativo, hasta que llamo su atención con un gesto]. Perdón, es que me acaba de venir otra cosa… Son tantas que me daría para un libro, pero no puedo.
—¿Visitó algún otro edificio de la dictadura?
—Fui a la antigua sede de la Inteligencia militar argentina, en la Avenida Callao, en Buenos Aires, acompañado de un portavoz de los movimientos sociales argentinos. Solo íbamos a rodar el exterior del edificio, que estaba abandonado, pero, de repente, apareció un tipo con un fusil que nos preguntó muy agresivo: «¿Qué estáis grabando?». Todo eso mientras nos apuntaba. Se lo expliqué e insistió como alterado: «¿Por qué?». Y acabó gritando: «¿No sabe qué era esto?». En ese momento me percaté de que mi acompañante había desaparecido sin que me diera cuenta. Se había escondido, pero tuve un momento de inspiración y me inventé que éramos de Televisión Española. Eso me salvó y no me quitó las cintas ni nada [risas].
—¿Tuvo vetos por parte de la familia de Tenório?
—Solo uno por parte de Carmen, que me dijo que ella me ayudaba en lo que quisiera, pero con la condición de no aparecer. Podía grabar su voz, pero que no se la viera. Cuando el proyecto se convirtió en una película de animación, accedió… ¡Es qué son millones de cosas las que ocurrieron!
—Pues sí que me está poniendo los dientes largos. Tengo unas ganas increíbles de conocer lo que dice que no puede contar.
—Sé lo que dices, pero de verdad que no puedo. Y sé lo que sientes porque esta película nació precisamente de ese vicio de querer saber qué pasó con Tenório. Si algún día esas familias y músicos me dan permiso, te llamaré y te lo contaré sin problema…
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