UNA MIRADA ACADÉMICA

España solo representa el 8 %

La grandeza de la lengua de Cervantes y Borges, de Quevedo y Neruda, de Galdós y Vargas Llosa, es que en ella se expresan, como idioma materno, cerca de 600 millones de hombres y mujeres

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Luis María Anson

Pedro Sáinz Rodríguez, académico de la Real Academia Española, académico de la Historia, consejero privado de Juan III, ministro de Educación, exiliado treinta años en Lisboa, hacía gala del lenguaje rahez, tan bien estudiado en 'España, un enigma histórico' por el inolvidado Claudio Sánchez-Albornoz. ... Salvo cuando había mujeres delante. Entonces se guardaba el rosario de tacos en la faltriquera y solía decir educadamente: «Me revienta con jota que Franquito trate al Príncipe como si fuera un paje».

A muchos les revienta con jota algunas de las decisiones que, sobre ortografía, han tomado la Real Academia Española y las Academias iberoamericanas que rigen nuestra lengua y que trabajan bajo el denominador común de que es el pueblo el que hace el idioma. Tras el Concilio Vaticano II, el Santo Padre decidió erradicar el latín y que la misa se celebrara en las lenguas vernáculas. Me fastidió con jota la decisión pontificia, innecesaria en países como España, Francia o Portugal.

Luego comprendí que el ecumenismo de la Iglesia Católica exigía la relegación del latín. Para los fieles chinos, indonesios, tailandeses, bengalíes o japoneses, la misa en latín no significaba nada y el idioma de Horacio se convertía en una rémora. Acertó, pues, el Sumo Pontífice, supremo hacedor de puentes, al actualizar el alcance litúrgico de la más importante religión del mundo.

Hemos desbordado al francés y, como idioma internacional, ocupamos el segundo lugar

A mí me resultará muy difícil llamar ye a la i griega, escribir truhan sin acento o suprimir la tilde de los demostrativos que hasta ahora la exigían. Pero hay que poner los pies sobre la realidad. España representa solo (sin acento, incluso como adverbio) al 10% de los hispanohablantes. Somos el tercer país de habla española. Nos superan México y Estados Unidos y nos acosan Argentina y Colombia. Y en buena hora. La grandeza de la lengua de Cervantes y Borges, de Quevedo y Neruda, de Galdós y Vargas Llosa, es que en ella se expresan, como idioma materno, cerca de 600 millones de hombres y mujeres.

Hemos desbordado al francés y, como idioma internacional, ocupamos el segundo lugar si bien a larga distancia del inglés, convertido en el latín del siglo XXI y basta para confirmarlo echar una ojeada a internet. Como idioma materno, por cierto, el español ha adelantado a la lengua de Shakespeare y Churchill. El limpia, fija y da esplendor está vigente, pero la clave hoy es mantener y consolidar la unidad del español, ese milagro que constituye el mayor tesoro cultural de los que nos expresamos en la lengua en que hablaba San Juan de la Cruz.

Dámaso Alonso lo vio con claridad e inició una cruzada en Iberoamérica para evitar que el español se fracturara en seis u ocho lenguas romances como ocurrió con el latín: francés, provenzal, italiano, rumano, castellano, catalán, gallego, portugués… Fernando Lázaro Carreter encabezó con éxito la vasta operación de mantener la unidad del idioma, complicada aspiración si tenemos en cuenta que España representa menos del 10% de la lengua de Rubén Darío y Lorca.

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