LIBROS
Una España incompleta en la Feria del Libro de Guadalajara
opinión
Nuestro país ha desplegado una reflexión estanca y desordenada en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2024
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La FIL de Guadalajara no es sólo una feria. Mucho más que la primera de Iberoamérica o la segunda más importante en el mundo después de Fráncfort. Es una nación. En sus predios, la lectura equivale a ciudadanía y la nacionalidad mana de los libros. ... No importa de dónde vengas, en Guadalajara siempre serás lector.
Justo por ese motivo, porque en Jalisco el ‘demos’ es bibliófilo, la participación de España como invitada de honor ha tenido algo de rígido, hipoalergénico y a ratos impermeable. A pesar de encabezar sus eventos principales con nombres de incontestable arraigo en América Latina, así como de la centralidad de Sergio Ramírez y Gioconda Belli, a la España de Guadalajara le faltó algo.
El discurso de los autores españoles pareció algo marciano, distante y profiláctico
En un país histórica, literaria y editorialmente consustancial como México, España mostró pocas ganas de nadar en el océano que forman cinco siglos de historia y ochocientos millones de hablantes. Centrada en temas abstractos y enunciados de singularidades —lo femenino, la ruptura, la escritura como lazo o hecho individual—, España desplegó una reflexión estanca y desordenada.
El enunciado prometió un viaje de ida y vuelta, pero adónde, si parecía anegada en un caldo doméstico. En medio del sistema solar que despliega la FIL durante una semana, tanto en el diseño de las mesas como en su formulación, la proyección del discurso literario de los autores españoles más elocuentes acabó por parecer algo marciano, profiláctico y distante de ese otro volcán en erupción del resto del programa literario.
Inexplicable ausencia
La España representada en la Feria del Libro de Guadalajara estuvo incompleta —en ocasiones amputada—. No es posible detectar aún si por descuido, desconocimiento, pereza o, lo que sería mucho peor, por convicción. En una mesa dedicada al periodismo literario español representada en sus principales cabeceras, la ausencia de ABC Cultural, uno de los dos suplemento de mayor antigüedad y prestigio en la materia en España, resultó inexplicable.
Las impresiones anteriores pueden ser las más vistosas, pero no las más preocupantes. Lo que no estuvo en Guadalajara es también motivo de inquietud. La España que se mostró en esta FIL padecía un desorden lo suficientemente severo como para impedirle emprender un viaje profundo hacia sí misma y hacia el otro. Teniendo dramaturgos como Alberto Conejero —cuyo trabajo con Leonora Carrington además de conmovedor es sobresaliente— o a directores como Ernesto Caballero, que recuperó ‘La sangre de Antígona’ de Bergamín en el Centro Dramático Nacional, o intelectuales que han trabajado globalmente América desde España como Carlos Granés, ¿por qué no contar también con ellos?
La intervención de la ministra de Trabajo y vicepresidenta del Gobierno Yolanda Díaz en el apartado ‘Pensamiento’ o la doble participación de Elizabeth Duval para hablar del cuerpo y la identidad atienden un universo tangencialmente cultural, pero no agotan los asuntos esenciales que España necesita para entenderse a sí misma y a los demás.
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