125 ANIVERSARIO DE LA sGAE
Gracia Querejeta: «Ahora se ven las películas en aviones, en la televisión... O nos adaptamos o morimos»
ENTREVISTA
La cineasta es una de las creadoras reconocidas con la Medalla del 125º aniversario de la SGAE
La SGAE apela al espíritu de 'La Barraca' en su 125 aniversario

Gracia Querejeta (Madrid, 1962), directora de películas como 'Cuando vuelvas a mi lado', 'Siete mesas de billar francés' o '15 años y un día', es una de las galardonadas por la SGAE con las Medallas del 125º Aniversario de la entidad. Le acompañan ... en el reconocimiento Los Chichos, Mayte Martín, Rozalén, Tomatito, Sara Baras, Juan Mayorga, Jorge Guerricaechevarría, Manuel López-Quiroga Clavero, Carmen López, Silvio Rodríguez y, a título póstumo, Joaquín Rodrigo. «Estoy flipada», exclama al otro lado del teléfono la cineasta cuando se le menciona este galardón. «Los premios no son imprescindibles para una carrera, pero vienen muy bien –reconoce–, no tanto para el ego como para el currículum, porque al final uno se sigue teniendo que batir cada vez con lo mismo con premios o sin ellos. Pero es muy bonito que te lo den, y mucho más si viene de compañeros de profesión».
Según la SGAE, 'Una estación de paso', una obra en la que figura como guionista y directora, es el primer trabajo audiovisual que Gracia Querejeta registró en SGAE un 26 de noviembre de 1992. «Sí, pero resulta que yo ya había hecho 'El último viaje de Robert Rylands', mi segunda película, y me llamó Imanol Uribe: 'Gracia, ¿tú por qué no registras tus obras en la SGAE?' Le dije que no sabía por qué y le pregunté qué tenía qué hacer. Y gracias a él empecé a registrar mis trabajos y a recibir un dinero. Pero antes ni se me había ocurrido, soy en general un poco despistada».
—Ha hablado del ego. ¿Los directores lo tienen más escondido que, por ejemplo, los periodistas o los actores?
—Depende de cada uno. No hay un director igual que otro, igual que no hay un actor o un periodista igual que otro. Creo que hay directores con un ego inconmensurable, hay directores con el ego en su sitio, e incluso seguramente hay directores con el ego muy bajo. No es una cuestión de profesión, sino de personalidad.
—¿Y el suyo por dónde anda?
—Creo que no soy una persona soberbia, nunca lo he sido ni creo que lo vaya a ser, independientemente de los premios que me den. Pero sí creo que hay que saber, más o menos, lo que uno vale. Yo no creo que tenga el ego bajo, la verdad... Creo que lo tengo donde debe estar; lo que no dejo es que el ego me domine, es un muy mal consejero.
—Sus películas, en general, cuentan cosas cotidianas de gente cotidiana, ¿es lo que más le interesa contar?
—Me gustan las películas que hablan de personas y de sus circunstancias. Me gusta que el espectador se pueda reconocer, en cierto sentido, con alguno de esos personajes. Me gusta hacer películas cercanas al espectador pero sin concesiones banales. No hace falta que las cosas sean excesivamente fáciles; el espectador de mis películas, normalmente, tiene que esperar diez minutos para empezar a entender de qué va el asunto. No hago concesiones, pero sí me gusta que el espectador siga a los personajes de mis películas y los entienda de una u otra forma.
«Me gusta hacer películas cercanas al espectador pero sin concesiones banales. No hace falta que las cosas sean excesivamente fáciles; el espectador de mis películas, normalmente, tiene que esperar diez minutos para empezar a entender de qué va el asunto»
—El cine se hace para los espectadores...
—El cine es una necesidad porque es una forma narrativa como lo es la literatura, la pintura o cualquier otro tipo de creación. Parte, inicialmente, de una necesidad creativa –o mejor dicho, narrativa, en este caso–, que tiene el autor. Yo necesito contar a través de la pantalla. Y luego intento, o me gustaría, o rezo, para que eso trascienda y se convierta también en una narración para el que ve y escucha la película. La creación es darte a conocer y dar a conocer historias, y esperar que lleguen al público de la manera más directa posible.
—El público es imprescindible...
—Por supuesto. Nadie hace películas ni escribe libros, supongo, para que se queden en su estantería o para que se quede en lo que antes eran latas de película en mi casa. En absoluto. Nosotros creamos con la necesidad y con la esperanza de llegar a los demás y de que nuestras historias interesen a los demás. Eso, creo, pasa en cualquier ámbito de creación. La diferencia está en que contar historias en el cine es muy caro. Y que esa película, ese cortometraje, ese documental, llegue al espectador es todavía más caro. La tecnología nos ayuda porque hoy en día es mucho más barato rodar que cuando se rodaba en 16 o 35 milímetros, Sin embargo, sigue siendo igual de complicado, o más, llegar al espectador.
«Contar historias en el cine es muy caro. Y que esa película, ese cortometraje, ese documental, llegue al espectador es todavía más caro. La tecnología nos ayuda porque hoy en día es mucho más barato rodar que cuando se rodaba en 16 o 35 milímetros»
—¿Por algo en concreto?
—El cine, en principio, está hecho para verse en cine, en las salas. Sabemos que hacemos cine también que se va a ver en televisión, y a mí, particularmente, no es algo que me haya preocupado; mi padre [el productor Elías Querejeta] me adiestró muy bien al respecto. Me decía: 'Hay que empezar a rodar en vídeo porque ese es el futuro. No es el celuloide, no es en lo que estamos rodando hoy en día'. A mi no me ha costado nada ese paso, ni me cuesta pensar que futuros espectadores van a ver las películas incluso en la pantalla de un avión. El mundo está hecho así. Renegar de ello es simplemente renegar de una cantidad de espectadores importantísima que no pueden, o no quieren, ver las películas en la pantalla de una sala cinematográfica, con lo maravilloso que es poder estar a oscuras viendo la película sin que nada te moleste. Pero la vida moderna es así: se ven las películas en aviones, en la televisión... De distintas manera. Y o nos adaptamos o morimos. Y digo adaptarnos desde el punto de vista psicológico también; si uno piensa que sus espectadores van a ver sus películas en la pantalla de un cine, mal va.
—¿Usted es romántica en ese sentido, le gusta siempre ver el cine en pantalla grande?
—Le mentiría si le dijera que siempre veo el cine en pantalla grande. Es absurdo tirarse el rollo. Todos vivimos en un mundo lleno de prisas, lleno de cosas que hacer. Viajamos, nos movemos y evidentemente acabamos viendo en pantallas de televisión o en ordenadores cosas que probablemente se deberían ver bien en salas cinematográficas. Eso nos pasa a todos y es absurdo negarlo.
«Creo que tengo el ego donde debe estar, lo que no dejo es que me domine, es un muy mal consejero»
—¿Y es determinante a la hora de contar historias?
—El tamaño de la pantalla, no. Es determinante la producción de la película o de la serie. Eso sí lo es. No es igual hacer un original de Netflix, por ejemplo –yo vengo de hacer uno en México, donde he estado cinco meses rodando–, que hacer un documental o una serie que luego Netflix, por decir una plataforma, es igual una que otra, te lo compre. No tiene nada que ver, son dos mundos distintos. El que se pueda adaptar a ambos mundos va a tener más posibilidades de trabajo, pero yo entendería que hubiera quien no se adaptara.
—¿Usted se considera una privilegiada?
—Me considero una privilegiada porque he podido siempre vivir de mi profesión y puedo seguir haciéndolo. Me considero una privilegiada porque de cuando en cuando puedo contar mis historias. Me considero también una privilegiada porque puedo contar historias que no son mías pero que ponen en mis manos para que yo les dé mi toque personal. Y me consideraría todavía más privilegiada si tuviera más oportunidades de contar las cosas que yo quiero contar. Pero el mundo es así. Yo empecé a hacer 'Hospital Central' hace muchísimos años; entré en una serie cuando yo no sabía cómo era ese mundo, cuando no existían las plataformas siquiera. Me he tenido que adaptar a los tiempos y he aprendido muchísimo de la televisión; un aprendizaje que he podido aplicar al cine. Estoy súper agradecida y súper feliz. Pero no voy a negar que me gustaría poder contar más a menudo las historias que de verdad me interesan a mí.
—¿Qué puede avanzar de lo que está rodando ahora?
—Es una serie interesantísima, que cuenta la historia real de una narcotraficante española en los primeros 2000, hace 24 o 25 años. Cuenta su periplo hasta convertirse en una narcotraficante muy importante, que por supuesto acabó en la cárcel, aunque hoy en día ya no está allí. Es una historia fascinante; no estamos acostumbrados en España a hablar de mujeres narcotraficantes. No es una historia mía, tiene sus guionistas pero yo la hago mía cada día que voy a rodar. Y después, en agosto, empezaré a rodar una historia que no es tampoco mía, pero que sí es una película que yo he querido hacer. Está basada en una novela de Rosa Montero, 'La buena suerte', y estoy feliz de poder contar esta historia.
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