LA CONDENA DE LA HISTORIA
Entrecruzamientos hispanos
ANÁLISIS
Necesitamos que la Historia de España deje de pensarse a la manera decimonónica, pues habitamos una nación europea primordial, anterior a los nacionalismos románticos, criminales y racistas
La condena de la Historia por Antonio Elorza
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Basta con cruzar el Atlántico para entender que debemos gestionar en nuestro presente un efecto cultural de espejos invertidos, creados por el barroco hispano durante la primera globalización, entre 1580 y 1700. Casi ignorados —o vilipendiados— desde entonces. Si queremos saber quiénes somos, no tenemos ... otro remedio que salir del valle cateto de los nacionalismos peninsulares, tan limpios de sangre, tan «decolonizados» y autoreprimidos, para descubrir que España, las hispanidades europeas, americanas, asiáticas y africanas, fueron, son, historia común y mestizaje global.
Tras la confusión inicial marcada en 1492 por la repentina reconexión de los continentes, sobrevino el breve e innovador experimento imperial de Carlos V en América. Sin embargo, fue la monarquía universal de Felipe II la que definió el modelo y estableció un patrón político e institucional de pactismo sosegado, basado en el impulso al derecho y la educación, con las leyes de Indias y universidades a modo de sala de máquinas.
Las interconexiones entre los distintos territorios se basaron en el funcionamiento de una red de ciudades que relacionó a las personas que las habitaban, con sus emociones, expectativas y fidelidades, bajo una estructura de diversidad integradora. Por eso aquella monarquía hispana duró tres siglos. Por su intensa conectividad, no medible ni comprensible en tiempos contemporáneos, sino providenciales. Desde la definitiva crisis que sobrevino en la España peninsular a comienzos del siglo XIX, causada por la desafección de las elites, la corrupción y deterioro institucional, la «nación española de ambos hemisferios», europeo y americano, proclamada en Cádiz en 1812, devino hace justo dos siglos, en una colección de entidades políticas en trance de fabricación ciudadana.
Las historias nacionalistas hispanoamericanas falsearon el pasado hispano y monárquico compartido
Las historias nacionalistas hispanoamericanas, impulsoras de mitos y voceras de mentiras piadosas, repetidas en cartillas escolares y museos oficiales negrolegendarios, falsearon el pasado hispano y monárquico compartido. En vez de guerras civiles, las contiendas de emancipación en la monarquía española fueron eventos justicieros.
En la España decimonónica, la presencia y evocación de las provincias ultramarinas, Cuba, Puerto Rico, Filipinas, Guinea, islas del Pacífico, junto a una calculada ambigüedad liberal, marcaron cierta tendencia negativa. España no habría sido nación por culpa de América, dijeron algunos, pues esta desviaba energías y los mejores talentos. Otros creyeron, en cambio, que la era postimperial hispana podía y debía integrarse con lo mejor heredado del pasado. El capital acumulado, educativo, religioso, científico y tecnológico, facilitaría un futuro compartido, una hispanidad pragmática y beneficiosa.
Ese hilo conductor, junto al reflejo nacionalista conservador posterior a 1898 y la vergonzosa guerra con Estados Unidos, patriarca hemisférico del «gran garrote» militarista, con sus marines de quita y pon, emergió durante la década de 1920. No solo fue la «Edad de plata» de la cultura española, sino una edad de oro de la cultura hispanoamericana en Madrid, La Habana, Buenos Aires y hasta en EE.UU.
Tras el paréntesis romántico y fanático, arcaizante, de la guerra civil española y las guerras mundiales, los años cincuenta recuperaron cierto hispanismo que, sin duda, estuvo presente en las actitudes intelectuales de quienes protagonizaron la transición a la democracia en España. El 92, el Quinto centenario, fue luego una fiesta de posibilidades que, de modo implícito, sancionó, tres años después del final del imperio soviético, un horizonte de encuentros coincidente con la llegada de las primeras oleadas recientes de la emigración hispanoamericana a España.
Resentimiento
La que arribó desde Santo Domingo, Colombia o Ecuador. Ahora que 'El Dorado' estaba acá, se imponía, se impone, una mirada nueva hacia los espejos del pasado común. Los estigmas de los nacionalismos decimonónicos, con sus inventos de leyendas, rosa y negra, siguen dificultando una identificación de posibilidades que supere las banalidades de la genealogía y las economías morales del resentimiento, que alimentan entre nosotros la desinstitucionalización y los estados fallidos.
Necesitamos que la Historia de España deje de pensarse a la manera decimonónica, pues habitamos una nación europea primordial, anterior a los nacionalismos románticos, criminales y racistas. También necesitamos que mexicanos, colombianos, chilenos, brasileños..., miren hacia un pasado remoto de la globalización, en el cual formaron parte del mecanismo hispano original que lo definió todo: capitalismo, empresa, ciudad, ciencia, arte, ley, comunicación, ciudadanía. Son estas palabras del pasado las que configuran el futuro.
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