LA GRAPA
Los gatitos comerán tu cadáver
Por desgracia una de las principales aspiraciones de una parte significativa de nuestra sociedad es convertirse en gato esclavo

«En mi mundo/ Los gatitos/ Lucirán muy lindos vestiditos/ Usarán sombrero y zapatitos/ En mi país de ilusión», entona Alicia en el filme de Disney 'Alicia en el país de las maravillas'. La victoria aplastante de esta ideología me sobrevino en el instagram @ ... allforcats9. Esta misma canción me asaltó en un vídeo donde se vende una pequeña superficie de madera que, enganchada al lateral de tu cama y como continuación filosófica de ella, sirve de lugar de descanso de tu gato. En el vídeo, el dueño del minino coloca encima un colchoncito, una almohadita y un peluchito. Acto seguido, un gato entrenado para tal fin —no uno de barrio, dispuesto a comer tu cadáver— se espatarra con la sana intención de olvidarse de su amo. Este último lo cubre, qué tierno, con una sábana.
Por desgracia una de las principales aspiraciones de una parte significativa de nuestra sociedad es convertirse en gato esclavo. Al minino se le despoja de su animalidad cruzándolo con genéticas más amables —alguna castracioncilla mediante— y se le aúpa como culmen de la «humanidad». O más bien una «humanidad» prefabricada por algunos de nuestros congéneres: una humanidad cuqui, chatarrera, aletargada, donde primen los sentimientos y el arrebañamiento.
Escapemos de ese país de ilusión donde los gatitos llevan sombrero y zapatitos
«Mi gato es mejor que muchas personas», repiten. «Sí, especialmente que usted», suelo replicar yo a aquellos que aspiran a que a sus iguales se les encoja el encéfalo y se vuelvan entes lobotomizados al servicio de aquellos que consideran que los gatos son mejores que muchas personas.
No encuentro mayor compromiso con todo lo bueno que tiene la Humanidad, con todos esos progresos científicos, sociales, culturales… construidos a sudor y sangre durante miles de años: evitar cualquier parecido con las mascotas. Evitar su compromiso ciego, su falta de contradicciones, su necesario déficit de lecturas o su inexorable dependencia con racionalidad, contradicciones, lecturas e independencia. Escapemos de ese país de ilusión donde los gatitos llevan sombrero y zapatitos o se comerán nuestro cadáver.
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