Crítica de:
'El día del lobo', de Antonio Soler: el 'Guernica' de Málaga hecho novela
Narrativa
Narra la matanza de centenares, quizá un millar, de ciudadanos republicanos, población civil de familias enteras con críos, que huían de las tropas de Queipo de Llano en la carretera que va de Málaga a Motril
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Antonio Soler nos entrega una obra artística de gran calado. La mejor suya, sin duda, cuando un escritor laureado, reconocido, publica una obra que sabe decisiva, porque no podía hacerlo mal, le importaba mucho salvar el recuerdo familiar que ha recibido, un sufrimiento y ... unas penurias que le contó su abuela cuando niño y que recibió como un cuento, al que rinde memoria, porque ese cuento es el del lobo fiero de la guerra, de la jauría de lobos que la Guerra Civil desató.
En la novela cobra un lugar especial un hecho, relatado con pormenor: la matanza de centenares, quizá un millar, de ciudadanos republicanos, población civil de familias enteras con críos, que tomaron a comienzos de la guerra, huyendo de las tropas de Queipo de Llano que se habían hecho con la capital, la carretera de Málaga hacia Motril, que discurre paralela a la costa, y que sufrió el bombardeo cruel de aviones italianos fascistas aliados de Franco, y el cañonazo de los tres buques militares, el Almirante Cervera, el Canarias y el Baleares desde la costa.
NOVELA
'El día del lobo'
![Imagen - 'El día del lobo'](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/10/29/1637portapozu.jpg)
- Autor Antonio Soler
- Editorial Espasa
- Año 2024
- Páginas 371
- Precio 21,90 euros
Una matanza de tal calibre contra familias de seres indefensos, que podría ser calificada como el 'Guernica' de Málaga. Curiosamente Pablo Picasso es malagueño, y aquel cuadro dedicado a una matanza semejante, ocurrida en una pequeña aldea del País Vasco, dio la dimensión de la tragedia y queda icono inseparable ya del horror de la guerra. No exagero si digo que la novela de Antonio Soler, igualmente malagueño, es otro Guernica, tanto por su dimensión plástica irracionalidad de tal matanza, como por su calidad artística.
Mientras leía esta novela me preguntaba ¿cómo es posible que me haya atrapado de esta forma, si ya lo hicieron Arturo Barea, Max Aub, Elena Fortún y algunos de los mejores novelistas vivos de hoy, con asunto que más obras narrativas ha suscitado? ¿Dónde radica el secreto de esta emoción suscitada por la lectura de la de Antonio Soler? Hay tres razones que me hacen destacarla, y la convierten en magistral. La primera es compartida por aquellos que he citado y algunos que no nombro, por estar vivos: ha sido escrita con una fuerza literaria y estilo imponente, en una prosa pocas veces igualada.
Pero las otras dos razones que añadiré son las distintivas. La novela es un testimonio lleno de verdad autobiográfica familiar, es decir, que aquello que Antonio Soler cuenta de modo excelso te llega nutrido por algo que no es trasvasable, que ningún otro puede hacer: la verdad del sufrimiento transmitido es vivo, de su abuela, padre, madre, tíos, de todos a los que devuelve memoria, un acto de justicia en el recuerdo.
Escrita con una fuerza literaria y estilo imponente, en una prosa pocas veces igualada
Hay un momento en que Antonio Soler reproduce el primer párrafo de 'Largo noviembre de Madrid', del gran Juan Eduardo Zúñiga, en que dice «Pasaran unos años y olvidaremos todos. Se borrarán los embudos de las explosiones […] Cuanto vivimos parecerá un sueño y nos extrañará los pocos recuerdos que guardamos». Para que tal cosa no ocurra, con ese sufrimiento de gentes malagueñas de a pie y de su propia familia, está escrita esta novela y así la pesadilla no parezca un sueño. Pero hay una tercera razón que me parece fundamental para haber alcanzado tan alta cota.
Piedad
Se trata de la piedad, la ausencia de rencor, la de quien narra intentando salvar lo poco humano que hubo en aquella jauría desatada. Por los dos bandos. Un hecho clave es que no son menos horribles los episodios del principio, de milicianos enfebrecidos matando falangistas o curas o simplemente gente de derechas arrojada por el balcón de un octavo piso, con una multitud abajo jaleando la acción. Luego las atrocidades de los otros, los fascistas, son creíbles, verídicas, porque leímos antes las otras.
La piedad que pidió Azaña y que tuvo el padre de Antonio Soler para un cura indefenso escondido durante años en el barrio de Salamanca, al que Soler padre no solo perdono, sino que le proporcionó pan y un poco de tocino. Lo que le salvó luego la vida. Esa piedad, esa humanidad, extraña y sin embargo reconocible que la literatura también salva, suena en esta novela como un canto humano de esperanza.
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