CRÍTICA DE:
'Desnudos' e Imogen Cunningham: El museo Thyssen de Málaga, sin 'paños calientes'
Málaga
'Desnudos' –y una expo de cámara de Imogen Cunningham– acaparan la atención sobre uno de los géneros olvidados en el arte español
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Valiente la propuesta del Museo Carmen Thyssen Málaga de arrojar algo de luz sobre el desnudo en la Historia del Arte del último siglo en nuestro país. Porque, y aunque es cierto que por nuestra tradición (católica), este no ha sido un género especialmente ... cultivado por nuestros creadores (era algo que quedaba envuelto en alegorías mitológicas o en manos de reyes mecenas 'para consumo propio'), si uno hace un repaso de las grandes obras de la pintura con el tema de marras, en el 'top ten' tiene que meter a tres españoles.
Hagan la prueba: En su lista no faltarían la 'Venus del espejo' de Velázquez, la 'Maja desnuda' de Francisco de Goya o, más cercanas, 'Las señoritas de Aviñón, de Pablo Picasso.
Ninguna de estas obras estará presente en esta cita por razones obvias, en buena medida ya que su ámbito temporal es el que circunscribe el fin del academicismo en los albores del XIX hasta llegar a los años setenta del pasado siglo, poco antes de la denominada 'Apertura', con el desnudo como 'exigencia de guion' hasta para recoger chufas. Ninguna de las tres obras están en el recorrido, insisto, pero las tres tendrán un guiño en el mismo, una especie de correlato.
Tan arduo trabajo tenía el Thyssen pues, que, de hecho y con modestia, el centro (que incluye esta cita como parte de su programa de producciones propias), ni siquiera entiende la muestra como un ensayo sobre el desnudo en el arte español, sino como un estudio del paso de la tradición a la modernidad en las artes plásticas, con el evidente influjo de las vanguardias, con el desnudo como telón de fondo.
Letras corpóreas
Así, el punto de partida (después de atravesar esas letras 'corpóreas' de madera con el título de la cita, en distintos tonos, como los distintos tonos de piel), no puede ser otro que el canon que durante siglos manejó la academia, una academia de influencia francesa en el caso español, que cultivó el desnudo como lo haría un científico, con intereses anatómicos, siendo conscientes de que 'para vestir un cuerpo hay que saber previamente desnudarlo'.
Y que impondrá hasta cinco principios que por centurias repetirán los artistas: tener en cuenta que en la jerarquía de géneros, este no es el más importante; que predomine siempre el dibujo sobre el color (¡hola Fauvismo!); que toda obra se acabara en el taller (¿alguien sabe qué será lo que más enrabietará a los impresionistas?); que la pincelada no pueda ser reconocida pues eso significaría asumir que la pintura es artificio (que vayan pasando los puntillistas y de nuevo los impresionistas); y el respeto a los clásicos: el canon será el romano o no será. El Cubismo hará saltar esto por los aires.
Ni que decirles, que a las mujeres ni se les podía ocurrir entrar en la sala. Y por ello, es normal que entre los 54 creadores reunidos en la exposición solo cinco lo sean. Algunas canónicas, como Menchu Gal o Maruja Mallo. Las otras tres, más desconocidas, con una memorable Aurelia Navarro, a la que ya nos presentaron en 'Invitadas' (Museo del Prado, 2020) y que por un desnudo acabó recluida en un convento. El que recala en Málaga es uno de esos guiños a los grandes desnudos históricos que mencionábamos, una venus del espejo sin Cupido, lo que hace pensar a los historiadores que esta obra pudiera ser un autorretrato velado...


Pocas mujeres pintando desnudos y cuántas mujeres siendo las modelos (o lo que es lo mismo: qué pocos hombres retratando a hombres desnudos. El hetero-patriarcado también campaba a sus anchas por los tubos de óleo). Pero le ocurrirá lo mismo a los de otras razas o a los que no cuenten con un cuerpo normativo. Tachados y eliminados. Por eso son formas de romper el canon ese pubis femenino de Martí Alsina (un homenaje a Courbet en toda regla), o los ancianos deFortuny (que además, desmenuza la pincelada), Agrasot o Pinazo. O la 'arquera' hipermusculada de Rafael Pellicer, que bien parece haber sido retratada sobre un torso masculino. También, años mas tarde, los racializados de Ismael Smith.
Picasso no parece Picasso (¡y qué delicia de obras!) en tres estudios anatómicos frente a los que se sitúa (el segundo guiño) el homenaje de Dalí de 1970 a sus señoritas de la calle de Aviñón. Él malagueño sí que terminará llevando la academia al vertedero.
Mientras, otros autores no la atacan tanto por su factura, sino por ser subversivos en los modelos: Julio Romero de Torres no pinta venus, sino manolas. Y una de ellas es Raquel Meller. El 'Desnudo tendido' de Rodríguez Acosta es una Danae esperando su lluvia, pero solo por la pose asumimos que ese es su nombre; Julio González o Teresa Condeminas reproducen escenas de dioses ya no protagonizadas por divinidades... Y se terminarán imponiendo otros tipos, como el de la modelo en la bañera (Ortiz Echagüe).
Gana por goleada en la selección la pintura, pero hay buenos ejemplos escultóricos (de Mateo Inurria a Àngel Ferrant o Baltasar Lobo) y fotográficos: Nicolás Muller, el divertimento romano de Gregorio Prieto y Chicharro, el esclavo de Antoni Arissa, Juan Hidalgo... Incluso, la abstracción tocará con su mirada el desnudo, con Miró y Saura 'despedazando' cuerpos.
Y al final del recorrido, Eduardo Arroyo, que en 1967 explicaba 'cómo había cambiado España', con el tercer guiño a la maja goyesca. Un ensayo pertinente ahora que las redes sociales se convierten en la nueva academia velando por nuestro pudor, también en el arte.
La mirada necesaria al desnudo
'Desnudos'. Colectiva. Comisarios: Bárbara Gª Menéndez y Alberto Gil. Hasta el 9 de marzo de 2025. Cuatro estrellas.
Imogen Cunningham. 'Esencias'. Hasta el 19 de enero de 2025. Cuatro estrellas.
Museo Carmen Thyssen Málaga. Málaga. Plaza Carmen Thyssen, s/n
Como interesante contrapunto a la cita, y con los fondos de la Colección José Luis Soler Vila, una pequeña exposición de cámara en la Sala Noble del museo de Imogen Cunningham, una autora que con su biografía recorre buena parte del arco temporal de 'Desnudos' y que, por cuestiones del destino, convirtió el retrato y la botánica en modelos de sus fotos: unas fotos en blanco y negro en las que los cuerpos son formas inertes y las plantas, seres 'animados'. En ambos casos, y en su afán por «encontrar la belleza en las cosas más comunes», auténticos objetos de deseo, en la intimidad del hogar.
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