Crítica De:
'Cuchillo', de Salman Rushdie: el autor lo clava y cuenta todo sobre su atentado
memorias
'Cuchillo' se ocupa de apenas trece meses en doscientas páginas en una inapelable primera persona porque «cuando alguien te hiere quince veces es una experiencia muy de primera persona»
Salman Rushdie conversa con ABC: «No tengo miedo a la muerte, la conozco demasiado bien»
Salman Rushdie, en el espejo de un cuchillo

'Cuchillo' es el libro que Salman Rushdie jamás pensó que iba a escribir acerca de algo que podía llegar a ocurrirle (porque, de ocurrirle ese algo, difícilmente viviría para contarlo y, mucho menos, redactarlo). De hecho, Rushdie (Bombay, 1947) pensaba que ya había cerrado ... este asunto en 2012 con 'Joseph Anton': su 'memoir' de fatua mortal desatada con 'Los versos satánicos' en 1989.
Pero, de pronto, en 2022, resulta que esa autobiografía se convertía en, apenas, el prólogo a una historia supuestamente cicatrizada volvía a abrirse como la más abierta de las heridas, de las muchas heridas. Y, sí, 'Joseph Anton' era voluminosa y robusta y abarcaba varios años y estaba escrita en tercera persona (siendo su título el nombre-en-clave asumido por Rushdie cortesía de sus idolatrados Conrad y Chéjov para sus traslados por el servicio secreto británico); mientras que 'Cuchillo' se ocupa de apenas trece meses en poco más de doscientas páginas narrados por una inapelable primera persona porque «cuando alguien te hiere quince veces es una experiencia muy de primera persona».
NARRATIVA
'Cuchillo'

- Autor Salman Rushdie
- Editorial Random House
- Año 2024
- Páginas 208
- Precio 21,90
Y, sí, claro: 'Cuchillo' es, también, un muy personal libro de primera; y lo que aquí se narra es esa experiencia en la más afilada de las auto-no-ficciones. Y así su primera oración es casi clínica y fría: «A las once menos cuarto del 12 de agosto de 2022, un soleado viernes por la mañana en el norte del estado de Nueva York, fui agredido y casi asesinado por un joven armado con un cuchillo poco después de subir yo al escenario del anfiteatro de Chautauqua para hablar de la importancia de mantener a los escritores a salvo de todo riesgo».
Lo que sigue a estas líneas es algo desgarrador y escrito en carne viva y más vivo que nunca. Una forma no de perdonar pero sí de volver a intentar comprender el por qué suceden ciertas cosas y el cómo modifican una visión del mundo las heridas tanto externas como externas en alguien quien, por escritor, no puede evitar el vivirlo para contarlo —el sobrevivirlo para contarlo— como si se tratase de la más apasionante y apasionada de las tramas novelescas en la que los acontecimientos y su héroe se precipitan.
Rushdie más que defenderse, ataca y pasa de ser acuchillado a acuchillador
Y «Todo iba bien. Y de pronto el mundo explotó»
Y el dinamitero loco de la ecuación lleva el nombre de Hadi Matar (¡qué apellido!) Y —según le explica a Rushdie uno de sus médicos— «¿Sabe de qué ha tenido suerte? De que el hombre que le agredió no tuviera ni idea de cómo matar a alguien con un cuchillo». Y entonces Rushdie decide que — pensando que ha perdido el don de la imaginación y que ya no se le ocurrirá nada— registrará cada tambaleante paso de su recuperación a modo de exorcismo. Y se abre en canal: «El lenguaje también era un cuchillo... El lenguaje era mi cuchillo. Si a mí me hubieran pillado inesperadamente en una pelea con armas blancas, puede que este hubiese sido el cuchillo que podría haber usado para defenderme y atacar. Podría ser la herramienta que utilizaría para rehacer y recuperar mi mundo, para reconstruir el marco en el que mi imagen del mundo volvería a estar colgada de la pared, para así hacerme cargo de lo que me había pasado, hacerlo mío». Y, a diferencia de su atacante, Rushdie sí sabe usar su cuchillo. Y, en 'Cuchillo', Rushdie lo clava. Y más que defenderse ataca y pasa de ser acuchillado a acuchillador.
Así, aquí está todo: ese instante de segundos que parece un siglo, el dolor y la certeza de que todo se acaba, lo que sigue, los tormentos de la rehabilitación y las secuelas y «las humillaciones de la anatomía» frente al espejo, el amor como fuerza sanadora y redentora, el covid y los amigos con problemas de salud (Amis y Auster y Kureishi) y los enemigos de siempre (que vuelven a considerarlo 'fiestero' y casi culpable de habérsela buscado y encontrado), las otras puñaladas a Beckett y a Mahfuz, las conversaciones imaginarias con su agresor (a quien se refiere, apenas, como a A. porque se niega a honrar su nombre mencionándolo), el temor a un cáncer que no resulta ser tal, la triunfal publicación de su novela 'Ciudad Victoria', «la discusión que no deseaba ahondar más era en aquella que había atormentado mi vida: la discusión acerca de Dios» y, fundamentalmente, el experimentar la epifanía de que «Mientras no me ocupara del atentado, no sería capaz de escribir nada más. Entendí que, antes de pasar a cualquier otra cosa, debía escribir el libro que estás leyendo ahora, lector. Sería la manera de hacer mío lo sucedido, de adueñarme de ello y poseerlo de alguna manera: nada de ser una mera víctima. Respondería a la violencia con arte».
Decide que registrará cada tambaleante paso de su recuperación a modo de exorcismo
Así, una investigación a fondo del «¿Por qué ahora? No fastidies. Si aquello pasó hace mucho... ¿Por qué ahora, después de tantos años?» y la certeza de que debe dejar constancia de todo porque «esto no va solo de mí; el tema es mucho más amplio». Y Rushdie se hace muchas preguntas consciente de que —como canta su muy admirado Bob Dylan— la respuesta está flotando en el viento y, a menudo, es un viento idiota.
'Joseph Anton' terminaba con el personaje a solas y levantando su mano para llamar a un taxi. 'Cuchillo' cierra con la persona diciéndole a su amada «Volvamos a casa». Algo ha mejorado después de todo. Y, a diferencia de entonces, ahora Rushdie puede tener la certeza de que, si sobrevivió a ese cuchillo luego de quince puñaladas, entonces es que no hay dudas de que Alá está de su parte y quiere que siga aquí, vivito y escribiendo.
Bienvenido de vuelta.
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