UNA MIRADA ACADÉMICA
Cuchara de palo
Me sorprendía por qué la gente designaba como de palo algo para lo que resultaba mejor recurrir a la palabra madera

De niño me sorprendió un día oír a alguien que estaba en la cocina de casa referirse a una cuchara de palo; sorpresa que me asaltó de nuevo al encontrarme en los tebeos con algún que otro pirata que tenía una pata de palo; y ... se mantuvo la sorpresa ante el elogio que hizo de mí alguien comparándome con mi padre diciéndome que de tal palo tal astilla. Lo que me sorprendía en estos casos era por qué la gente designaba como de palo algo para lo que resultaba mejor recurrir a la palabra madera.
No sabía yo entonces que estos palos eran los restos que quedaban de un pasado en que la cerradura de una puerta podía ser de palo, donde había en América ídolos de palo y se traían de allí maderas como el palo de rosa; un pasado que llega hasta Galdós, que podía emplear mesa de palo ('La fontana de oro'), escalera de palo ('Marianela') o banco de palo ('La desheredada').
Estos palos eran los restos que quedaban de un pasado donde había en América ídolos de palo
Cuando supe todo esto pude entender que se trataba de usos que con el tiempo quedarían relegados a la referencia a realidades de poca prestancia, como esa cuchara de palo que se empleaba en uno de los espacios entonces menos prestigiosos de la casa -hoy no lo es-, como era la cocina.
Ese aparente desorden de posibilidades es en realidad una riqueza, que se debe a la historia, pues explica que unos nos refiramos a la cuchara de palo y otros, habiéndola olvidado, a la cuchara de madera. Y ello nos permite a los hablantes no solo transmitir mensajes, sino poder elegir cómo hacerlo para presentarnos ante los demás cuando hablamos. Así, si invito a unos amigos a comer unas sopas de ajo en mi casa, podría ponderar mi refinamiento culinario diciéndoles que hay que removerlas bien con una cuchara de palo. Esa forma de designar el modesto utensilio debería servir para que me tomaran como un cocinero de fuste, heredero de una buena tradición culinaria, tanto por los objetos con que cocino, como por la manera de designarlos.
Aunque me temo que mis invitados serían tan sutiles como para darse cuenta, una vez que probaran la sopa, de que, en realidad, soy un filólogo metido a cocinillas; y hasta llegarían a aplicarme el refrán en casa del herrero cuchillo de palo, que se refiere a la desazón que experimentaría un herrero al que, no faltándole metal, usara, en cambio, un cuchillo de madera. La misma desazón que me ha quedado a mí una vez que he querido presumir de ser buen cocinero.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete