libros
Costica Bradatan explora cuando no se tiene miedo a la muerte
ensayo
Repasa las circunstancias de una galería de personajes, intelectuales y filósofos que murieron por defender sus ideas en un momento decisivo de la Historia
Otras críticas del autor
![Mohamed Bouazzi, un joven tunecino que se inmoló en el año 2010](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/04/21/tune-RLSsN8zrouHtQW0ELXdVb3L-758x531@abc.jpeg)
La filosofía como arte de morir. Morir por unas ideas. La filosofía como una preparación para la muerte. Sócrates el primero. Platón en el Fedón ¿lo recrea o inventa?. De Hipatia no queda nada. No fue la primera mujer filósofa ni, seguramente, la primera ... feminista, pero se lo merece todo por cómo vivió y cómo fue asesinada. Tomás Moro, aunque hoy lo consideremos un integrista, no le tuvo miedo a la muerte.
Ni Giordano Bruno quemado. Costica Bradatan, un interesante filósofo rumano centra su libro, fundamentalmente, en estas cuatro figuras y las va equiparando y contraponiendo a otros personajes del siglo XX. Jan Patocka, un polemista checo contra el imperio soviético. En 1977 fue uno de los que redactó la Carta 77. De formación humanística mostró su preocupación por el alma como superadora de nuestra condición mortal y nuestro miedo instintivo a la muerte. Havel, también vinculado a esta lucha. Jan Palach que se prendió fuego en Praga, años antes, en 1969. Simone Weil, Gandhi, el monje budista Théch Quáng Dúc, que también se incineró en 1963. O el caso más reciente de Mohamed Bouazzi, un joven tunecino que se inmoló en el 2010. Curiosamente en este libro no se habla ni de Cicerón ni de Séneca.
ENSAYO
'Morir por las ideas'
![Imagen - 'Morir por las ideas'](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/04/20/1564portamolina-U31654863466hMw-224x330@abc.jpg)
- Autor Costica Bradatan
- Editorial Anagrama
- Año 2023
- Páginas 330
- Precio 21,90 euros
Precisamente Cicerón fue quien le transmitió a Montaigne la idea de que la filosofía es aprender a morir. Bajo todos estos comentarios está el estoicismo. Filosofar no solo era pensar, escribir, hablar, sino también arriesgar el propio cuerpo. Patocka, discípulo de Husserl, también lo repetía. Simone Weil, una suicida atípica, insistía en que saber morir era mucho más importante que saber vivir. Los viejos maestros en lógica y persuasión, necesitaban algo más que las palabras: su propio sacrificio, su propio martirio. La filosofía así era por una parte, cuerpo doctrinal y, por otra , arte de vivir. Desde los grecolatinos hasta Montaigne, Spinoza, Schopenhauer, Nietzsche, Heidegger, coinciden de alguna manera en esta idea de domesticar a la muerte y hacerla propia.
Simone Weil insistía en que saber morir era mucho más importante que saber vivir
La presencia bibliográfica y referencial española que, en este libro, es tan insignificante como en el resto de ensayos europeos, por no irnos más allá, pasa por Ignacio de Loyola y sus ejercicios espirituales. El filosofar no consiste tanto en estudiar el mundo como estudiarse a sí mismo. Una especie de autorrealización. El marxismo quería transformar a la sociedad, es decir, dominarla. El arte de vivir no es cambiar el mundo, sino a uno mismo. La retirada de Dios únicamente nos deja con nuestro interior. Y la muerte cura toda arrogancia.
Saber leer
Los filósofos de antaño también se referían al mundo, la condición humana, el bien común y el saber leer. Todo conducía a una mejora de la vida y a su elevación tanto material como espiritual. Esta tradición del arte de vivir llega hasta el 'Ser y tiempo' de Heidegger. El estar vuelto hacia la muerte, hacia el fin, semejante a lo que ya antes Tolstoi contó de Iván Ilich. Estamos vivos mientras estamos inmaduros. Según el filósofo alemán y el novelista ruso, nosotros no somos nosotros, vivimos en un estado de alienación, pensamos como se piensa, vestimos como se viste, vivimos como se vive. El ser ('dasein') está sujeto al dominio de los otros.
El libro de Bradatan no nos descubre muchas cosas que no supiéramos, pero nos las cuenta tan bien que suenan como nuevas
Hay un capítulo muy interesante dedicado a un personaje no muy conocido entre nosotros, Paul-Louis Landsberg (1901-1944). Judío convertido al catolicismo, vivió en España un par de años para estudiar la mística a la que consideraba como un anticipo de la muerte. Fue alumno de Husserl, Heidegger y Max Scheler. Fue profesor en la Sorbona. Publicó 'Ensayo sobre la experiencia de la muerte'. Se publicó en español antes que en francés en la revista de Bergamín 'Cruz y Raya'. Era una respuesta a la filosofía de la muerte de Heidegger. «La persona no es, en su propia esencia, una existencia abocada a la muerte. La muerte es algo foráneo, algo intruso en nuestra existencia. Puede que morir sea parte de nuestra biología, pero somos mucho más que eso», escribe. Profesor en la Universidad de Barcelona fue un asiduo colaborador de la 'Revista de Occidente'.
Mártires
'El Quijote', el capítulo cuarto de esta novela, es una presencia importante en 'Ensayo sobre la experiencia de la muerte'. Como Unamuno, el pensador francés, denomina a Don Quijote «Caballero de la Fe». En este caso, en la supuesta belleza de Dulcinea. Landsberg tenía más compasión por aquellos que morían sin ella. En el libro es curioso su 'Intermedio taurino'. Detenido por la Gestapo, murió en un campo de concentración.
El libro de Bradatan no nos descubre muchas cosas que no supiéramos, pero nos las cuenta tan bien que suenan como nuevas. Bergman y 'El séptimo sello' están muy presentes, así como Merleau-Ponty «los filósofos mártires no piensan con el cuerpo, sino contra él». Tomás Moro, 'Diálogo de la fortaleza contra la tribulación'; y Boecio, 'La consolación de la filosofía'; son dos figuras muy bien argumentadas para ver sus semejanzas y diferencias ideológicas.
Simone Weil, anoréxica existencial (lo digo yo), avergonzada ontológicamente, náufraga de todos los ideales, de todas las fes, es quizás el último eslabón desde Sócrates o desde Hipatia. Bergman, gran amante del teatro, siempre tenía en su boca esta frase de O´Neill: «El teatro que no trata de la relación del hombre con Dios no vale la pena».
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