ANÁLISIS
Un catecismo para la extrema derecha
La periodista francesa de origen argelino Louisa Yousfi publica 'Seguir siendo bárbaro' Un libelo que no favorece la convivencia
Otros textos del autor
![Louisa Yousfi (1988, Cannes) ha escrito su primer libro](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/10/15/Louisa.jpg)
«'El cielo nos vengará'. Cuando los aviones se estrellaron contra las Torres Gemelas (…) la frase resonó en mi cabeza. La había oído la víspera, en los labios de mi padre (…) me acuerdo de esta profecía paterna precedida por esta frase: 'Los norteamericanos ... son lo peor que le ha pasado al mundo'. El día siguiente, el del atentado: 'Ves, ¿qué te había dicho?'».
Esto lo escribe la francoargelina Louisa Yousfi. Pertenece al capítulo 'La imposible comunión de las lágrimas', donde de cierta manera se 'alegra' de lo que pasó en Nueva York. «Los millones de muertos —según ella explicará— sobre los que se alzaba impunemente ese edificio prometeico, supremo, símbolo de la modernidad conquistadora, del imperialismo y del todopoderoso capitalismo». Y continúa diciendo, con pesar, esta periodista en su primer libro publicado: «No unirse a la emoción colectiva de las potencias occidentales, era situarse de lleno en el terreno de la barbarie, el terreno de los terroristas».
El libro se desliza así entre el odio, el resentimiento, el rencor, las mentiras, las falsas interpretaciones
Yousfi es hija de la inmigración argelina a Francia: odia al país que la acogió, la educó, le dio de comer y ahora le permite que lo insulte. En vez de quedarse con su familia en su lugar de origen y luchar por su mejora y avance, vino a Francia a morderle la mano a la República que la salvó de la muerte civil. Este libro es un libelo contra Occidente, contra la democracia: «La cultura es una glotonería que vuelve a la mente obesa e impotente». Ella defiende la barbarie.
Yousfi utiliza al poeta Kateb Yacine para, a través suyo, expresar sus propios sentimientos de odio y resentimiento. Proveniente de la alta sociedad local argelina, este poeta fue educado y «se comportó como un indígena integrado y muy culto». Yousfi está absolutamente en contra de cualquier tipo de integración o mestizaje y define la barbarie como «un lugar de enunciación, donde hay que dedicarse a destrozar el orden de las cosas para devolverlo a su cruda verdad».
Yacine venía de las luchas argelinas por la independencia, y su particular batalla fue para «vengar a su raza, su raza de bárbaros». Para ambos la palabra integración equivale a domesticación. Y hay que rechazar activamente los códigos de los domadores, sus maneras, su civilización, su política y sociedad. ¿Entonces por qué seguir conviviendo con ellos? Francia es un país libre y nunca ha obligado a nadie a vivir en su territorio. Volver entonces, regresar al origen, luchar allí para que nadie tenga que emigrar, destruir a los tiranos, laicizarse, levantar el Paraíso lejos del Sena, sería una buena solución. Pero no, en cambio, sabotear la frontera, hacer saltar todo por los aires.
Yousfi desarrolla su diatriba no solo contra la integración, sino contra la «integración eficaz». Y así, se pregunta: «¿Cómo salvar lo que queda de nosotros?». Donde hay que salvarlo es allí no aquí. Perder Argelia (por qué, entonces, se salió de allí); traicionar su lugar de origen (para, seguidamente, traicionar a Francia); mantener la antigua moral (¿contra las leyes de la República?). Yacine, según su comentadora, luchó por conservar una especie de barbarie para «seguir siendo». «¿De dónde vienen esos bárbaros que somos? ¿Cómo llorar por una autenticidad que no conocimos nunca?» se pregunta Yousfi.
Yousfi es hija de la inmigración y odia al país que la acogió
Y sí, claro, todo es impulso identitario. Y sigue reflexionando la autora: «¿Qué hubiera sido si la colonización no hubiera establecido una relación de fuerza moral que anula la civilización, el país y la familia (…). Si el integracionismo no hubiera promulgado para nosotros las leyes de nuestra salvación en este país condicional que no tiene nada de patria…». ¿Apátridas entonces la mayoría de los árabes franceses?, nos preguntamos nosotros. Hace décadas que se acabó el colonialismo en Argelia. ¿Cuántos miles de personas han muerto allí por el hambre y las represiones propias? ¿Cuántos salvados por la emigración?.
La única posibilidad de convivencia es la integración con liberalidad. Resistirse es dar razones a la ultraderecha. Eso de «no convertirse en bárbaro, sino seguir siéndolo», muy pocos ciudadanos franceses, ni de cualquier otro sitio, lo asumirán. No asumirán lo que también ellos entenderán como una imposición extranjera en su propia patria. La autora de este libelo demoniza el orgullo democrático de pertenecer a dos culturas, a ser ese eslabón entre dos orillas del Mediterráneo. «A la mierda el eslabón. ¡Pobre árabe, dónde estabas reducido a una serie de eslabones!» (según dijo Abdelkebir Khatibi en 'La Mémoire tatoué. Autobiographie d´un colonicé').
Yousfi le dedica el segundo capítulo, 'Negro mata a blanca', a la interpretación de la novela de Chester Himes, 'El fin de un primitivo'. Otro ataque sin contemplaciones es contra todo lo blanco: «El racismo es la figura moderna del destino. Y sus víctimas los héroes trágicos de nuestro tiempo». Himes explica que este, al malograr el alma de sus víctimas, al hacer crecer en ellas un monstruo rabioso, al volverlas salvajes, hace que suceda la amenaza que pretende combatir y, de este modo, asegura su perpetuación.
La autora demoniza el orgullo democrático de pertenecer a dos culturas
Debido a las cosas que no han tenido, a las oportunidades que no se han presentado, al reconocimiento ignorado, al amor no obtenido, Yousfi justifica el golpear lo que amamos («mujeres y niños, el crimen, disparar contra las multitudes, linchar homosexuales y escupir a los judíos»). ¿Pero esas carencias no son de su propia sociedad y la nueva no ha tratado de evitarlas? ¿No son ellos mismos culpables de lo que ahora, ya libres, les pasa? Pero Yousfi insiste: «Solo somos la suma de nuestras frustraciones, solo lo que el mundo no ha querido darnos». Al menos, en primer lugar, su mundo, el obligado a dárselo, ellos mismos que no han hecho nada por cambiarlo, únicamente quejándose y escapándose del escenario que critican.
La resilvestración es la integración que ha fracasado muchas veces a conciencia, por rechazo del propio implicado que ha roto la invitación. No es que los árabes, como dice la autora, no sean normales, estén mal integrados, sufran injusticias, sino que quieren imponerse en un mundo que no es el suyo pero que trata de aceptarlo sin perder también sus propios principios de los que son herederos. Louisa Yousfi, que escribe muy bien, que muy a pesar suyo se nota que es culta y leída, es una maestra del «insulto culto». Por ejemplo, habla de maquillaje civilizatorio de Occidente al que sitúa entre la inocencia y Disney «después de haber destruido pueblos enteros». Como si los árabes tuvieran las manos limpias, que nos lo digan a los españoles que, por otra parte, nos sentimos orgullosos de nuestros mestizajes que no solo ha sido uno sino muchos a lo largo de los siglos.
Manzana podrida
Cosas de la vida, cosas de la historia, cosas de la evolución. Y Yousfi, interpretando a Chester Himes, escribe: «El mundo blanco es una manzana podrida». ¿Solo el mundo blanco? ¡Qué suerte para el resto de las impolutas razas! Otro comentario 'afortunado' de la autora es: «El humanismo, el universalismo, la democracia, la fraternidad, la libertad de expresión… Casi dan ganas de empezar a comprender a quienes prefieren asumir con orgullo el crimen». ¡Nada menos!
Un espacio importante lo ocupa Mehdi Meklat, joven de la periferia convertido en ídolo antes de que le salpicara el escándalo. Otra historia de escalada social que acaba mal. Mehdi y Badrou, un dúo intachable de cantantes, apoyados por sus miles de espectadores y las empresas patrocinadoras. Un hippie surgido de la inmigración, de la periferia parisina, positivamente discriminado, mimado por la izquierda que un día cantó esta letra: «Qué venga Hitler a matar a los judíos./Vivan los pedófilos, viva el sida con Hollande./ Sarkozy la sinagoga los judíos Shalon sí, hijo mío, el dinero/ Financia tú también la campaña de Sarkozy/ echo de menos a Bin Laden./ Los blancos tienen que morir cuanto antes». En el año 2017 se exhumaron unos cincuenta mil tuits de este estilo de su cuenta de twitter y su estrella, como no podía ser menos, declinó. Según Yousfi, como de costumbre, todo lo achaca a la integración capitalista e imperialista que lo alzó y lo destruyó. Para ella, este cantante no tenía culpa de nada: «Meklat era el más puro producto de esta sociedad, el hijo de la República y el terror de twitter, el bueno y el malo, con ese antisemitismo, esa misoginia, ese racismo y ese humor negro típicamente francés que dice barbaridades de las mujeres, los judíos, los negros, los musulmanes, los homosexuales y los pobres».
¿De verdad, esto es lo que se enseña en los liceos franceses? Es pura mentira. Yousfi sigue mintiendo y ensuciando a su país de acogida. Y el propio ministerio de Educación francés debería exigirle a ella una rectificación o una justificación. La enseñanza republicana francesa siempre fue ejemplar en todo el mundo y goza de justo prestigio.
El libro se desliza así entre el odio, el resentimiento, el rencor, las mentiras, las falsas interpretaciones, el insulto a Francia y a la integración, al mestizaje y a Occidente entero. Defiende la inmigración sin control e invasiva. La palabra «Invasión», no la digo yo sino ella. Yousfi defiende la anticivilización, el barbarismo, el revanchismo, la destrucción del idioma francés o su sabotaje «para impedirle que se convierta en un signo de identidad». Si bien no podemos decir que la autora defienda al terrorismo islámico, lo justifica sentimentalmente. Y lo hace así: «Salir del zoo exige mártires». Mártires suyos y nuestros. Pretende ser ambigua pero no lo es.
Regreso al paraíso perdido
La autora de este libelo confiesa el apoyo del progresismo de izquierdas a muchas de estas teorías, así como a las mujeres como ella: árabe y descendiente de emigrantes. Y se revuelve también contra ellos: «Cada vez que se nos trata bien es para alistarnos. Nosotras las integrables, las que se quitan el velo, las buenas alumnas tenemos los medios para negociar nuestra entrada. El trato de favor es una plaga y una trampa», escribe la autora. Quizás preferiría el velo, la ablación, la poligamia, las estrictas reglas coránicas, la persecución de los homosexuales, los casamientos obligados de menores, la sumisión de la mujer al padre y al marido, la falta de educación, el hambre, la falta de opinión y libertad de expresión, las cárceles sin derecho alguno. Yousfi aún tiene la posibilidad de cambiar su vida. Es muy fácil. Apenas una lengua de mar y regresa ya al paraíso perdido. Allí no hace falta que se alise el pelo o hable una lengua despreciada de domesticación.
La autora ha escrito un valioso catecismo para la extrema derecha europea, fundamentalmente la francesa. Aquí están muchas de sus justificaciones. En estos momentos, este texto hace un torpe bien a la convivencia. No sé qué futuro le espera a esta periodista que ha escrito su primer libro.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete