más que palabras
Lara Sánchez, savia nueva para los viejos libros
Fundadora de Soy de la Cuesta. Su abuelo, librero e hijo de librero, como algunos de los que están al frente de su caseta en la Cuesta Moyano
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![Por la caseta de su abuelo, pasaban, buscando o pidiendo libros, lo mismo Luis Alberto de Cuenca que Paco Umbral o Ian Gibson](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/05/16/lara-RleS9kVtHEnqnmJe1iBKKRM-1200x840@diario_abc.jpg)
Cuando murió su abuelo, Pepe Berchi, el mítico librero de la caseta número 26, ella descubrió en un armario, bien guardadas en una carpeta, las cartas que se dirigieron entre sí Ortega y Ramiro de Maeztu. Unas cartas que son la prueba, dice, de ... que el concilio y la concordia son siempre territorio de los intelectuales. Otra cosa son los políticos. Con el dinero de aquellas cartas, que hoy custodia la Biblioteca Nacional, se dedicó al que hoy es el proyecto de su vida: relanzar la Cuesta de Moyano, esa colección de casetas que constituyen una referencia del Madrid literario, bohemio y costumbrista desde hace cien años.
Cien años que se cumplirán en 2025, recordando aquel 1925 en el que los libreros de viejo, después de haber abandonado el Mercado de Atocha, donde compartían espacio con las floristas y los churreros, encontraron por fin su ubicación junto a la verja del Retiro. Treinta casetas de madera, todas ellas abiertas hasta hoy, ya que las tres que estaban cerradas pudieron volver a funcionar el año pasado, cuando salieron por fin a concurso, tras una larga espera. La prueba, dice de nuevo Lara Sánchez, fundadora e impulsora de la Asociación Soy de la Cuesta, de que es posible el relevo generacional.
A Lara le inoculó el veneno de los libros su madre, la periodista cultural Paz Fernández, que le leía a Federico García Lorca para que se durmiera cuando era niña. Pero sobre todo su abuelo. Su abuelo, que era librero e hijo de librero, como unos cuantos de los que todavía están al frente de su caseta en la Cuesta de Moyano. Alguno de cuarta generación. Mientras Berchi despachaba y conversaba, ella jugaba a la goma a un lado de la caseta. Y cuando, además de en la Cuesta de Moyano, le tocó también estar en la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión, fundada por su abuelo, recuerda aquella tarde de mayo que la pasó entera vestida de comunión, jugando entre las casetas del paseo de Recoletos, porque no hubo tiempo ni para cambiarse. Ella era la niña que le daba las tijeras al alcalde de turno para que inaugurara la temporada.
Como lectora, la poesía fue y sigue siendo uno de sus grandes puntos de interés
En los años ochenta, una época interesante para el libro desde todos los puntos de vista, y durante mucho tiempo después, ella conoció de primera mano a los muchos escritores de prestigio que departían en tertulia con su abuelo. Por allí pasaban, buscando o pidiendo libros, lo mismo Luis Alberto de Cuenca que Paco Umbral o Ian Gibson; por igual ministros socialistas y generales de la división azul… Tiempos en los que una primera edición de un libro de la generación del 98 y, sobre todo, de la del 27, llegaban a alcanzar precios astronómicos, hoy de todo punto imposibles. Esa «enfermedad incurable» que era la bibliomanía, como decía Pío Baroja, el ángel custodio de las casetas de la Cuesta.
Como lectora, la poesía fue y sigue siendo uno de sus grandes puntos de interés, si bien el libro más antiguo que recuerda como suyo, que todavía conserva y que aún se vende en las casetas, es la versión de la colección Tus Libros, de Anaya, de 'El hombre invisible', de H.G. Wells. En su primera juventud, sin embargo, la nieta y bisnieta de libreros lo que decidió fue estudiar Políticas. Y dedicarse al periodismo. Estudió en la Universidad de Glasgow y escribió para 'The Guardian' y para el 'Sunday Times', y se dedicó fundamentalmente a la comunicación cultural en lugares como el Círculo de Bellas Artes o la Consejería de Cultura de la Comunidad de Madrid. Más tarde, vivió ocho años en Berlín, y a su regreso, justo en la víspera de la pandemia, se decidió a entregarse en cuerpo y alma a la recuperación de la Cuesta de Moyano. ¿Quién podría entonces pensar, dice, que inmediatamente después de lanzar el proyecto pasarían tres meses enteros con las casetas cerradas y las mascarillas puestas?
En noviembre del año pasado, Lara Sánchez se embarcó en el proyecto del Book Friday, «sin obsolescencia programada» y a base de encuentros entre escritores, libreros y lectores en librerías, tiendas, cafeterías, hoteles, centros culturales… por el centro de Madrid. Una experiencia que quiere llevar este año a toda España, en defensa de las librerías más pequeñas y frágiles, que luchan por salir adelante utilizando el ingenio y la innovación.
Porque si el modelo de las casetas de la Cuesta de Moyano cumplirá cien años en pleno funcionamiento, lo cierto, dice, es que el negocio de los libreros de hoy tiene muy poco que ver en general con los usos y costumbres de los libreros de las generaciones anteriores. Porque lo importante es que se lea, vuelve a decir. Y que se lea bien. Y para leer bien las viejas o las nuevas ediciones, a los clásicos o a los modernos, nunca está de más escuchar la voz de los libreros. Eso seguro.
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