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Cátedra, la garantía del «lector informado»
Desde 2008 y hasta hoy, en la víspera de su jubilación, Josune García es la directora editorial de Ediciones Cátedra. Un sello de garantía sobre los sellos de garantía
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Cuarenta años en la editorial Cátedra dan para saber algo más que algo sobre filología. Sobre lo que se estudia en las universidades pero, ante todo, sobre lo que se publica en los libros. Los libros que sientan cátedra. A la editorial llegó como ' ... free-lance' a los 23, nada más terminar la tesina, y a los tres años ya era adjunta a la dirección, al lado de Gustavo Domínguez. Desde 2008 y hasta hoy, en la víspera de su jubilación, Josune García (Madrid, 1959) es la directora editorial de Ediciones Cátedra. Un sello de garantía sobre los sellos de garantía literaria de lo que se publica en español.
Fue la casualidad la que le llevó a aquel primer trabajo como correctora del libro de homenaje a Lázaro Carreter. Terminaba quinto de Filología y un catedrático nuevo en la universidad (Pablo Jauralde) buscaba colaboradores para organizar su primer seminario sobre el Siglo de Oro. Su cometido fue claro: recaudar dinero entre las editoriales para poder llevar a cabo el proyecto académico. Las editoriales se portaron bien, aportaron las 25.000 pesetas que se necesitaban, y a través de una de sus compañeras consiguió poner un pie en la editorial.
El demonio de las letras y los libros, empero, se lo había metido en el cuerpo la vecina de al lado de su casa de Las Arenas, de Bilbao. La ciudad a la que llegó siguiendo a la familia con 16 años, para terminar el COU, coincidiendo con la muerte de Franco, y de la que se marcharía poco después. Fue su vecina la que le dio a leer 'Pedro Páramo', y eso cambió su vida. También su nombre, ya que, a partir de entonces, en lugar de firmar como María Jesús empezó a hacerlo como Josune García. Con su media carrera en Bilbao, rematada después en Madrid, terminaba su primera intención de estudiar Historia del Arte. Pero culminaba una larga vocación lectora, fomentada desde el seno familiar.
Las aventuras de Celia y Cuchifritín, primero, en las ediciones de su madre. A los 12, Salgari. Y después ('Fortunata y Jacinta', 'Cien años de soledad', 'Ana Karenina'…), en las fastuosas ediciones del Círculo de Lectores: cada mes en el domicilio, a sumar a los fascículos de la Enciclopedia Durvan que juntaba su padre.
Y de ahí, desde los veintipocos, la filiación absoluta al canon literario. La responsabilidad de la editorial, frente a los lectores, de ejercer una importante capacidad sancionadora y prescriptora sobre los nombres que entran en el territorio de la filología y los que no. Una posición que, en ocasiones, le ha llevado a algún desencuentro con algún autor que consideraba que ya había alcanzado el 'derecho' a aparecer bajo las cubiertas negras de Cátedra, mientras que la editora y su consejo asesor pensaban que aún no era el momento.
Si la editorial ha conseguido llegar hasta aquí, ha sido por «saber adaptarse a los tiempos, pero sin perder nunca la esencia»
Un principio de autoridad que Cátedra ha mantenido a lo largo de su primer medio siglo de existencia, que se cumplió el año pasado. Y eso que en los tiempos actuales el principio de autoridad con frecuencia está en serio peligro, según el terreno del que se trate. Para la directora, si la editorial ha conseguido llegar hasta aquí, ha sido precisamente por su capacidad de «saber adaptarse a los tiempos, pero sin perder nunca la esencia». En cincuenta años, el mundo de los libros ha cambiado mucho, pero el de la filología y la universidad, mucho más. Sobre todo, por su pérdida del interés general en favor de los fragmentos. Por el intento de una buena parte del mundo académico de «poner en cuestión al libro como unidad de conocimiento». Algo, dice, que afecta especialmente al mundo de las humanidades.
Lectores
Otra cosa son los lectores. Ciertamente los lectores de libros rigurosos y eruditos son muchos menos hoy que hace cincuenta años. Empezando por las propias universidades. Pero frente a este público está lo que Josune García llama el «lector informado». Un lector intermedio que no es un especialista en la materia, pero que aprecia con claridad el valor añadido de tener una obra rigurosa entre sus manos. No son quizás los ratones de biblioteca de antaño, pero tampoco los seguidores de best-sellers de ogaño. Son esos que hoy algunos dicen lectores cultos y que en realidad no buscan otra cosa que lo que siempre se buscó en los libros: no solo que nos entretengan, sino que nos aporten y que nos ayuden a crecer.
Una historia de amor con los libros, la de Josune García, que ahora toca a su fin profesional. Con la confianza de que el prestigio y la autoridad de Cátedra quedará en buenas manos. Y la seguridad de que esos cincuenta años de existencia de la editorial, buena parte de los cuales ella ha vivido en primera persona, serán en el futuro por lo menos… cincuenta años más. Al menos mientras queden lectores informados. ¿No han de quedar?
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