Más que palabras
Anaya, el valor de los libros de texto
Bajo la responsabilidad de Marta Martínez como CEO de Anaya, cada año se imprimen millones de libros. Más de los que nunca soñó contar
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![En mayo de 2019, Marta Martínez entró en el grupo Hachette, y en enero de 2020 se convirtió en consejera delegada de Anaya](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/04/11/martinez-RNs7BNt50mOiAjy2acV3bVL-1200x840@diario_abc.jpg)
Cuando era una niña, se leía los libros a toda prisa, para poder devolvérselos prácticamente intactos a la librería el mismo día, antes de que cerrara, y poderse llevar así dos por el precio de uno. El truco, pero sobre todo la complicidad del librero, ... le valió durante un tiempo. De pequeña tenía fama de buena lectora, con una originalidad: desde los seis años le gustaban los periódicos tanto como los libros. Hoy, bajo su responsabilidad como CEO de Anaya, cada año se imprimen millones de libros. Más de los que nunca soñó contar.
En casa de Marta Martínez los libros eran un objeto sagrado para los padres. Su madre, profesora de Derecho Romano y su padre, ingeniero Civil. Pero también material comunitario y, en el mejor de los casos, hereditario, para los cinco hermanos que componían la familia. Los de Agatha Christie o los de los Cinco iban de mano en mano, según las edades. Pero a ella le gustaba especialmente la colección de Puck, que los daneses Knud Meister y Carlo Andersen firmaban bajo el seudónimo de Lisbeth Werner. Un fenómeno editorial en toda Europa. Más adelante, en BUP, descubrió con fascinación 'La Regenta', y a los quince años escribía poemas, primero bajo la inspiración de Bécquer; después, de la de Antonio Machado. Y alucinó con los filósofos: Platón, Aristóteles… hasta Bertrand Russell. De modo que cuando leyó a Jostein Gaarder en 'El mundo de Sofía' pensó que ese era exactamente su mundo.
Pero, lo que son las cosas. Antes que estudiar Filosofía y Letras, o Filosofía pura, se marchó a estudiar Empresariales a los Estados Unidos. Y en su desempeño laboral fue pasando por la cadena SER, el Grupo Zeta y Orange, en responsabilidades publicitarias, pero todo lo cerca de los contenidos de lo que fue capaz. En 2012 fichó por Macmillan Education y, de alguna manera, volvió al reino familiar. Siguiendo a sus padres, sus cuatro hermanos habían ido entrando sucesivamente en el mundo de la docencia. Con ganas y con miedo a la vez, dice.
Pero con la conciencia de una nueva realidad más allá de la empresarial: la importancia absoluta de la educación en el desarrollo de las personas. Y se enganchó. En mayo de 2019 entró en el grupo Hachette, y en enero de 2020, cuando todavía no sabíamos que estábamos incubando la pandemia, se convirtió en consejera delegada de Anaya.
Trabaja con los autores y proveedores pero también con los profesores
Como editora, hoy Marta Martínez trabaja de manera permanente con los autores y proveedores de los textos para los libros académicos de la compañía, pero también se esfuerza por estar en contacto permanente con los profesores y maestros. Tomar decisiones en esta materia desde un despacho, dice, seguro que es un error. Hay que bajar al aula. Y escuchar lo que se dice ahí. Porque el problema no es pequeño: cómo aplicar la pedagogía, a través del libro, sobre los contenidos que regulan las comunidades autónomas en aplicación de la ley. Casi nada.
Y desde ahí, volver a poner todo el énfasis en el valor de los libros de texto. A veces con el auxilio de las nuevas tecnologías, pero otras a pesar de ellas. Porque hay decisiones, dice, como las de introducir sin tasa las tablets o los propios ordenadores en clase, que no son precisamente las más adecuadas. La tecnología nos ayuda y nos abre caminos. Pero la tecnología no lo es todo. Si leemos lo que nos cuenta el informe PISA, dice también, tendremos que ser conscientes de que los libros en papel y la escritura a mano mejoran notablemente el índice de lectoescritura de los alumnos.
Recordando, por ejemplo, los suyos de 7º de EGB, Marta Martínez asegura que un libro de texto puede llegar a ser un tesoro. En su estructura y en su capacidad de organizar tu pensamiento y orientarlo al aprendizaje. Pero, ¿qué puede llegar a pasar con los libros de texto en un país donde con cada cambio de gobierno se produce un cambio de ley de educación? Pues que la renovación de los contenidos a veces tiene más que ver con el caos y con la frustración que con lo que necesitan verdaderamente los alumnos en cuanto terminan el Bachillerato: estar capacitados para poder tomar decisiones. Perdemos tiempo y dinero. Y futuro.
Tanto debate y tanta batalla con los libros académicos no ha impedido, sin embargo, que Marta Martínez siga manteniendo, fuera de su trabajo editorial, su pasión por la lectura. Por los libros de ensayo, de pensamiento, sobre todo. Sin desdeñar el leer en un dispositivo electrónico, pero reconociendo sobre todo que, «a la hora de buscar la abstracción», un volumen en papel sigue ofreciendo una oportunidad única de aprendizaje y de crecimiento. Y de disfrute. Un poco de abstracción, quizá, frente al ruido torrencial que nos rodea. En los libros de texto para los estudiantes. Y en los que no son de texto para todos los demás.
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