PUES DICES TÚ
Las canciones te las saltas
Las dos personas normales coinciden frente al último cineclub del barrio —y, con toda probabilidad, de la provincia—, un reducto para cinéfilos

Las dos personas normales coinciden frente al último cineclub del barrio —y, con toda probabilidad, de la provincia—, un reducto para cinéfilos a medio camino entre el garaje y la biblioteca clandestina infestado de deuvedés. La primera persona normal, con las manos a la espalda, ... curiosea el escaparate. La segunda persona normal pasaba por allí.
—¿Eres tú? —pregunta la segunda persona.
La primera persona normal se gira.
—Ah, hola. Sí. ¿Y tú eres tú?
Las dos personas normales se ríen.
—Es que no sabía si eras tú.
—Era, era. ¿Qué haces?
—Iba de camino al médico, ¿y tú?
—¿Te pasa algo?
—No, nada. Pero me ha dicho el pequeño que vaya.
—¿Y eso?
—Querrá silencio en la casa. Como está estudiando y eso...
—Pero ¿tienes fiebre?
—No.
—¿Y toses?
—No, no. No tengo nada. Voy hasta donde la consulta, que está a una distancia muy buena, toco donde la pared y me vuelvo.
—¿Llamas a la puerta?
—No. Toco la pared y ya. Con el dedo. Para creerme que he llegado, para decir hasta aquí. Y me vuelvo, ya te digo.
—Y, si no tocas, ¿no vuelves?
—Cosas mías. ¿Y qué haces tú donde los vídeos? ¿Vas a alquilar alguno o qué?
—No, no. Estaba mirando. Con nostalgia y eso. Recordaba.
—¿Recordabas qué?
—Pues antes. Recordar es recordar antes siempre, ¿no?; si no, es sólo pensar. Me acordaba de cuando venía a por ‘Jungla de cristal’, por ejemplo, que no estaba libre nunca.
—O ‘Desafío total’.
—O ‘Desafío total’. Y eso que de esas traían muchas.
—De las buenas traían un montón. ¿Y vas a llevarte alguna?
—Si ya no tengo ni vídeo. Y estas no las conozco, mira. Francesas todas. Ahora tienen sólo películas en blanco y negro y películas raras, de pensar; las normales ya las ponen en la tele, a la hora que tú quieras.
—¿En Netflix, dices?
—O en lo que tengas; cada uno en lo que tenga; que no sé ni cómo sigue abierto esto.
—Por el dueño. Míralo.
Las dos personas normales pegan la cara al escaparate y hacen caja con las manos, para evitar los reflejos. Dentro, efectivamente, hay un hombre mayor con tripa de marsupial, palillos por piernas, barba desflecada y piel de fumador.
—Pues dices tú —dice la segunda persona normal—, pero menudo señor interesante.
—¿Para ti es un señor?
—Para mí sí.
—¿Y es guapo?
—¿Cómo guapo? ¿Quién ha dicho que sea guapo? Interesante, digo; es un señor con interés; de los que ya no quedan. Seguro que fuma en pipa y que, si le preguntas algo, se enfada. Seguro que, si alguien quiere hacerse socio, le molesta.
—Tiene pinta.
—Seguro que, si le pides ‘Torrente’, te la tira a la cabeza.
—¿Probamos?
—Mejor no, que igual te hace ver una de esas en las que se ponen a cantar.
—¿Las de cantar están mal?
—Depende mucho de la historia. Si la historia es de las buenas, las canciones te las saltas y ya está.
—¿Cómo que te las saltas?
—Le das adelante al vídeo. Cuando echan a cantar.
—Pero ¿cómo vas a saltarte eso?
—Pues saltándotelo. Tú estás viendo la película y es una peli normal, ¿no? Están el chico, la chica, otro chico... A lo mejor la chica es costurera y a lo mejor un chico quiere ser poeta y el otro es abogado... Y a lo mejor está todo muy interesante y el chico que es abogado le quiere decir a la chica que la quiere más que el otro chico, pero, en lugar de decírselo normal, pues le dice: «Yo lo que quería decirte es que...». Y va y se pone a cantar.
—¿Y entonces?
—Pues te lo saltas.
—¿Y por qué?
—Porque ya sabes lo que va a decirle. Le das para delante y ya está.
—¿Y si bailan?
—Ahí depende. Si bailan sin venir a cuento, pues te lo saltas; si hay tres chicas con vestidos de colores, te lo saltas; y, si el que baila lleva en la mano un bastón, pues aguantas un rato, a ver qué hace.
—Y ¿qué va a hacer?
—A veces se sube a una silla. A veces se sube hasta al techo. A veces baila con un ratón.
Las dos personas normales se dan cuenta de que el dependiente los mira desde dentro con cara de pocos amigos.
—Ya la has liado —le dice la segunda persona normal a la primera.
—¿Nos está mirando? ¿Tú crees?
—A ti, a ti. Se nota que te mira a ti.
—Igual está mirando un hueco. A lo mejor se ha dado cuenta de que hay que poner ‘Amelie’ de pie.
—No, no, que te mira a ti, se nota mucho.
—No me asustes, ¿quieres? A lo mejor quiere quitar esa de ahí y meterla dentro. —Señala un drama italiano del 69. La segunda persona niega—. ¿Y qué hago, entonces?
—No, nada. Tú ni te muevas. Pero, si sale, ni se te ocurra decirle que te saltas las canciones.
—Pero si te las saltas tú.
—Pues por eso. Ni se te ocurra mentirle, que te manda al hospital.
—¿Al hospital? ¿Por qué?
—Al hospital o al médico, según.
—¿Según qué? No me asustes.
—Según el brazo que tenga. Y según lo cinéfilo que seas. Si ve que ves las películas dobladas, te pega un tortazo y, hala, al hospital; para que te saltes allí las canciones. Y, si ve que no has hecho nada, pues te vas por tu cuenta donde el médico, que ya sabes dónde está, tocas con el dedo en la pared y hasta aquí. Te vuelves para casa y ya está.
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