UNA MIRADA ACADÉMICA
El café de los espejos
Joyce llegó a Trieste en 1905 junto con su esposa. Tenía veintidós años y una gran ambición literaria, pero nada de dinero
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El nombre de Trieste en español suena a tristeza y, sin embargo, es una ciudad soleada y en ocasiones ventosa. Está dirigida hacia el Adriático. Y, un día de abril, en el mar se divisa algo parecido a una ballena blanca y brillante ... por el sol. Pero se trata de un megayate ruso que, debido a la guerra de Ucrania, ha sido desalojado y flota como la tentación lejana e intocable del supremo lujo. Al igual que todas las ciudades italianas, esta concentra historia a raudales, cultura a raudales y un extraordinario gusto por el café, que hace casi imposible, entre tanta variedad, decidirse por alguno sin equivocarse.
Y como me han hablado muy bien de un local de aire muy aristocrático, con grandes lámparas, madera noble y cortinas venecianas rojas y al mismo tiempo con la gracia de una clientela absolutamente popular, lo que le añade un encanto atemporal, me dirijo hacia allí. Se trata del Caffè degli specchi.
Y es entonces cuando sobreviene una gran sorpresa al pasar por el número dos de Via Alfredo Oriani, bajo cuya placa en azul oscuro figura otra más clara con la siguiente inscripción: «James Joyce. Itinerari. Ex Via Barriera Vecchia, 32. Qui abitò al 3ª piano dal 1910 al 1912». Todo un descubrimiento. Cerca se encuentra el establecimiento preferido por él, el Caffè Pasticceria Pirona, donde saboreaba de pie (carece de mesas) sus deliciosos pasteles, un capricho junto con otros que no podía permitirse como simple profesor de inglés, pero que se permitía dejando deudas por todas partes.
Sobreviene una gran sorpresa al pasar por el número dos de Via Alfredo Oriani
Llegó a Trieste en 1905 junto con su esposa. Tenía veintidós años y una gran ambición literaria, pero nada de dinero, lo que les obligó a vagar de piso en piso hasta convertir la ciudad en su propio itinerario vital, que la Università degli studi di Trieste ha convertido en un paseo turístico donde rastrear en qué casa escribió ciertas partes del 'Ulises' o algunos cuentos de 'Dublineses' o el 'Retrato del artista adolescente'. También aquí nacieron sus hijos, Giorgio y Lucia, y mientras tanto Dublín se agrandaba en su mente y en su espíritu como el espacio, el centro, desde el que irradiar la contemplación del mundo con toda su ácida carga poética.
Vivió en otros países para sentir con mayor perspectiva el suyo. Según se alejaba, la ciudad de Dublín se espesaba, se concentraba, se convertía en el núcleo de una humanidad imperfecta por donde, en uno de los días más largos de la historia de la literatura, deambulan las vidas corrientes de Leopold Bloom, su esposa Molly y el joven Stephen Dedalus. Podría decirse que el 'Ulises' es a Dublín como el 'Quijote' es a La Mancha, los lugares donde el espacio y el tiempo tienen otro valor, el valor de la imaginación.
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