Crítica De:
'Biografía de X', de Catherine Lacey: descubrir que esa presencia a la que se amaba no era quien se pensaba
Narrativa
En su cuarta novela, nos ofrece una suerte de artefacto donde se funde la parodia académica, la compulsión por el consumo de existencias ajenas y la adicción a lo testimonial
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Pensar en Catherine Lacey (Tupelo, 1985) como en la hija bastarda pero más que legítima de Joan Didion y Don DeLillo.
Y Lacey que nunca lo ha sido más que en esta, su cuarta novela. Suerte de artefacto donde se funde la ... parodia académica, la compulsión por el consumo de vidas ajenas y la adicción a lo testimonial desde el exhibicionismo de lo ajeno para así poder mostrarse más y mejor.
NOVELA
'Biografía de X'

- Autora Catherine Lacey
- Editorial Alfaguara
- Año 2024
- Páginas 456
- Precio 22,90 euros
Signo de estos tiempos que Lacey lleva a unos Estados Unidos alternativos —a la manera de 'El hombre en el castillo' de Philip K. Dick o 'La conjura contra América' de Philip Roth—donde no existe internet ni los teléfonos móviles pero en los que el matrimonio entre dos personas del mismo sexo ya fue legitimado por F. D. Roosevelt y la activista Emma Goldman ocupó importante cargo gubernamental antes de ser asesinada. Allí, el Sur represor y teocrático y el Norte más progresista y liberal se secesionaron en 1945 para ya nunca volver a comprenderse del todo en violenta 'reunificación'. Y entra ambos bandos/territorios se mueve X: 'performer-provocateur cum laude', novelista de culto bajo seudónimo y genial manipuladora multimediática quien —un poco como el Leonard Zelig de Woody Allen o el Forrest Gump de Tom Hanks— estuvo en todas partes y conoció a todo el mundo.
Y, claro, la pregunta aquí es cómo sobrevivir al dolor de una ausencia reemplazado por el desconcierto
Pero nadie la conoció del todo a X, y abundan las zonas grises en su vida y hasta en su muerte en 1996. De ahí que su viuda CM Lucca —periodista ganadora de un Pulitzer y la mejor y a la vez peor médium posible casi enloquecida por los buitres biógrafos que ahora se posan sobre restos inmortales de X— decida tomar cartas y documentos en la cuestión y emprenda su versión del asunto. Y, claro, la bio-maniobra de una vida imaginaria como formato narrativo no es nueva (ahí están 'La verdadera vida de Sebastian Knight' y 'Pálido fuego' de Vladimir Nabokov, el 'Edwin Mullhouse' de Steven Millhauser y, más recientemente, 'El mundo deslumbrante' de Siri Hustvedt); pero Lacey hace y se la con la suya.
Por un lado, funciona muy bien el juego de notas al pie referenciales, las citas de otros apenas retocadas, las fotos apócrifas y el aluvión de cameos: Tom Waits, Kathy Acker, Frank O'Hara, David Bowie (la letra de 'Heroes' es de X), la 'amiga ocasional y ocasional enemiga' Susan Sontag, Renata Adler, Denis Johnson, Patti Smith, Marcel Duchamp, Wim Wenders, un presidenciado Bernie Sanders y siguen las firmas.
Por otro —y más allá de tanto auténtico fuego artificial— lo que de verdad asombra y se admira es el modo en que Lacey (y su vívida autora-protagonista-invocadora de muerta protagónica, recordando un tanto a ciertas ficciones amorosas y perversas de Patricia Highsmith) arma y desarma ideas acerca de los (buenos) modos y (malas) maneras en las que puede llegar a perseguirse y no alcanzar, pero lo mismo atrapar, otra vida que quiere sentirse como parte de la propia vida. Y, claro, la pregunta aquí es cómo sobrevivir al dolor de una ausencia reemplazado por el desconcierto de descubrir que esa presencia a la que se amaba no era quien se pensaba, pero a la que aún así se sigue amando porque, omnipresente, no se puede dejar de pensar en ella. La respuesta es que, entonces, se la (re)escribe.
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