crítica DE.
'Bibliotecas', de Andrew Pettegree y Arthur der Weduwen: naufragio y salvamento
Ensayo
Las bibliotecas siempre han sufrido los maltratos del tiempo y del ser humano su mejor amigo y enemigo, aliado a las innumerables y continuas guerras
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![Grabado del siglo XIX que reproduce el supuesto incendio de la Biblioteca de Alejandría](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/10/21/biblioteca.jpg)
El subtítulo de este magnífico ensayo es muy clarificador: 'Una historia frágil'. Las bibliotecas han sido, a lo largo de los siglos, un bastión contra el salvajismo y la incultura. Y no solo perpetrado por el ser humano, su principal depredador, sino también por ... el fuego, el agua (la humedad), el polvo, las polillas, los piojos y el abandono general.
Cuando Hugo Blocio llegó a Viena en 1575, nombrado bibliotecario de Maximiliano II, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, se encontró la Biblioteca Imperial llena de «moho y podredumbre, cubierta por una gruesa capa de telarañas».
ENSAYO
'Bibliotecas'
![Imagen - 'Bibliotecas'](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/10/21/1637portamolina.jpg)
- Autores Andrew Pettegree y Arthur der Weduwen
- Editorial Capitán Swing
- Año 2024
- Páginas 592
- Precio 25 euros
La afamada biblioteca de Matías Corvino, rey de Hungría, estaba destruida. En Florencia la biblioteca de Cosme de Medici fue absorbida por otras colecciones muy menores. Mazarino se apropió de la de Richelieu una vez muerto su competidor, y la conjunta de ambos también pasó lo suyo. La gran biblioteca de Hernando Colón se dispersó. La de Federico da Montefeltro, duque de Urbino, cayó en el abandono. Y si esto es un buen ejemplo de lo que aconteció en la antigüedad, no tuvo un arreglo mucho mejor en los siglos siguientes e incluso en nuestros días.
Las bibliotecas siempre han sufrido los maltratos del tiempo y del ser humano su mejor amigo y enemigo, aliado a las innumerables y continuas guerras. Sobre las bibliotecas se ha ejercido numerosas veces una violencia vicaria. Es decir, destruirlas a ellas para destruir la memoria de su creador y sus orígenes. Ninguna generación se ha sentido satisfecha con las colecciones heredadas, pues los libros y valores que representan a una sociedad no interesan en su totalidad a la siguiente. Y así el triste destino de muchas bibliotecas han sido los desvanes y edificios arruinados.
Las bibliotecas públicas que fueron recibidas con gran ilusión y esperanza, nunca tuvieron suficientes medios para su mantenimiento a pesar de su fundamental labor cultural, educativa y social. Estas fueron una creación del siglo XIX, pasada ya su primera mitad. Las bibliotecas han tenido siempre que adaptarse para sobrevivir: salas de lectura, salas de estudio, lugares de investigación, centro cultural o mediateca.
Las bibliotecas acumularon saber y la imprenta ayudó a esparcirlo. Los libros así se hicieron más asequibles y más necesarios para la vida profesional
La biblioteca de Alejandría siempre ha sido el referente y el origen de todas las demás. No estoy de acuerdo con Pettegree y Der Weduwen, autores del estudio, en que la antigua Roma contribuyó escasamente a la historia de las bibliotecas. Quizás de las públicas, aunque César había dispuesto construir cuatro en unos nuevos terrenos de ampliación de la ciudad. Pero las privadas eran numerosas entre las clases patricias y estaban muy bien dotadas de manuscritos. Plinio el joven coronó su carrera pública fundando una biblioteca en su localidad natal de Como. Lúculo, Cicerón o Séneca muy crítico con aquellos que compraban manuscritos para presumir y luego no los leían, o Marco Aurelio tuvieron importantes bibliotecas.
El rastro de las mismas las siguió Petrarca en el Renacimiento, uno de los grandes bibliófilos. Y la gran biblioteca de Herculano que contenía el gran saber epicúreo y que aún hoy sigue siendo excavada. Muchas bibliotecas griegas acabaron en Roma, por ejemplo, la de Aristóteles. Napoleón siguió este ejemplo. Le encargó a Stendhal que saqueara las bibliotecas italianas y alemanas para formar la Biblioteca Nacional de Francia. En el Congreso de Viena obligaron a repatriar muchos de estos volúmenes que, según los captores, habían sido encuadernados y custodiados mejor que como estaban.
Las bibliotecas acumularon saber y la imprenta ayudó a esparcirlo. Los libros así se hicieron más asequibles y más necesarios para la vida profesional de los abogados, médicos, sacerdotes, profesores o comerciantes. Y ayudaron a promover masivamente la alfabetización. De ahí el surgimiento de la biblioteca pública durante el siglo XIX y XX. Uno de los momentos estelares de las bibliotecas fue la aprobación de la Ley de Bibliotecas Públicas (1850) en Gran Bretaña y, posteriormente en otros países.
La destrucción de la biblioteca de Sarajevo en 1992, fue la demostración del gran valor simbólico de estas instituciones. El libricidio o destrucción sistemática de las bibliotecas para arrancar las raíces de la cultura propia. En este libro no se dice que fue totalmente reconstruida gracias a Austria y a España. Se perdieron casi dos millones de libros, muchos de ellos valiosísimos y únicos.
Este libro va avanzando por los siglos hasta llegar a nuestros días con la amenaza de las tecnologías al papel
Cuando ya se creía perdido el hábito de la lectura y el valor de las bibliotecas públicas y privadas, la pandemia nos recordó la importancia de las mismas. En este volumen se habla, por ejemplo, de la pequeña y trashumante biblioteca de Erasmo (1466-1536). Apenas disponía de quinientos títulos. El pensador nunca tuvo casa propia. Hernando Colón, hijo de Cristóbal, tiene un espacio muy importante en este libro. Ambos investigadores muestran una especial admiración por él. Parece que Colón y Erasmo se encontraron una vez en el año 1520, cuando el español servía a su rey Carlos V. En medio de la lucha entre católicos y protestantes, Colón compró libros de uno y otro lado. Erasmo era un tibio admirador de Lutero. Se sabe que Hernando Colón compró ciento ochenta y cinco libros de Erasmo.
En su deslumbrante biblioteca de Sevilla tenía un lugar preferente. Una biblioteca que quería abarcar el conocimiento del mundo. Las tristes peripecias de esta biblioteca así como su destino final son aquí contadas como si fuera la gran novela del coleccionismo de libros. Y aunque Pettegree y Der Weduwen recogen tópicos sobre la conquista de América, dedican muchas páginas a ensalzar lo que hicieron los españoles luego.
Algunos de los grandes bibliotecarios fueron Estrabón, Euclides o Arquímides. En la antigüedad tenían un buen salario, no pagaban impuestos, la alimentación y el alojamiento gratis. Y así este libro va avanzando por los siglos hasta llegar a nuestros días con la amenaza de las tecnologías al papel. Es una historia completísima, muy documentada, muy bien explicada con amenidad, que debería estar en todas las casas de los amantes de los libros.
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