la talaverana
La belleza importa
Las cosas que son bellas son vestigios del bien y la verdad

La belleza importa. A veces creo, incluso, que es lo único importa. La belleza de un cuerpo, de un trazo o de una melodía es el rastro de algo otro que llama a la puerta desde muy lejos para salvarnos. Las cosas que son bellas ... son vestigios del bien y la verdad. Rastros de otro tiempo que no sabemos si tienen más de anuncio o de recuerdo. Sospecho que son las herramientas que un Dios bueno se dejó olvidadas en este mundo para delatarnos su existencia. La belleza es la prueba de que lo inmanente no basta, de que la materia y la miseria no tendrán la última palabra.
La belleza se observa, se escucha o se palpa. Pero la belleza, ante todo, se expresa. También o superlativamente a través de la palabra. Como si expulsásemos el aire que Yahveh insufló en las narices de Adán. Por eso cada vez que damos la palabra estamos dando nuestro patrimonio más radical.
La belleza se observa, se escucha o se palpa. Pero, ante todo, se expresa
Es el motivo por el que los franceses tienen dos palabras para decirlo: 'mot' y 'parole', palabra y Palabra. Sólo la segunda importa verdaderamente. Hay palabras que se dan y que se pierden, y hay palabras que sirven de auxilio o de rescate.
La belleza del decir es deudora siempre de su contexto. Por eso las universidades, las catedrales o los parlamentos son lugares que debieran imponer una exaltación estética. La arquitectura, allí donde se habla, está siempre al servicio de una exigencia radical. Hay que saber estar y saber hablar a la altura de cada contexto, y hay espacios que parecen reclamarnos un habla especialmente delicada.
El bien decir y el hablar bonito son una y la misma cosa, pues etimológicamente «bonito» no es otra cosa que el diminutivo de lo bueno. Hay que hablar de forma bella, o hacernos buenos a través del habla, que no es cierto que entre el dicho y el hecho haya ningún trecho. Pocas acciones son más definitivas que una palabra en acto. A Sócrates le presentaron un chaval del que dijeron que era feo. Pero el maestro, apuntó Platón, resolvió el enigma. «No eres feo, Teeteto», dicen que le dijo. Pues el que habla bien, afirmó el de Atenas, es una bella y una excelente persona.
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