CRÍTICA DE:

'Baumgartner', de Paul Auster: nadie quiere que sea su última novela

NARRATIVA

Esta historia sobre un profesor y escritor de 71 años, es un libro luminoso pero plantado en el convencimiento del autor norteamericano de que «es la angustia la que genera al arte»

Otras críticas del autor

Paul Auster Newark (Nueva Jersey, 1947) Inés Baulcells

Se empieza a leer 'Baumgartner' y —casi automáticamente— es como si se releyera 'Ravelstein' de Saul Bellow y '¡Oh, esto parece el paraíso!' de John Cheever. Aquellos pequeños inmensos últimos libros publicados en vida por el gran escritor de lo judeo-americano y por ... el inmenso profeta de los imperiales 'suburbs' protestantes. Y —más allá de su preocupante salud actual— nadie quiere que 'Baumgartner' sea la última novela de Paul Auster (Newark, 1947); pero sí resulta imposible de negar su tono decididamente crepuscular a la vez que —como en las de sus mayores antes mencionados— se las arregla para fundir lo de Bellow y Cheever con su propia y característica inclinación por aires europeos y un existencialismo donde parecen comulgar, una vez más, Samuel Beckett y Buster Keaton.

'Baumgartner'—novela número veinte— es también un retorno a la medida y tamaños 'normales' del autor luego de sus macro-mega aventuras con la saga-metaverso '4 3 2 1' y su obsesiva biografía teórica 'La llama inmortal de Stephen Crane'. Y 'Baumgartner' es, también, un libro luminoso pero plantado en el convencimiento de Auster —en una entrevista— de que «es la angustia la que genera al arte».

NOVELA

'Baumgartner'

  • Autor Paul Auster
  • Editorial Seix Barral
  • Año 2024
  • Páginas 264
  • Precio 20,90 euros

Y, sí, el muy artístico y septuagenario Sy Baumgartner es alguien quien —viudo desde hace más de una década— ya se ha resignado a la aflicción como rutina y de pronto, superado por demasiados minúsculos retos y tareas por acometer, rueda por las escaleras rumbo al sótano. Y comienzo brillante en su accidentada y vodevilesca coreografía 'slapstick' con algo de farsa centroeuropea —y, sí, pocas veces hubo un escritor Made in USA más relucientemente viejomundista que Auster—, a partir de entonces el doblarse y desdoblarse de toda una vida con los mismos modales entre desesperados y angustiosos con los que el propio Baumgartner dobla y desdobla, como en perpetuo último rito, la ropa de la omnipresente ausente Anna Blume: su difunta esposa, traductora y poeta póstuma y bio/autobiógrafa muerta diez años atrás.

Así, sus recuerdos: infantil New Jersey familiar y judía y New York y Vietnam en los '60s y '70s, reconocimiento del amor de su vida, carrera en Princeton como profesor de Filosofía. Y un cuasi joyceano libre fluir de consciencia que, también, evoca un poco demasiado a las estrategias del tanto menos conocido pero igualmente talentoso Stephen Dixon en sus últimas novelas-con-viudo; o a aquella también final novela de aventuras mentales que fue 'El cerebro de Andrew' de E. L. Doctorow; o a aquel cuarteto-terminal de 'nouvelles'-réquiem de cámara de Philip Roth; o el deambular monologante del Frank Bascombe de Richard Ford.

Es una de esas novelas en las que, teóricamente, no pasa nada para que, en su práctica, pase de todo

Pero Auster es en principio y finalmente Auster. Y recopila y apila austeramente viaje a Ucrania, sucesión de mujeres que jamás suplantarán a la insustituible compañera de cama y escritorio durante cuatro décadas, reflexiones acerca de un largo ensayo/ficción con rasgos que evocan, inequívocamente a los de la obra de Paul Auster y reaparición de personajes de otras de novelas suyas como 'Sunset Park' y, aún más, la mención de un Auster pariente e incluso el propio Auster rompiendo la cuarta pared para dirigirse al lector.

Dos meses después de su caída en desgracia, recuperado físicamente, Baumgartner es una fuerza centrífuga que no puede parar de girar: trabaja en nuevo libro, siente que un poema de Anna (y algún lector recordará que Anna Blume era el nombre de la heroína de la futurista-post-apocalíptica 'El país de las últimas cosas') le envía mensaje y acaso lo oriente rumbo a un 'affaire' con joven estudiosa (estudiosa de la obra de Anna) y por fin concluye su estudio sobre los repliegues del ser o algo así mientras su cuerpo no deja de emitirle a su mente el que pronto todo lo que acontezca será precipitado precipitarse.

Digámoslo así: 'Baumgartner '—Auster de ley en toda regla, pero matizado por la novedad de una ternura constante— es una de esas novelas en las que, teóricamente, no pasa nada para que, en su práctica, pase de todo, transcurra una vida entera con amorfas formas auténtica y verdaderamente realistas: con el desorden y espasmos y marchas y contramarchas con los que se vive y se revive una vida. Y así 'Baumgartner' y Baumgartner —y un Auster de memoria—se despiden con optimismo de preludio y final abierto con deseo de mejor suerte y pronta mejoría: con su héroe en movimiento sin saber muy bien hacia donde va, pero teniendo perfectamente claro de dónde vino.

Lo que no es poco.

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