CRÍTICA DE:
'El aroma de los imperios. Chanel nº 5 y Moscú rojo', de Karl Schlögel: olores y revoluciones
Ensayo
El historiador alemán rastrea el pasado para ofrecer una perspectiva inaudita sobre la historia de URSS. Cuando algo huele a quemado
Otras críticas del autor
![Karl Schlögel (Allgäu, Alemania, 1948)](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/09/16/karl.jpg)
Fue George Orwell, uno de los más brillantes observadores del siglo XX, quien señaló: «Las clases bajas apestan. Eso es lo que nos enseñaban. No hay sentimiento de agrado o desagrado tan básico como el que se basa en una sensación física». Sabía ... de lo que hablaba. Uno es lo que huele y el pasado nos deja impresa cierta huella.
El autor de este libro fascinante, Karl Schlögel, refiere que proviene de una experiencia personal. «Había un aroma que flotaba en el aire siempre que en la Unión soviética se celebraba algo». Dulzón y pesado, su origen era un perfume llamado 'Moscú rojo': la más famosa de las fragancias desarrolladas tras la revolución de 1917. Lo que descubrió luego no era previsible.
ENSAYO
'El aroma de los imperios. Chanel nº 5 y Moscú rojo'
![Imagen - 'El aroma de los imperios. Chanel nº 5 y Moscú rojo'](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/09/16/1631portalucena.jpg)
- Autor Karl Schlögel
- Editorial Acantilado
- Año 2024
- Páginas 232
- Precio 20 euros
El famoso Chanel número 5, paradigma del lujo capitalista desde los años veinte, compartía el mismo origen. Uno de los perfumistas franceses que había vivido —y muy bien— en la Rusia zarista, Ernest Beaux, regresó a su patria tras la victoria bolchevique y conoció a Coco Chanel, justo cuando esta buscaba el olor que identificara su marca de lujo inigualable.
Su biografía se entrecruzó con la de otro perfumista francés, Auguste Michel, que optó por lo contrario. Se quedó en Rusia, por decisión y por obligación, pues había perdido el pasaporte. Michel participó en la fundación de la industria perfumista soviética y reconvirtió el anterior «aroma de la zarina» en el olor de las comunistas triunfantes. El papel de promotora y empresaria que tuvo Coco Chanel en Occidente lo desempeñó en la Unión Soviética Polina Zhemchúzhina-Molotova, esposa del temible Mólotov, ministro de Asuntos Exteriores. Polina fue comisaria del pueblo y, por un tiempo, responsable de la industria del ramo. Resulta sorprendente y está muy bien descrita la relación de la elite inicial soviética con el lujo. Este representa, en muchos casos, algo a lo que están acostumbrados, por procedencia social y familiar.
Tenía un nuevo encargo: el perfume «palacio de los sóviets» que debía oler a cemento, acero y argamasa
En otros, se trata de un elemento conquistado y lo disfrutan con sibarita determinación. Uno desde luego no hace una revolución para cambiar de marca preferida de jabón o perfume. Lo que sí cambió, anota Schlögel, fue el nombre de las fábricas. La de perfumes y cosméticos Brokar, que tenía antes de 1917 mil empleados, se llamó tras ser incautada «Jabonería estatal Nº 4» y luego «Nuevo amanecer» con solo 200 empleados.
Su cometido pasó a ser la producción de jabón para el trueque entre soldados y campesinos. En 1937, cuando la agitación y propaganda estalinista marcaban sus máximos, al coincidir las terribles purgas con la Exposición universal de París, la revista 'Nuevos logros' entrevistó, en la Moscú liberada, al anciano Auguste Michel. Su laboratorio estaba lleno de botellas, balanzas, calderas, matraces y ficheros, con tarjetas que indicaban en latín el nombre de las esencias. Tenía un nuevo encargo: el perfume «palacio de los sóviets» que debía oler a cemento, acero y argamasa. «Su rastro luego se pierde», cuenta el autor, «y solo queda lugar para las especulaciones». Ahí sigue, en cambio, intemporal, Chanel Nº 5.
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