CRÍTICA DE:
'Andrés Bello', de Iván Jaksic: el hombre que unió nuestro idioma
Ensayo
El historiador chileno repasa el pensamiento y la figura del influyente intelectual hispanoamericano
Otras críticas del autor
El filólogo, escritor y político Andrés Bello (Caracas, 1781-Santiago, de Chile, 1865)
Humanista, gramático, jurista y político, nacido en Caracas en 1781 y fallecido en Santiago de Chile en 1865, a Andrés Bello le debemos eterna gratitud, porque consagró buena parte de su vida a la unidad y ordenación de la lengua española.
Ciertamente estuvo marcado, al ... igual que toda su generación, por la crisis desencadenada en 1808 con la invasión napoleónica de la península ibérica, metrópoli de una nación española extendida en ambas orillas del Atlántico. Como explica de manera formidable Iván Jaksic en este precioso libro, que se lee como una novela de aventuras —tal fue la vida de Bello— fue el mayor de los ocho hijos de una familia venezolana, como tantas, canaria de origen.
ENSAYO
'Andrés Bello. Orden y libertad en la Hispanomérica independiente'
- Autor Iván Jaksic
- Editorial FCE
- Año 2024
- Páginas 176
- Precio 12 euros
Cercano a su madre, huérfano de padre desde los ocho años, se despidió de ella en 1810 y no la volvería a ver. El joven Andrés, estudioso y políglota, comenzó a trabajar en las oficinas del gobierno, con eficacia y fidelidad a la corona. En aquel año terrible partió hacia Londres, como parte de la comitiva de la recién establecida junta de Caracas, que pretendió inicialmente mantener el orden social, justo cuando Cádiz parecía a punto de caer en manos del tirano Napoleón Bonaparte.
El autor explica muy bien, desde la historia profunda y sin caer en los fáciles excesos de la mitología bolivariana, las decisiones moderadas, atentas siempre a favorecer la existencia de instituciones sólidas y estables, que tomó Bello. Fue partidario de la autonomía venezolana, degenerada en independentismo, para proteger al gobierno del caos. Fue monárquico, pues pensó que era necesario un sistema de autoridad arbitrada para evitar el peligro caudillista y la dictadura de la demagogia. Tras veinte años de residencia londinense, con «muchas desgracias y pocas dichas», partió para Chile, entonces el «país de la anarquía». Era 1829. Un momento crucial, cuando aquella importante nación forjaba instituciones estatales, en una original amalgama de despotismo ilustrado y novedades posrevolucionarias.
Bello sabía del peligro que conllevaba la utopía revolucionaria
Fue redactor de prensa, hombre de confianza de gobernantes, funcionario y arquitecto de la constitución de 1833. El periódico 'El valdiviano federal' recibió a Andrés Bello con dureza, recuerda Jaksic: «Nosotros nada habíamos oído acerca de este individuo. Cuando se recomienda ante el público a un extranjero, lo más necesario es presentar pruebas inequívocas de sus virtudes». Contratado bajo un gobierno liberal, se entendió de inmediato con los conservadores.
Bello sabía del peligro que conllevaba la utopía revolucionaria. En 1829 fue contratado como rector del Colegio de Santiago, recién fundado por un grupo de familias conservadoras. De inmediato fue acusado por los liberales de ser un retrógrado que impedía el avance del país. En un capítulo central, Jaksic explica la fascinante relación de Bello con el hombre fuerte y organizador del Estado en el Chile decimonónico, Diego Portales, que se refería a él como «compadre». Hubo entre ellos lazos de amistad y admiración mutua. Bello recibió en el senado sus restos mortales, tras su asesinato en 1837.
Al propugnar que Chile estableciera relaciones diplomáticas con España, lo que ocurrió en 1844, fue atacado por «extranjero y monarquista». Combatido con acritud, nunca dejó de pensar un futuro común hispanoamericano y, por eso, valoró siempre el idioma español como legado superlativo de un pasado compartido. Bello fue un héroe tranquilo. Aún tiene mucho qué enseñarnos.