La Trasatlántica
Fin del torneo y del mundo
Hay un teoría de Pasolini sobre el 'futbol', inquietante, si se aplica a un verano entre imprevisible y aterrador en el que no hacemos más que ver partidos
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En un artículo publicado en 'Il Giorno' en enero del 71, Pier Paolo Pasolini propuso que, en la cancha, el regateo latinoamericano supone una elaboración poética, mientras que los pases largos de los europeos se parecen a la prosa. Pasolini no pensaba que la ... poesía fuera superior a la prosa o que el cine fuera mejor que el ensayo político, creía que cada lenguaje era más eficiente para decir ciertas cosas y punto.
También pensaba que el futbol –la palabra está acentuada en mexicano, sin tilde, porque el énfasis va en la o para nosotros– es un lenguaje que en lugar de fonemas tiene «podemas», en lugar de palabras, pases, y en lugar de frases, jugadas que culminan en una gran obra dramática que es el partido. El contexto en que publicó estas ideas las explica: a los europeos de los tempranos años setenta les seguía intrigando la superioridad de la praxis sudamericana en el juego luego de la humillación de Italia por los brasileños en la final del Mundial de 1970.
La representación de Latinoamérica como un territorio fubolísticamente lírico y de Europa como uno geométrico se repitió demasiado y está claramente fechada. Estos días tan raros en los que –de este lado del charco– tenemos Eurocopa en la mañana y Copa América en la tarde, el posible distingo pasoliniano entre los modos continentales de jugar es enternecedor: los franceses cartesianos regatean como dioses y si los trazos kilométricos del equipo nacional argentino no son una lección de geometría, tendríamos que aceptar que son un milagro.
Hay otra teoría de Pasolini sobre el futbol, más inquietante, si se aplica a un verano en el que no hacemos más que ver partidos –al final del cual nos espera un mundo entre imprevisible y aterrador. Para diciembre de este año el país más poderoso del planeta va a estar gobernado o por un demente o por un hombre tan senil que no puede ajustar un sujeto, un verbo y un objeto. Rusia va a haber producido armas nucleares de rango corto, Francia va a estar gobernada por una derecha a la que se le escurre lo ultra por todos los agujeros del disfraz de oveja, Argentina tiene un presidente –el segundo más popular en el mundo– cuyo consejero no sólo es un perro, es un perro muerto.
La temporada de ciclones empezó temprano en el Caribe: no nos solíamos preocupar por ella hasta septiembre y este año en junio ya dejó una cauda de estragos en las Antillas menores. En un artículo de fines del año 69 –que Pasolini cita y nunca he encontrado– Umberto Eco explicó la idea del fin de la historia como la plantilla de un torneo de futbol. Conforme pasan los juegos se va inscribiendo y al inscribirse se va contando; cuando pasa la final y se anota al equipo campeón, el sistema se agota y se termina la historia –sin que deje haber otros hechos humanos.
Pasolini retomó la idea más tarde en un artículo para la revista 'Tempo'. Tal vez porque siendo un comunista más duro que Eco no veía con ironía la posibilidad del fin de la historia, 'il signore' Pier Paolo presentía en la teoría de la plantilla del torneo algo más ominoso. El mundo son los espacios blancos y la humanidad los va inscribiendo con «materia químicamente humana, constituida por la transformación del mundo inocente y no humano, en humano» (la traducción es Javier Bassas Villa). Con lo cual, sigue Pasolini, cuando se sature el mundo –cuando se llene el cuadrito de la final en la plantilla–, también se va a destruir. Y yo me pregunto, seriamente tal vez por primera vez en mi vida, si no andaremos por ahí.
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