La TRASATLÁNTICA
El abismo
Hay populistas de derecha, izquierda y ultraderecha ganando elecciones por todo el mundo, pero el caso de Trump vuela todos los estándares
![Donald Trump en un mitin](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/10/23/trump.jpg)
Es muy probable que la siguiente vez que entregue esta columna, la presidencia del país más rico, poderoso y peligroso del mundo —el país en el que vivo hace años— esté por ser ocupada por un hombre mentalmente inestable que cada día envía más signos ... de padecer demencia. Donald Trump no sólo es un criminal condenado por la justicia, es un golpista confeso que todavía tiene cuatro procesos abiertos, dos de ellos por fraude electoral.
Y hace meses que dejó de hacer discursos coherentes en sus eventos; en las últimas semanas ha dicho que si lo votan ya nadie va a tener que votar en el futuro y agregado que en realidad ya ni siquiera es necesario votarlo para que gane. Cancela apariciones y entrevistas a diestra y siniestra y a mediados de este mes, ya flotando en la atmósfera de un planeta cuyos aires nadie más ha respirado, anunció a mitad de un evento de preguntas y respuestas con votantes que lo mejor era dejar de hablar y ponerse a escuchar música. Dedicó los cuarenta minutos restantes a pedirle piezas específicas al sonidero del programa, a veces dirigiendo una orquesta imaginaria, a veces contoneándose al ritmo de las canciones.
Todo esto es grave, gravísimo, pero se sabe que el poder enferma y no es ilegal estar loco y aspirar a la presidencia de una República. Lo tremendo es que está compitiendo contra una vicepresidente en funciones, con una agenda entre moderada y conservadora, cuya oferta central es reducir la carga fiscal de la clase media y no estar loca.
Harris tiene visibilidad casi presidencial, ha sido procuradora del estado más grande y poblado de Estados Unidos y senadora, ganó el debate de manera aplastante, ha recolectado más dinero que nadie nunca para promover su candidatura —más de un billón de dólares de acuerdo con la Radio Pública Nacional—. Y las encuestas no sólo no se mueven del desesperante 50/50 en que están trabadas desde que Harris fue electa candidata, si la aguja se desplaza, es hacia el lado de Trump.
Hay populistas de derecha, izquierda y ultraderecha ganando elecciones por todo el mundo, pero el caso de Trump vuela todas los estándares. Meloni, Modi, Sheinbaum, Orban, incluso Milei, no son criminales condenados; dijeron cosas que a una parte importante de las sociedades que les cobijan le parecen simplonas, improbables, peligrosas, pero las dijeron con gramática y convicción. Ganaron con comodidad. Cosas que cuentan como ideas, como un programa que podría servir para articular un gobierno.
Hace meses que Donald Trump dejó de presentar un plan, sólo insulta, murmura, dice —cuando buenamente aparece— mentiras que sus votantes son los primeros en saber que son descaradas –y los números dicen que va a ganar. Nadie entiende cómo ni por qué. Es, por supuesto, la distorsión del Colegio electoral, que sustituye a la democracia directa en Estados Unidos. Es el resentimiento que ha generado el crecimiento de la desigualdad entre blancos del centro y los de las costas. El racismo puro y duro de una parte importante de la sociedad. Pero hay algo más, una locura de masas, una sociedad que de pronto se ata la banda del kamikaze, como si medio país hubiera dejado de fumar ayer y prefiriera patear el pesebre. Y no hay explicación, y no hay razones, y no hay más que desesperanza porque si lo que hay está fatal, lo que viene va a ser peor
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