FOTOGRAFÍA
Alberto García-Alix: «Nunca he podido evitar la pulsión de saltar al vacío»
Madrid y málaga
Desde que hiciera el primer disparo en 1975, este Premio Nacional ha nacido y renacido una y mil veces. Todas esas vidas se condensan en sus últimas citas de Madrid y Málaga. Y en el 'Archivo Nómada' que prepara con su editorial, Cabeza de Chorlito
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![García-Alix, momentos antes de su inauguración en la galería Albarrán de Madrid](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/06/08/1466393128-R9riDFDi579VqGV6MsINKnI-1200x840@abc.jpg)
A pocas horas de inaugurar en la galería Albarrán Bourdais, su nueva casa, Alberto García-Alix (León, 1956) se mueve con rapidez por las salas. Hace unas semanas hizo lo propio en La Térmica de Málaga. Hoy sabe que aún quedan cosas por ... pulir –es un eterno insatisfecho– pero aún así se muestra distendido, cercano, relajado. Tiene ganas de hablar. Atiende con amabilidad a los requerimientos de nuestra fotógrafa, y contesta después a las preguntas sin máscaras.
Se le percibe, por primera vez en mucho tiempo, sincero: «He alcanzado la madurez de mi mirada», da como justificación de su nuevo estado de ánimo. García-Alix, el Premio Nacional. Alix el fotógrafo que se hizo a sí mismo; el motero, el editor; el hombre que estuvo al borde del abismo en más de una ocasión y que tuvo agallas para volver del otro lado. Con todos conversamos y a todos intentamos definir y concretar. No es fácil. Retrato del retratista que huye de las etiquetas. Siete vidas tiene el zorro. En el ocaso de la madurez aunque queda alguna bala en la recámara. Dispara.
—Debo preguntarle primero como está.
—¿Yo? De puta madre. Me encuentro en un momento muy bueno, si te soy franco. Y un momento muy activo.
—Se le ve optimista.
—Sí. Lo soy con la vida. He llegado hasta aquí, todo está bien. No me puedo quejar.
—Sonríe más que la última vez que lo entrevisté.
—¡Pues mira tú! Pero, ¿sabes qué? Fotográficamente me siento más libre que nunca. Menos sujeto a cánones. ¿Cómo explicarlo? Creo que he llegado a una madurez, también en la mirada. Prima ahora más en lo mío el expresionismo, el juego, la invención que el naturalismo que antiguamente perseguía. Pero es que ya no tengo nada que esconder.
—Vamos, que se engaña menos a sí mismo.
—O me engaño con más ganas.
![Imagen principal - Obras en la galería madrileña: Arriba, 'no solo pájaros en mi cabeza'. Sobre estas líneas, 'ultimo suspiro' y 'Naturaleza recreada'](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/06/08/NO_SOLO_PAJAROS_EN_MI_CABEZA-U14253303770dRc-758x470@abc.jpg)
![Imagen secundaria 1 - Obras en la galería madrileña: Arriba, 'no solo pájaros en mi cabeza'. Sobre estas líneas, 'ultimo suspiro' y 'Naturaleza recreada'](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/06/08/AGA_Ultimo_suspiro_papel_xoptimizadax-U60781400017Ifc-464x329@abc.jpg)
![Imagen secundaria 2 - Obras en la galería madrileña: Arriba, 'no solo pájaros en mi cabeza'. Sobre estas líneas, 'ultimo suspiro' y 'Naturaleza recreada'](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/06/08/AGA_Naturalezarecreada_papel_xoptimizadax-U71533404552ZjJ-278x329@abc.jpg)
—Se estrena con la galería Albarrán Bourdais. Aunque es sobradamente conocido, ¿qué imagen es la que quiere dar de usted en este otro comienzo?
—Escoger la obra siempre es una tortura. La noche anterior me la pasé pensando que tenía que haber puesto esta imagen en lugar de esta otra. El asunto es que cuando hablé con la galería y me puso la fecha para la cita, a mí me pareció muy cercana. Pero una vez aceptado el envite, y puesto a escoger, cuando le dije que quería hacer una expo que se llamara 'El tiempo y su futuro', ella me sugirió acudir a imágenes del pasado para hacer una lectura con el tiempo. Y lo vi bien. He escrito un texto sobre lo que significa eso para mí. No te puedes imaginar lo que me ha costado escribir el puto texto…
—No lo parece al leerlo.
—Créeme. Escribir es siempre un ejercicio de concentración que me aterra: «¿Qué digo ahora?», pienso. Yo tengo muy interiorizado lo que es para mí el tiempo y su futuro, pero se trata de trasladártelo a ti… Y cuando empezamos a mezclar obra del presente y del pasado me di cuenta de que este ejercicio sería muy bonito para un libro. Igual que me saldría un libro solo de naturalezas. No puedo meter todo en la galería y siempre queda la duda de si escogí correctamente. Pero la narrativa se mantiene.
—¿Mira entonces esta cita más al futuro o al futuro que vislumbró en el pasado?
—Mira al presente, con el futuro y el presente como dos espadas de Damocles sobre nuestras cabezas. Llevo más de 40 años haciendo fotos. Ahora saco un libro con la editorial Cabeza de Chorlito que se llama 'Archivo nómada', el primer tomo de tres, que es el que engloba el trabajo de 1975 hasta 1981. Esos son años en los que yo no soy un profesional, sino un 'amateur' que descubre la fotografía. Es posible que se conozcan tan solo 10 u 11 fotos de aquella época. Y la idea es generar todo un diario visual y, al tiempo, poner en valor documentación sobre el Madrid de una época concreta. Cualquier foto lleva siempre una carga inmensa de información, la ropa, las calles, la gente… Ese Madrid de 1976 ha envejecido.
—¿La idea es llegar hasta hoy?
—El segundo tomo será de 1982 a 1986, porque creo que en 1986 me profesionalizo. En ese año comienzo a vivir de la fotografía, antes no. Antes era un entusiasta, un diletante, lo que tú quieras, lo que no quita que no fuera fotógrafo, porque las fotos están. Además, comienzo un nuevo cuerpo de trabajo con una cámara de medio formato. Posiblemente luego hagamos un tomo de viajes, y otro de encargos, la labor en torno a la moda… Yo siempre voy con la cámara a cuestas. Y eso obliga a mirar a través de ella: llevarla por llevar un peso es absurdo.
—Y usted sigue siendo cien por cien analógico.
—De carrete.
—Eso obliga además a pensar la toma. Son 12 o 24 posibilidades.
—Si te soy sincero, a mi todo eso me da igual. Si hay que tirar mil o cuatro fotos. Lo que importa, sobre todo al trabajar tan lento, la Hasselblad pesa, es obligarme a entablar un diálogo con lo que veo. Todos hacemos lo mismo cuando miramos por una cámara: pensamos si lo que vemos nos gusta. Pero eso, automáticamente, encadena una serie de preguntas: «¿Por qué sí?», «¿Por qué no me gusta si no me gusta?». Así comienzas a valorar las virtudes de lo que miras, lo que tiene, o dónde lo puedes ensalzar.
![Alberto García-Alix: «Nunca he podido evitar la pulsión de saltar al vacío»](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/06/08/1466392989-U33564132801PpF-624x350@abc.jpg)
Y el diálogo, lo es de ida y vuelta: me veo forzado a dialogar conmigo mismo. Las respuestas responden en ocasiones a un estado interior. Mirar por cámara a mí siempre me resulta un ejercicio de comprensión. No importa que sea un sujeto o un objeto. Qué duda cabe de que un sujeto, un retrato, presiona mucho: qué quiero ver en él, qué quiero construir, dónde coloco los hombros, dónde la mirada, qué me aporta…
—No sé si las dobles exposiciones son algo que le definen hoy o si siempre las practicó pero quizás le reconocemos menos.
—En esta exposición aparecen mucho. Es un ejercicio que he vuelto a hacer. Si tiro 14 fotos normales, dos o tres voy a intentar sobreexponerlas, sobre todo si son máscaras, si son retratos. Ello me lleva a alcanzar otro punto de expresionismo visual. Y me ayuda también a soñar, porque no sé lo que va a salir. Lo intuyo.
—¿Ha fotos a las que les da una segunda oportunidad en el laboratorio? Fotos que no gustaron en el momento de la toma, pero que se arreglan después.
—No. En el laboratorio solo sale la luz de lo que se hizo. Eso, con la cámara digital, lo haces al momento. Pero prefiero el analógico porque concita un 'tempo', al revelar los carretes, lo que puedo hacer al día siguiente, a los tres días o en una semana. Ese tempo me permite volver a soñar lo que vi. Cuando veo el resultado compruebo lo que salió y si conseguí lo que deseaba. Soy un permanente insatisfecho, pero se van llenando huecos.
![Alberto García-Alix: «Nunca he podido evitar la pulsión de saltar al vacío»](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/06/08/1466392990-U77624087706ARs-624x350@abc.jpg)
—¿Y prefiere al modelo virgen, a aquel al que no conoce, o necesita conocer bien al otro, haber tenido un recorrido con él?
—Da lo mismo. Todo empieza cuando miro por cámara. Es un ejercicio visual. Aquellos que conoces mucho, justo por eso, limitan mucho. Las fotos más difíciles de hacer son las de la propia familia, sobre todo porque no arriesgas. O eres más complaciente. Y la benevolencia no es buena.
—A quién mejor conocerá es a usted mismo. ¿Qué ocurre pues con el autorretrato?
—Con el autorretrato no tengo pudores. Cuando estoy aburrido, cuando no hay nada que hacer, me hago fotos. Es otro ejercicio. Lo que ocurre es que soy muy poco clemente conmigo. Y es un ejercicio fascinante, no creas. Mis primeros autorretratos son ya de 1975. Para aprender, para probar, son fundamentales. Veía y aprendía. Luego estaba, además, la coquetería juvenil, esa sensación de plenitud… Los años nos cambian. Ahora mi mirada es otra. Queda algo de coquetería, porque nadie deja de ser presencia por mucha edad que tenga. Pero ya no es lo mismo. Hasta prefiero que haya crueldad en mi retrato. Lo necesito.
![Alberto García-Alix: «Nunca he podido evitar la pulsión de saltar al vacío»](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/06/08/1466393125-U73076047405UFm-624x350@abc.jpg)
—Es un artista que ha tenido muchas vidas, pero uno de los adjetivos que más repite, también en el texto, es el de infantil: «Mirada infantil», «retorno a una mirada infantil»…
—No me refiero a infantilismo, ¿eh? Se trata de saber convertir esto en un juego. Desde 1975 han pasado muchos años, no sé cuantos, pero muchos…
—Ya se lo digo yo: 48. Yo nací en 1976 así que tengo el dato a mano.
—¡No me lo puedo creer!… No me lo puedo creer… ¿48? ¡Pues ha pasado en un soplo la vida!
—Casi 50 años.
—Han pasado en un soplo. Por favor: hay que aprender a perder. Pero lo importante es disfrutar. He llegado a la misma conclusión mil veces. Por ser un permanente insatisfecho, muchas veces tengo dudas sobre el sentido de continuar. Los equipos modernos solucionan muchísimos problemas. Yo vivo como un dinosaurio. Soy analógico, me meto en un laboratorio, uso sales de plata. Ya solo me sujeto a las reglas de mi propio juego, el que me he propuesto. Todo lo que veo es a través de un aparato y con todas sus limitaciones. Después de 48 años, entonces, ¿para qué seguir? Pero hace tiempo llegué a una conclusión.
![Alberto García-Alix: «Nunca he podido evitar la pulsión de saltar al vacío»](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/06/08/1466393149-U71224542550OPb-624x350@abc.jpg)
—Sorpréndame.
—A pesar de mis dudas, de mis limitaciones, me he dado cuenta de que lo que me lleva siempre a coger la cámara, a hacer otra vez, son tres premisas: una la poesía, la poesía de la vida, en la que creo. Es la poesía de la imagen. Luego está la curiosidad. Soy un hombre curioso. Y luego hay una parte a la que yo llamo «mi alma infantil», que es mi capacidad de juego, de sorpresa, de búsqueda. Esas tres premisas son las que hacen que aún tenga ganas de coger una cámara y seguir investigando. De mirar por cámara. Mirar por cámara me sumerge en el mundo de lo que veo. En ese mundo puedo dialogar, puedo inventar, puedo crecerme. También fracasar. Miles de fotos me salen mal. Pero no me importa.
—¿Se fracasa más que se triunfa?
—Sí. Pero hay muchos fotógrafos que solo hacen fotos de su tema o especialización. Yo no. Para mí la cámara tiene que estar siempre conmigo, hago un viaje en moto y la llevo, siempre hay un momento para buscar una imagen, no importa su naturaleza. Y quizás la foto no vale gran cosa. Pero siempre me servirá para recomenzar el ejercicio de ver. Y para engrasar el nervio óptico.
—En la sala ha dejado escrito que el punto de partida es siempre «la locura de la vida».
—Esa es una frase que escribí hace muchos años, cuando reflexionaba sobre mí y sobre cómo era mi trabajo. No puedo desvincular una cosa de la otra: si no hubiera contado con la locura de vida que he tenido, no habría hecho lo que he hecho.
—Alcanzar la madurez creativa, como me acaba de contar, ¿permite relajarse un poco, bajar la guardia?
—No. Y menos conmigo mismo. Lo que me permite esto es mirar las cosas con cierta distancia. Nunca me relajaré porque relajarse es perder la tensión y la tensión es necesaria para cualquier ejercicio. A mí hacer fotos me tensa. Además, todo lo hecho con anterioridad no vale. El ejercicio vuelve a comenzar con la nueva imagen.
–¿Usted entonces es de los que morirá con las botas puestas?
—Puede que llegue un día que me canse. Eso no tiene importancia. Soy consciente de que cada vez me encuentro más limitado: los equipos son los que empleo, mis fuerzas... Eso sí: haré hasta el último momento fotografía analógica. Me fascina cómo el analógico me permite soñar, el laboratorio... Además es que es táctil, huele... Ahora las cosas se complican con las nuevas tecnologías, la inteligencia artificial, que va a acabar con la autoría. Eso es una barbaridad... [Hace una pausa larga]. Mira: yo sé que estoy llegando a un final. No sé lo que me queda, cuatro, cinco, diez años. Pero, por primera vez me siento liberado.
—¿Le ha empezado a hablar ya cara a cara a su muerte?
—No, con la muerte no habla nadie. Hay que tener un carácter especial para eso. Y yo soy muy miedica. Además, la muerte no me molesta en sí misma. La acepto. Lo que intranquiliza más es la enfermedad. Y la decadencia. Hace unos días me fui de Requena a Denia bajo la lluvia en la moto con 67 años. Iba con el miedo de coger una pneumonía que flipas. La moto se movía. ¡Ostias! ¡Ostias! Cuando llegué, pensé: «Lo he hecho». Pero podría haber sido la última vez. Me sentí poderoso en Denia. Estaba empapado. En el barco hasta Ibiza fui con el pantalón quitado bajo el secador de manos.
![Imagen principal - IImágenes en La Térmica. Arriba, 'Mascara bizarro'. Sobre estas líneas, 'cicatrices en un ángel' y 'Gema frente a su horizonte'](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/06/08/Mascara_Bizarro_2021-U36707845407tWn-758x470@abc.jpg)
![Imagen secundaria 1 - IImágenes en La Térmica. Arriba, 'Mascara bizarro'. Sobre estas líneas, 'cicatrices en un ángel' y 'Gema frente a su horizonte'](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/06/08/CICATRICES_EN_UN_ANGEL-U51523420041kNp-464x329@abc.jpg)
![Imagen secundaria 2 - IImágenes en La Térmica. Arriba, 'Mascara bizarro'. Sobre estas líneas, 'cicatrices en un ángel' y 'Gema frente a su horizonte'](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/06/08/Gema_frente_a_su_horizonte-U54310056778nrr-278x329@abc.jpg)
—Reconózcalo: poderoso y cagado de miedo.
—¡No, ya no! Eso antes. El miedo es cuando vas sobre la moto. Pero es cierto que una vez empapado, las manos, las botas, la ropa, ya de lo que se trata es de aguantar. Pero tampoco tenía otra. Estos sacrificios se hacen por necesidad. Las consecuencias sí las mido, ¿eh?
—Entonces en 50 años sí que ha habido tentaciones de dejar la cámara.
—Tuve alguna época de preguntarme hacia dónde voy o que estoy haciendo. Esas dudas existenciales que tiene todo creador; pero como tengo dudas de las fotos que he elegido para exponer aquí. Sin embargo, las dudas alimentan. Las dudas son la base de la fe. Si no hay dudas no hay fe.
—¿Y en qué cree Alberto García-Alix?
—[Gran silencio]. Tengo fe en el diálogo que establezco con lo que miro. Tengo fe en mi propia mirada. Lo que ocurre es que igual que existe la fe, existe la duda. Pero aún tengo fe en la fotografía. Recuerdo que cuando me dieron el Premio Nacional, ahí sí que tuve dudas…
—¿De si nos estaba engañando?
—[Asiente fuerte con la cabeza y ríe picaronamente]. Es el síndrome del impostor que tenemos todos y constantemente. Y lo peor fueron las dudas: «Ahora, ¿qué se hace?». «¿Qué se espera de mí?». Además es un galardón que jamás pensé que me otorgarían. Claro que he tenido momentos de crisis, cuando dejé las drogas, me fui a París, tenía que curar mi hígado, el tratamiento de interferón… Sí que he tenido dudas. Lo que ocurre es que la única manera de superar las dudas es con el trabajo. Me cuesta mucho escribir, los guiones de las películas, ahí no tengo defensas, con la imagen sí. Lo que digan los demás, también te digo, me lo paso yo por los huevos.
—Se le conoce fundamentalmente como retratista, pero ha cultivado otros géneros. ¿Incluso en esos momentos se está retratando?
—Siempre. Para mí retratar es una posición ética en el mundo. Pero me posiciono ante una persona o ante una flor. La función es 'retratar'. Hay un cambio con las dobles exposiciones porque entonces no 'retrato', sino que 'reinvento'. Pero retrato haciendo una naturaleza. Es una posición moral el retrato. Como es una posición en el espacio. Hay fotos que miro a través de la cámara y me digo que están bien, pero hay otras que llenan, que las entiendes, que dialogas con lo que tienes en frente. Miro por el objetivo y sé si la foto tiene misterio, si tiene vértigo, si tiene hasta cierto miedo o erotismo. Si te fijas, mis retratos son siempre muy limpios. Siempre limpio la escena. Lo que quiero es que el espectador concentre la mirada en lo que yo deseo que mire. Es el sujeto el que ocupa el espacio, y el espectador encuentra rápidamente sus ojos. Creo además que lo bonito es que he dejado una galería de personajes, de españoles ante la Historia.
«La muerte no me molesta. La acepto. Lo que me intranquiliza más es la enfermedad»
Y sigo. El retrato siempre me ha parecido un ejercicio fascinante. Quizás porque me eduqué desde que comencé con las imágenes de Richard Avedon, de Diane Arbus, mis maestros. Luego los olvidas. Fue en 1981, al salir del ejército, cuando yo empiezo a intuir el poder de la foto. Algo que ya presagié en la soledad del laboratorio. Fue en una exposición de August Sander que yo descubrí el poder del hecho fotográfico. Esa exposición, en 1981, me marcó. Fui cuatro o cinco veces a verla. Me conmovía el poder de su mirada, la independencia de sus retratos. Quizás si no me hubiera enamorado de ese tipo de fotos en ese comienzo y hubiese visto la obra de por ejemplo, Lee Friedlander, mi trabajo ahora sería otro. Pero así es la vida.
—A veces no se puede elegir.
—Yo lo hice. Yo quería fotografiar a cazadores de tigres con la escopeta y el cadáver del animal a sus pies, como Sander retrataba al zapatero alemán. Yo quería ese naturalismo, que luego da un paso más cuando conozco la labor de Arbus o Avedon. Perseguí ese tipo de sujetos, te iba a decir que sin artificios, pero no es verdad, porque yo siempre fui muy artificial. Más que artificial, muy manierista. Es decir: coloco. Todo tiene que estar donde yo decida. No puedes hacer sal gorda porque entonces la foto no se sujeta en el tiempo. Tengo que encontrar el punto perfecto: si retuerzo demasiado, falseo. Tengo que encontrar la virtud.
—Quizás a pocas cosas le ha sido tan fiel en la vida como a la fotografía. Y dentro de esta al blanco y negro, al laboratorio... Algún escarceo con el vídeo.
—Me llevado bien con esta otra técnica porque he hecho pocos vídeos, unos cinco, el última, hace unos diez años. Mi problema con la obra visual es que siempre parto de un guion. Es el guion el que levanta las piezas. Tengo en manos un proyecto audiovisual más complejo en el que llevo 5 años trabajando. Estuve uno entero escribiendo el guion que, cuando lo releí, no me gustó. Se convertía más en un biopic o un documental, no sobre mí, que lo que yo quería. Había perdido la subjetividad. Está parado, pero quiero en algún momento retomarlo. El problema es que no puedes estar a la vez haciendo fotos y escribiendo. Y necesito aislarme para escribir. Y para mí escribir es sufrir. Pero es que necesito arañarme para encontrar la subjetividad que busco. En esos casos, me transformo en un sufridor.
—¿Qué obras audiovisuales recoge la muestra de Albarrán?
Son tres, la película que realicé para mi exposición en el Museo Reina Sofía, para mí la más larga y la mejor, titulada 'De donde no se vuelve', en colaboración con Nicolás Combarro y todo mi equipo. Nicolás soportó buena parte del proyecto. A cambio, tuvo que aguantarme.
—También le buscó él.
—No. Nicolás Combarro… ¡Joder!… Yo escribía por las noches, por las mañana él me leía, me empujaba aún más, hasta mi desesperación. Y supo aguantar mi neura. Además, aportaba. Nicolás tiene lo que yo no tengo: yo no tengo el cerebro muy bien amueblado, que tengo el bidé en el salón, pero cada uno sabía hacer su espacio.
—Ha mencionado tres vídeos.
—El otro es el último de la trilogía 'Tres vídeos tristes' que hice en París y que se llama 'Tres moscas negras'. Ese es una carta de amor que le escribí a una mujer. Por último, el último que hice para la Maison Européenne de la Photographie.
![Imagen principal - Arriba, García-Alix en La Térmica. Sobre estas líneas, 'Retrato de Bernardo' y](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/06/08/ALIX_JOSE_BAEZ-U72376327847SLl-758x470@abc.jpg)
![Imagen secundaria 1 - Arriba, García-Alix en La Térmica. Sobre estas líneas, 'Retrato de Bernardo' y](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/06/08/RETRATO_BERNARDO-U86850185143UiA-464x329@abc.jpg)
![Imagen secundaria 2 - Arriba, García-Alix en La Térmica. Sobre estas líneas, 'Retrato de Bernardo' y](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/06/08/Ana_Curra_2019-U65002612566Hcm-278x329@abc.jpg)
—Ni siquiera le ha sido fiel a las galerías. Se estrena en esta…
—¿Qué es la fidelidad exactamente?
—¡Esa respuesta es muy gallega y usted es de León!
—Naci allí, pero no vivo en León…
—Lo importante es 'haber amado'. Solo así se puede ser fiel o leal.
—Eso sí. Me siento un privilegiado en ese sentido. Soy amigo de todas mis ex parejas, las considero familia. No construyo mundos de odio. No dejo heridas. La mayor virtud es la bondad. Es la que alienta a las demás. Yo me siento un hombre bondadoso, me sé generoso y bueno. También en parte por las circunstancias que han alimentado mi obra. Son amigo de mis amigos aunque la vida nos haya llevado por caminos diferentes. Gente que siguió por ese horror vacui que son las drogas, sigo siendo amigo, y camarada. No he cambiado mi posición vital. La bondad es la que me hace propietario de una mirada determinada. No soy rencoroso ni envidioso. Eso sí, soy como el día, apasionado, entusiasta y vehemente. Se tarda toda una vida en descubrirse a uno mismo. Pero se llega.
—¿Le gusta lo que ve?
—No.
—¡Vaya! Sí que es exigente, sí.
—Me gusto en mis virtudes, pero me doy miedo en mis defectos. Soy de los que tiran la casa por la ventana. Pero es que no he podido evitar nunca la pulsión de saltar al vacío.
—Coincide esta muestra con otra grande en La Térmica. ¿Hay paralelismos entre ambas citas?
—Hay cierto paralelismo porque también está la máscara. Su título es 'Expresionismo feroz', una cita que se pensó para Moscú, su centro de fotografía, que en Málaga se amplía con una serie de fotos para diferenciarla. Pero es una exposición que también me saca de las referencias clásicas de mi obra.
—Recuerdo que fue a la primera persona que escuché, el primer directo que seguí, cuando nos encerraron en casa por la pandemia. El confinamiento, ¿le dio a usted tiempo para pensar, para cagarse en sus muertos o para intentar salir de ahí siendo mejor persona?
—Los primeros meses de la pandemia los pasé bien en mi casa. Aprendí el valor del chándal. Y a llenar todas las horas del día haciendo algo. Yo tengo un espacio grande, me podía mover. No hice fotos, podría haber retratado la incidencia de la pandemia en mí. No enfermé entonces, cogí el covid en Francia más adelante, cuando llevé allí 'Expresionismo feroz'. Reconozco que todo lo que aconteció fue terrible. Muchos padres de amigos murieron. Perdí a una amiga… Pero no pulsó una neura en mí. Dormí con cierta tranquilidad. Quizás más preocupado por mi gente que por mí mismo.
«Sé que estoy llegando al final. No sé lo que me queda. Pero por primera vez me siento liberado»
—Dice haber visto pasar tendencias, pero sobre todo técnica. Y sin embargo, fuente inagotable de inspiración para muchos ha sido el Museo del Prado. También para usted. En los últimos años ¿Volverá a retratarlo?
—El Prado es un sitio para aprender hoy. Cuando era jovencito, me llevó mi madre, luego volví con el colegio, con un par de amigos más tarde… Pero no fue hasta el encargo de la Fundación de Amigos del Museo del Prado que me permití una nueva mirada. Fue un trabajo apasionante. A mí me gusta mucho la Historia, de forma que encontré en ello un hilo conductor. Es una gran escuela de retratos. Los de Antonio Moro me parecieron fascinantes. De hecho, son tan buenos que el de la Duquesa de Feria me tenía atrapado, no importaba el lugar que ocupara yo en la sala: me seguía mirando. Y me sonreía con picardía. ¡Joder, qué poder! Hablamos de un cuadro hecho en el siglo XVI.
Allí aprendes, aprendes dónde el pintor coloca los ojos, las manos, los claroscuros, la naturalidad… Velázquez hace fácil el retrato, su naturalidad sorprende. Hay cuadros allí que me convulsionaban y tocaban mi tecla mística. No te digo nada del 'Descendimento' de Van der Weiden. ¡Qué privilegio tener en España un museo como el Prado! Hasta Goya es impecable, luego el XIX español me interesa un poquito menos.
—¿Y el arte contemporáneo? ¿Cómo se lleva con él?
—Me interesa todo aquello que me emocione, no importa la época. En España tenemos la suerte, sobre todo en fotografía, de contar con una calidad extraordinaria. La foto de los últimos 40 años es extraordinaria: una Isabel Muñoz, un Castro Prieto, actualmente un David Jiménez... Chema Madoz, Cristina García Rodero… No puedes parar de nombrar. Y yo conozco lo que se hace fuera.
—Se le han puesto mil etiquetas. Algunas, como la de 'La movida' no le gusta…
—No es que no me gusten. Es que no son verdad.
—La pregunta va por ahí: ¿Conocemos realmente a Alberto García-Alix?
—Yo conozco a uno, y tú puedes conocer a otro. Y al que yo conozco lo conozco mal, porque siempre estoy sujeto a cambios. Ahora que salió el primer volumen del 'Archivo Nómada' conoces al García-Alix de aquel momento, pero yo he cambiado. Todos cambiamos. El cambio es necesario.
![Alix, antes de la entrevista](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/06/08/1466392954-U85331245284ovy-624x350@abc.jpg)
—Mira que hemos hablado veces y hoy es la que le percibo más sincero.
[Se ríe]. A mí me la suda todo ya… El problema que tengo es que se me descontextualiza con facilidad cuando hablo. Si me preguntas por política, te digo lo que pienso, y ya le hemos cagado. Los titulares son matadores. No soporto tampoco que hagan literatura. Digo las cosas y parecen verdades absolutas, y no es así.
—¿Qué queda por hacer o que vamos a hacer ahora?
—Iba a decir una barbaridad, pero te lo cambio por un seguir intentando. Seguir de pie. Seguir vivo. Mientras tenga fuerzas y ganas, la vida es un gran viaje. Es fantástica. Soy un privilegiado, he tenido mucha suerte. Empecé en un momento en el que no 'había fotos', sin referencias, sin cultura fotográfica… durante muchos años no sabía nada e hice imágenes. Pero tuve la suerte de estar en el momento adecuado en el sitio justo… Y con el talento necesario. Y con estrella. Aquí la llevo [me muestra uno de sus tatuajes].
—Para que no se le olvide.
—No: Para que no se me cayera. ¡Para que no se me cayera!
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