PUNTO ROJO

Tracey Emin no se muere

La británica se enfrenta a un cáncer con optimismo creativo

Emin, junto a la famosa cama de desechos que le dio fama mundial AFP

Tardé mucho en comprender que Tracey Emin «mostraba una herida». Pensé, desde la cima de mi estupidez, que su comportamiento no era otra cosa que retro-punki o hasta fruto de un e xhibicionismo pseudo-provocador . Me dejan frío los mediáticos ... Young British Artist , algunos de ellos idiotas vocacionales. En vez de shock , lo que generaban en mi mente «empanada» eran bostezos preocupantes.

La imagen de la joven Emin acercando a su coño billetes y monedas me parecía un descarado reflejo de su afán de ser penetrada por el «fetichismo de la mercancía» . Me equivocaba absolutamente. Fue, lo confieso, la lectura de su descarnada autobiografía Strangeland (2016) el punto de inflexión que me llevó a valorar su obra como un intenso proceso de expresión del sufrimiento.

Cuando nos conocimos fue prácticamente imposible que surgiera algo diferente al estupor, arrasado todo en el abismo del alcohol, cimentando mi prejuicio de que aquello era un obsceno «vómito». El tremendo relato que hace del maltrato y las violaciones que ha sufrido me permitió «punctualizar» su dolor.

La cama deshecha, la tienda de campaña con los nombres de los amantes o los neones son sedimentos de un amor desagarrado , síntomas de la melancolía contemporánea. La estética que nos corresponde es peor que anestésica, podríamos caracterizarla como «infértil», algo que se revela tanto en las obras de Emin como en la película Hijos de los hombres , de Alfonso Cuarón . Los dibujos y pinturas con marcas temblorosas de esta creadora parecen descompuestos por las lágrimas. Emin, ahora enferma de cáncer, a su manera, cumple aquel imperativo que Beuys encontrara en Durero: «Muestra tu herida». El inmenso amor no correspondido que ha hecho sufrir tanto a esta mujer nos interpela como una modalidad terrible de la belleza, revelando nuestra fragilidad, deseando que pueda surgir algo feliz en un tiempo tan cruel.

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