LIBROS
Tertulias nutritivas al calor de un café
Eduardo Alaminos analiza en «Ramón y Pombo» la célebre tertulia de Gómez de la Serna en las voces de sus protagonistas

Una cierta melancolía surge tras leer este entretenido y documentadísimo ensayo que analiza el proyecto más personal del escritor y periodista Ramón Gómez de la Serna (Madrid, 1888-Buenos Aires, 1963): su famosa tertulia del Café de Pombo , que vio la ... luz en el Madrid del primer tercio del siglo XX y fue frecuentada por la vanguardia española. Melancolía por estos tiempos bárbaros que nos toca vivir, embozados por culpa de una pandemia mientras resuenan en nuestros oídos debates de un nivel ínfimo, pura charcutería ideológica. El placer de la conversación serena y civilizada parece sepultado por la ruidosa tempestad de las redes sociales y los artefactos audiovisuales.
Su mejor greguería
Señala Eduardo Alaminos López (Madrid, 1950) en Ramón y Pombo. Libros y tertulia (1915-1957) (Ediciones Ulises) que la sagrada cripta del Pombo y la tertulia nos siguen interesando «como uno de los acontecimientos más apasionantes de la cultura literaria y artística de aquella Edad de Plata». Trabajo concienzudo, pleno de lecturas y referencias, el de este experto en Museología y apasionado de Gómez de la Serna.
La invención de la tertulia en el hoy desaparecido café y botillería situado en el número 4 de Carretas , «la calle más turbulenta de la ciudad», junto a la Puerta del Sol, fue la greguería más ingeniosa de Ramón. Un local poco glamuroso , de techo bajo y modesta decoración, con visillos de encaje que le daban un aire casero, iluminado por lámparas de gas y sin calefacción, aunque con servicio de limpiabotas. Josep Pla lo describió como «un café silencioso y ochocentista, con mesas rectangulares de mármol para cuatro personas, alargado, con forma de túnel, de techo abovedado y unos espejos anacrónicos en las paredes». Mesas esgrafiadas por los propios tertulianos , como Valle-Inclán , que al ser preguntado por el anfitrión sobre qué hacía, el chispeante gallego contestó: «Dibujos rupestres. Frente a estos mármoles se siente uno vivir en el neolítico».
Fue uno de los acontecimientos más apasionantes de la cultura literaria y artística de su tiempo
«Europa -escribe Vargas Llosa en el prólogo al libro de George Steiner La idea de Europa , editado por Siruela- es ante todo un café repleto de gentes y palabras, donde se escribe poesía, conspira, filosofa y practica la civilizada tertulia». Esta es una de las numerosas voces que recoge Alaminos en su obra. Voces de los que evocan; de los pombianos («robinsones poéticos» para Ortega): José Gutiérrez-Solana -autor del célebre cuadro La tertulia del café de Pombo, hoy en el Museo Reina Sofía-, Tomás Borrás , Manuel Abril , José Bergamín , Mauricio Bacarisse , Salvador Bartolozzi ...; de coetáneos que pisaron área - Picasso , Diego Rivera , Borges , Ortega , Camba , González-Ruano , Salaverría - y, por supuesto, del propio Ramón, que le dedicó dos libros, Pombo (1918) y La sagrada cripta de Pombo (1924).
«Cuando yo elegí Pombo, lo hice para jugar a los anacronismos y porque en ningún sitio iban a resonar mejor las modernidades que en aquel viejo sótano», escribió. Una ocurrencia muy ramoniana: al meterse en el más vetusto de los cafés quería «provocar las novedades de la invención y predicar a los escritores nacientes la buena nueva y su fe en el futuro».
En 1942, tras el exilio de Ramón a Argentina y desaparecida la tertulia, el café cerró para habitar en la memoria.
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