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MÚSICA

«Sticky Fingers», cuando el periodismo era «rock and roll»

Jann Wenner puso en órbita la escena contracultural en 1967 con «Rolling Stone». Aparece ahora una biografía en español del visionario editor

El editor Jann Wenner en una imagen actual, rodeado de portadas de la mítica revista
Jaime G. Mora

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Jann Wenner necesitaba un nombre para su revista. Había pasado el verano del amor, el verano hippie de 1967 que reunió en San Francisco a decenas de miles de jóvenes en el primer festival al aire libre de la historia del «rock». ¿Qué título identificaría mejor a esa revolución contracultural que tenía como faros las drogas y la libertad ? ¿«New Times»? Los Beatles se habían dejado crecer las barbas. Bob Dylan ya vestía sus versos con música «rock». ¿Por qué no «The Electric Newspaper»? Los Rolling Stones se pavoneaban por escenarios de todo el mundo. ¿Y «Rolling Stone»? Muddy Waters compuso una canción con ese nombre. Dylan se convirtió al «rock» con «Like a Rolling Stone».

- ¿Qué te parece «Rolling Stone»? -le sugirió Ralph Gleason , cofundador de la revista, a Wenner-. «Rolling Stone»: piedra que rueda no cría musgo. Un antiguo proverbio inglés que se aplicaba a los culos inquietos que no sabían permanecer mucho tiempo en el mismo sitio.

Wenner solo tenía 21 años, pero mucha labia , cuando reunió 7.500 dólares para levantar una revista de San Francisco que se dedicaría por entero a la música y a la crítica. Lo que comenzó con la apariencia de un periódico serio, una sucesión de columnas en blanco y negro sin encanto, se convirtió en una cabecera de referencia, con reportajes largos y escandalosos , con artículos sobre la liberación sexual y las drogas, y siempre a la vanguardia de las nuevas modas. Fue el alimento de una legión de fanáticos del «rock» colocados, la generación entre la píldora y el sida para quienes el sexo tenía la misma trascendencia que un apretón de manos.

Riesgo y ambición

«Desde 1971 a 1977, Jann Wenner fue el editor de revistas más importante de EE.UU.», escribe Joe Hagan en «Sticky Fingers» (Neo-Sounds), la extraordinaria biografía del editor que aparece ahora en español. Wenner vio en el periodismo un «pase vip para convertirse en quien anhelaba ser»: un agitador que acumuló casas de lujo y viajaba en avión privado. Eso fueron los sesenta: un negocio. En el álbum fotográfico de aquel joven tímido que ocultaba sus orígenes judíos y su homosexualidad no falta ni una sola de las principales estrellas del último medio siglo.

Wenner consiguió las mejores firmas para su publicación, como Tom Wolfe y Annie Leibovitz

Wenner puso en órbita la escena contracultural de San Francisco y, cuando el «rock» se empezó a anquilosar, en los setenta, trasladó la revista a Nueva York para pegar un nuevo revolcón, esta vez al nuevo periodismo. Con las crónicas «gonzo» de Hunter S. Thompson , «Rolling Stone» estrenó un estilo de escritura que convirtió a la cabecera de Wenner en la revista más arriesgada y ambiciosa de la época. El periodismo era «rock and roll». Thompson publicó con Wenner los reportajes de «Miedo y asco en Las Vegas» y cubrió la campaña presidencial del 72 con una imprudencia contagiosa. «La reinvención en torno a Hunter sería casi tan importante como la propia concepción original de la revista», escribe Hagan.

El autor de «Sticky Fingers» recibió del propio Wenner el encargo de escribir su biografía. Lo entrevistó durante horas y accedió a su correspondencia, documentos, grabaciones y fotografías. Pero, cuando Wenner leyó el libro, se sintió «traicionado» . Hagan no ahorraba detalles sobre su agitada vida sexual, que incluía relaciones extramaritales con hombres y orgías en su mansión , ni sobre su adicción al alcohol y la cocaína. «A pesar de que hubo periodos en los que fueron muy dañinas, Jann obtuvo muchísimos beneficios gracias a las drogas -dice un colaborador de Wenner-. Quizá uno de ellos fue Hunter. Él era capaz de entenderlo».

El foco en Hollywood

Wenner consiguió que las mejores firmas escribieran para él. Tom Wolfe publicó en «Rolling Stone» los reportajes sobre la carrera espacial que luego agruparía en «Elegidos para la gloria» y, también en varias entregas, los capítulos de «La hoguera de las vanidades». Annie Leibovitz consiguió desnudar con su cámara a las estrellas que retrataba. Fue Leibovitz quien capturó el beso de un John Lennon acurrucado y desnudo a Yoko Ono, pocas horas antes de que lo asesinaran. La imagen salió en portada, sin texto, solo con el logo de la revista.

En los ochenta Wenner focalizó su interés en las estrellas de Hollywood: «Todo el mundo se había vuelto loco por Hollywood». Para entonces la revista era «una parte MTV, una parte «Rolling Stone» de los sesenta, todo ello aderezado con una pizca de polémica izquierdista». Con el éxito, mientras se dedicaba a entrevistar a los presidentes de EE.UU., Wenner perdió su olfato y no supo ver el ascenso de los nuevos ídolos pop o la incidencia del «hip-hop» e internet. En los últimos años siguió publicando reportajes de relevancia mundial, como el que provocó el relevo de un general del Ejército o la entrevista de Sean Penn al Chapo Guzmán , pero las malas decisiones empresariales, la crisis y el declive del mercado de las revistas acabaron con su reinado. En 2017, coincidiendo con el cincuenta aniversario de la revista, Wenner claudicó y vendió su participación de «Rolling Stone».

«¡Hay tantas cosas maravillosas que nunca verán la luz! -lamentaba-. Y la culpa es de esta era digital, que es la cosa más deprimente del mundo. El final de los días de gloria de las revistas».

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