CINE
¿Qué hay de nuevo, viejo?
«Animación.es», auspiciada por el Museo ABC, da pie a trazar una historia sentimental de un imaginario infantil compartido por varias generaciones
![Personaje de «Love, Death & Robots»](https://s3.abcstatics.com/media/cultura/2021/02/05/love-death-kV8H--1248x698@abc.jpg)
Es el momento de utilizar el pretexto de Montaigne para escribir sobre lo que tengo más a mano (yo mismo), para tratar de animarme pensando en eso que ahora llaman animación y, en mi lejana infancia, eran lisa y llanamente «los dibujos». ... Aprendí a leer con Mortadelo y Filemón , aunque tal vez lo que más me influyera para mis presentes delirios de « gamer andorrano» fuera el extraordinario arte del disfraz del calvo metamórfico . Merendaba en la calle, saltaba a pídola (un salvaje juego para romper la columna a los enemigos), lloraba cuando me rompían el trompo, tiraba a la basura el yo-yo, y, sobre todo, ahorraba para comprar tebeos.
El listo del parvulario
Pasé horas aventureras con El Jabato , me reflejé en el rubio de Zipi-Zape y hasta me sirvió la colección Héroes en Zapatillas para convertirme en el «listo» del mundo parvulario. El jefazo de todo aquel mundo de dibujos penosamente grapados era Ibáñez , al que sigo considerando como uno de los artistas más grandes de la desértica historia cultural tardofranquista . Conservo como un tesoro mi colección de la revista Pulgarcito y, si el tiempo no se me fuera entre las manos, trataría de escribir todo lo intensamente que pudiera sobre lo que todavía nos enseña 13 Rue del Percebe como fascinante «desnudamiento» de sociología urbana o, para delirar un poco, de proceso «deconstructivo» de la toxicidad vecinal hasta llegar a la caspa que nadie barre debajo de los felpudos de viviendas claustrofóbicas.
En mi banda sonora nostálgica se impone aquel anuncio de Vamos a la cama que se emitía a una hora en la que los niños estaban todavía sin cenar, dispuestos para acostarse a las tantas. Prefería dar vueltas en bici por Plasencia a ver la tele o liarme a dar patadas sin criterio al balón en la calle con los amigotes. Con todo, no dejaba de tragarme horas de televisión , y así me calcé la integral de Disney , que siempre me pareció «pastelero», apta para los que eran de lagrimita fácil. Gocé, casi como un «perverso polimorfo» con Heidi y tengo más fijado en la memoria aquello del «Abuelito, dime tú» que la deducción trascendental de las categorías de Kant.
Pronto me agoté de l as trastadas del Correcaminos al Coyote , me caía mal Bugs Bunny y el acento «latino» de Scooby-Doo favorecía que saliera escopeteado hacia los muros del psiquiátrico cercano donde podíamos hacer todo tipo de tropelías cuasi-delictivas.
![Cleo, de «La familia Telerín»](https://s2.abcstatics.com/media/cultura/2021/02/05/telerin-kA2D--220x220@abc.jpg)
Gente de «Barrio»
Las primeras lecciones magistrales las recibí en Barrio Sésamo , convirtiéndome en un fan de los amorosos Epi y Blas frente a la calabaza Ruperta de Un, Dos, Tres , que es uno de aquellos concursos de pesadilla que no quiero que retorne como lo habitualmente reprimido.
Lo que intentaba todas las noches era que me dejaran ver una peli de las «calificadas» con dos rombos e incluso quiero recordar (seguramente sea algo que he «fabulado») que El quimérico inquilino mereció tres, lo que conllevó a que se convirtiera para mí en una obra referencial, un ejemplo de lo siniestro freudiano.
En los ochenta no tenía ya ningún deseo de «animaciones», cuando en la calle podía quedar «enamorado de la moda juvenil». Los años de La Movid a favorecieron una explosión de talento en el cómic. Yo era un fanático de El Víbora y, en aquel debate que se hizo sobre la «línea clara», me puse en contra de los «tintinólogos».
El soniquete de D'Artacán y los tres mosqueperros o el de La vuelta al mundo de Willy Fog son contemporáneos del año del «tejerazo», la llegada del PSOE al poder y de aquel mundial de fútbol con Naranjito como mascota. Prácticamente todo eso era insufrible, más viejuno que el «viejo profesor». De aquellos años de Transición y pactismo , rememoro con admiración las tiras de Peridis, especialmente cuando retrató a Suárez cargando la columna, las ocurrencias de Forges que siguen vigentes, las magistrales viñetas de Mingote o el surrealismo de OPS que, desde que se convirtió en El Roto , demostró que, en una época descosida, siempre da puntada con hilo.
Tuve que pegarme el verdadero atracón de dibujos animados cuando mis hijos eran pequeños en un eterno retorno de Fantasía , sirenas cursis, magos de pacotilla, historietas de amoríos bestiales y otras zarandajas que me llevaron a profesionalizarme en el ronquido. Perdí la cuenta de las veces que ponían Aladdín (hasta que literalmente se rompió la cinta) y puedo cantar la «intro» de El Rey León , ese drama familiar que solamente ha sido superado por «la herencia envenenada», el berenjenal de Cantora, ese extraño antro-cortijero en el que se producen sucesos para-normales. Solamente Pocahontas me inspiró momentáneamente como si allí pudiera encontrar un plegamiento multicultural . Los éxitos recientes de la animación digital española, lo confieso, apenas los he disfrutado, aunque reconozco el trabajo y el talento que sostienen producciones como Tadeo Jones o Planet 51 .
![«Klaus», último éxito de nuestra animación](https://s2.abcstatics.com/media/cultura/2021/02/05/klaus-kA2D--510x349@abc.jpg)
En el lado oscuro
Y aunque suene intempestivo, estoy más cerca del país multicolor de la abejita Maya que de Pocoyó , y tengo más fresco Vickie el vikingo que Klaus . Repito que tengo a Mortadelo como modelo y que prefiero el lado oscuro de los dibujos , aquella violencia que afloraba en ¿Quién engañó a Roger Rabbit? a la sensiblería ñoña de Bambi . Odio los coches, pero me habría gustado montar en el de los Picapiedra , aunque sin colaborar a impulsar la cosa con los pies desnudos.
A veces, exaltado sin motivo, me pongo a cantar como si fuera un himno que exorcizara lo peor lo de «Soy un Gnomo». Un infame trol pretendió vejarme, sulfurado por mis delirios youtuberos, comparándome con Gargamel , sin saber que no me puede ofender cuando tengo fobia a los pitufos. Cargo con los recuerdos de la «animación» con la misma facilidad con la que Obélix ponía en circulación un menhir. En ese arte, aparentemente intranscendente, están sedimentados relatos y experiencias cruciales, ahí se tejía el paño extraño de la vida. La tarea de Penélope se enlaza con la demora de Sherezade. Larga vida a Porky Pig . «¡Eso es todo, amigos!».
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