ABC Cultural
Mujer y Cultura: entre el talento, el mérito y el sobreesfuerzo
Creadoras de distintas disciplinas ofrecen una mirada sobre cómo se ha ampliado el debate intelectual y cultural en España en las últimas tres décadas

Año 1992. España cumplía una década en democracia, formaba parte de la Unión Europea y del muro de Berlín quedaban apenas los cascotes. «El mundo era muy diferente. Las cosas sólo podían ir a mejor y abundaban las posibilidades. Los de mi generación, por ejemplo, ... fuimos los primeros en marcharnos para terminar nuestra formación en otros países. Una década antes eso habría sido impensable», dice la compositora, artista y directora de orquesta Pilar Jurado , la primera mujer en estrenar una ópera en el Teatro Real.
La cineasta Paula Ortiz tenía 13 años entonces. De ese momento recuerda la creación del Instituto de la Mujer en el que su madre comenzó a trabajar, así como el efecto que eso produjo en su entorno: «Tras el franquismo irrumpió una ola muy fuerte entre las mujeres, que se veían con campo abierto para desarrollarse. En las conversaciones entre mi madre y sus amigas surgían temas como la emancipación económica, la libertad para trabajar y crear».
Dos años más tarde, en 1995, la directora de ‘La novia’, la película con más nominaciones al Goya en 2016, presenció un montaje de ‘Romeo y Julieta’ dirigido por Helena Pimenta. «Aquello supuso una explosión para mí. Fui a verla tres veces», recuerda. Entonces ignorante del efecto que causaría su teatro en la futura realizadora aragonesa, Pimenta trazaba desde su compañía Ur Teatro las líneas maestras de una dramaturgia que la convertiría en la primera mujer en dirigir la Compañía Nacional de Teatro Clásico.
«Entre los temas que se trataban en el escenario hace treinta años no era habitual que las obras fuesen leídas con sensibilidad hacia el mundo femenino», reconoce Pimenta. «A lo largo de mi carrera siempre miré como mujer. No podía evitarlo. Ya fuesen los personajes de Shakespeare o de teatro contemporáneo, siempre incorporé mi conocimiento y conciencia de lo femenino», añade la Premio Nacional de Teatro 1993.
Treinta años de cambios
El tiempo ha pasado y se nota Ha transformado no sólo las carreras de quienes se abrían paso en la España de los años noventa, también ha tenido un impacto directo en la reflexión social y política asociada, tal como apunta la directora de la Academia de la Historia, Carmen Iglesias: «Indudablemente lo que nos preocupó a la franja generacional a la que pertenezco ha cambiado muchísimo desde el comienzo de la democracia, que fue el momento del pistoletazo de salida de las mujeres». «Todavía había un ambiente donde la revolución femenina llegaba solo a ciertas élites, nosotras intentamos que llegase a todas. Sin duda el tema de mujeres maltratadas nos preocupaba mucho, y trabajamos a fondo», añade la académica. «Es una larga marcha con retrocesos a veces autoritarios, nuestra libertad está unida al estado de derecho y la democracia».
Silvia Querini trabaja en el sector editorial desde hace cuarenta años y aunque reconoce que se mantiene aún una mirada masculina sobre la literatura escrita por mujeres, reconoce y señala de qué forma «las autoras mujeres han hecho sentir su voz». En cuanto al cuidado de un catálogo y a la búsqueda de una buena apuesta editorial, las autoras, insiste, «ahora pisan fuerte en el mercado y las editoras procuramos poner en valor su competencia. Ya no hay temas ni géneros exclusivamente reservados a las mujeres y viceversa».
Desde los años sesenta, el sector editorial ha tenido mujeres relevantes: desde las históricas Beatriz de Moura o Esther Tusquets hasta Carmen Balcells. En la actualidad, en España, siete de cada diez editores son mujeres. Las agentes literarias, 'scouts' y directoras editoriales más importantes, también. Muy distinta es la realidad en otros ámbitos.
Puestos de decisión
A lo largo de los más de cien años de existencia de la Dirección General de Bellas Artes, solo dos mujeres han ocupado ese despacho, asegura María Dolores Jiménez Blanco, historiadora del arte y vocal del Patronato del Museo del Prado. Para Jiménez Blanco, la incorporación femenina en el sector desde los museos y los archivos hasta las universidades, las galerías o la creación artística es un hecho. El problema es que los puestos de decisión más relevantes «en muy pocas ocasiones son ocupados por mujeres».
Jiménez Blanco coincide con Pilar Jurado, quien además de su actividad creativa, ha desempeñado cargos de responsabilidad como la dirección de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE). La clave para la artista musical sigue siendo la capacidad de superar barreras. «De mí han dicho que he roto muchísimos techos de cristal. Si lo hice fue porque no los veía. Venía de un entorno y una familia que no tenía nada que ver con la música. No podemos auto limitarnos. No tenía miedo a enfrentarme a mundos teóricamente masculinos, porque nadie me dijo que no se podía hacer».
Si el obstáculo más visible hace treinta años era la ausencia de espacios de decisión para las creadoras, hoy es la falta de recursos económicos la que lastra esa posibilidad. Las secuelas de la crisis económica de 2008 y la incertidumbre desatada por la pandemia han hecho diana en la cultura, un asunto que afecta tanto a hombres como mujeres, aunque dependiendo de la industria cultural tiene unos efectos más o menos evidentes. «Cuando hay incertidumbre, el papel de la mujer se relega. El cine implica un gran esfuerzo técnico, creativo y, sobre todo, financiero. Es muy difícil ver a una mujer al frente de una superproducción», plantea Ortiz.
A la anterior se suma la dificultad de conciliar la actividad creativa con las decisiones vitales, lo cual implica un «sobreesfuerzo», para sacar adelante una obra. A pesar de esos aspectos concretos, el balance es positivo. «Temáticamente hemos ganado mucho, a veces hay un exceso de tema femenino que en ocasiones puede ser oportunista, pero considero importante y me interesa que formemos parte de la ficción, de la literatura y la poesía como protagonistas, de la misma forma en que los hombres lo hacen », asegura Pimenta, quien llevó a escena ‘La vida es sueño’, con un Segismundo interpretado por Blanca Portillo, y que fue aclamada por la crítica .
Exégesis del MeToo
«A mí no me gusta en lo que se ha convertido ese movimiento», asegura Pilar Jurado sobre el MeToo. La beligerancia y ofensiva hacia lo masculino desvirtúa, según ella, la discusión original sobre la creación. No se trata de excluir, sino de reunir en igualdad de oportunidades. Paula Ortiz tampoco se siente representada en lo que podría identificarse como un sentido del agravio o revancha con respecto a la masculinidad.
En una lectura de conjunto, Carmen Iglesias apunta que no hay ganancias absolutas en la historia. «Nada es perfecto. Indudablemente se han exacerbado algunos aspectos y tendrá que volver a su equilibrio, de lo contrario no tiene sentido. Cuando no vivimos los procesos, pensamos que lo que tenemos hoy es algo natural y por supuesto nada se consigue sin esfuerzo. Es bueno que las nuevas generaciones conozcan la historia de verdad, paso a paso», asegura.
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