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Memorias de un Premio Nobel

La infancia y juventud del último Premio Nobel, el poeta sueco Tomas Transtromer, caben en «Visiones de la memoria», que publica la editorial Nórdica. Recuerdos tempranos al hilo de la II Guerra Mundial

Tomas tranströmer

«Mi vida.» Cuando pienso estas palabras veo frente a mí un rayo de luz. En una aproximación mayor, el rayo de luz tiene la forma de un cometa, con cabeza y cola. La extremidad más intensa, la cabeza, es la infancia y los años de crecimiento . El núcleo, su parte más densa, es la más temprana infancia en la que los rasgos más importantes de nuestras vidas se definen. Intento recordar, intento deslizarme hacia allí. Pero es difícil moverse en esas densas regiones, es peligroso; siento como si me acercase a la muerte. Hacia atrás el cometa se adelgaza –es la parte más larga, la cola. Se hace más y más densa pero también cada vez más ancha–. Ahora estoy en el extremo de la cola del cometa, tengo sesenta años cuando escribo esto . [...]

El recuerdo más temprano que puedo registrar es un sentimiento. Un sentimiento de orgullo. Acabo de cumplir tres años y alguien dice que esto es muy importante, que ahora ya soy grande. Estoy acostado en una habitación luminosa y luego me levanto y camino sobre el piso, increíblemente consciente de que me estoy volviendo grande. Tengo una muñeca a la cual he puesto el nombre más hermoso que pude encontrar: Karin Spinna . La trato maternalmente. Ella es más bien una compañera, o un amor.

El recuerdo más temprano que recuerdo es un sentimiento de orgullo

Vivimos en el barrio de Söder, Estocolmo; la dirección es Swedenborgsgatan 33 (ahora se llama Grindsgatan). Papá está aún en la familia, pero pronto la abandonará. El estilo de vida es bastante «moderno»: desde chico he tuteado a mis padres. [...]

El abuelo, Carl Helmer Westerberg, nació en 1860 . Él era piloto náutico y mi amigo cercano, 71 años mayor que yo. Extrañamente, él tenía la misma relación de edad hacia su propio abuelo, que por lo tanto había nacido en 1789: asalto a la Bastilla, Motín de Anjala, Mozart escribe el Quinteto para clarinete. Dos zancadas similares hacia atrás, dos largas vidas, aunque no tan largas. La Historia se puede tocar. [...]

Un muchacho flaco

Era la primavera de 1940 . Yo era un muchacho flaco de nueve años que se inclinaba sobre el mapa de la guerra en los diarios, en donde las ofensivas de las divisiones acorazadas alemanas estaban representadas con flechas negras. Las flechas penetraban en Francia y vivían también como parásitos en nuestros cuerpos, enemigos de Hitler. Yo me contaba realmente entre ellos. ¡Nunca estuve tan seriamente comprometido en política!

Provoca un sentimiento de ridículo el escribir sobre el compromiso político de un niño de nueve años, pero no se trataba de política en el sentido habitual. Fue así como participé en la guerra . Sobre cuestiones sociales, sobre clases, sindicatos, economía, reparto de los recursos, socialismo versus capitalismo, etc.: yo no tenía una idea de estas cosas. «Comunista» era la denominación de una persona que defendía a Rusia . «Derecha» era algo sospechoso porque parte de este partido simpatizaba con Alemania. Lo que yo entendía, por lo demás, de la derecha, era que uno la votaba si era rico. Pero ¿qué se quería decir exactamente con ser rico?

Había que orinar en un recipiente que la madre arrojaba en el desagüe

Algunas veces fuimos a cenar a casa de una familia que describían como rica. Vivían en Äpperlviken, el señor de la casa era mayorista. Una gran casa, servidumbre vestida en blanco y negro. Noté que el niño de la familia [...] tenía un fantástico y enorme auto de juguete, un coche de bomberos, muy fascinante. ¿Cómo se conseguía uno así? Por un instante apareció la certeza de que la familia pertenecía a otra clase social [...].

Otro recuerdo: durante una visita a casa de un compañero de clase, me asombro al descubrir que en su casa no hay inodoro sino una letrina como la que nosotros teníamos en el campo. Había que orinar en un recipiente que la madre arrojaba en el desagüe de la cocina. Un detalle pintoresco. Por lo demás, no pensé que la familia de mi compañero tuviese carencias. [...]

Pro-nazy o ante-nazi

Mis instintos «políticos» estaban enfocados directamente hacia la guerra y el nazismo . Para mí se trataba de ser pro-nazi o anti-nazi. La extendida tibieza de los suecos , el oportunismo incipiente, eran cosas que yo no entendía. Yo lo interpretaba como un apoyo no formulado a los Aliados, o como nazismo disfrazado. Cuando me daba cuenta de que alguna persona que me agradaba era «amigo de Alemania» sentía inmediatamente una terrible presión en el pecho . Todo terminaba allí. Ya no podíamos tener cosas en común. [...]

A papá lo veía rara vez durante los años de la guerra. Pero un día apareció y me llevó a un banquete de colegas periodistas. [...] Yo desaparecí y anduve examinando los anaqueles de la casa extraña.

Allí había un libro recién aparecido, «El martirio de Polonia ». Documental. Me senté en el suelo y lo leí de cabo a rabo, mientras las voces sonaban por encima de mí. El terrible libro –que nunca más he visto– contenía mis temores, o tal vez lo que esperaba. ¡Los nazis eran tan inhumanos como me los imaginaba, y más! Leía con fascinación y náuseas y al mismo tiempo crecía en mí un sentimiento de triunfo: ¡Yo tenía razón! Todo estaba en el libro, estaba probado. Un día todo sería revelado, los que dudaban verían un día la verdad desnuda. Era solo cuestión de esperar. Y así sucedió

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