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José Luis Garci - TELEGRAMAS CINÉFILOS

El cinéfilo Hopper

El artista fue uno de los nuestros. Si tuviera que elegir uno de sus cuadros, me inclinaría por 'New York Movie'

‘New York Movie’, de Edward Hopper, fue pintado entre 1938 y 1939

José Luis Garci

Hace unos días, concretamente el 24 de diciembre, Nochebuena, leí -en ABC Cultural - una de las magníficas 'Iluminaciones', otra más, de mi querido Pedro Cuartango , esta vez dedicada a profundizar en Edward Hopper , uno de los más extraordinarios pintores norteamericanos ... del siglo XX. También uno de mis artistas preferidos desde hace cientos de cuadros. Decía Pedro que Hopper, más aún que por su técnica, revolucionó la pintura de su tiempo por su forma de mirar la realidad . Es cierto. Asimismo, esa manera de escudriñar el alma de unos seres que casi siempre suelen estar solos, sobre todo cuando se hallan acompañados, le acerca al sosiego de Velázquez . Mi amigo Pedro, con gran acierto, centraba su texto en 'Nighthawks' (nosotros lo conocemos como 'Halcones en la noche' o 'Noctámbulos'), para muchos críticos, expertos y aficionados, la obra maestra del gigante (Edward medía dos metros de altura) de Nyack, una tranquila localidad pegada a Nueva York. 'Nighthawks' nos muestra una cafetería de madrugada en la que destacan tres clientes y el camarero. Los cuatro están ensimismados, como en otra dimensión. Vemos la escena a través de una enorme cristalera. La calle está vacía. De las tres veces que he estado en Chicago, en dos ocasiones me detuve varios minutos ante estos seres desesperanzados del bar , ante esta obra capital, y ya mítica, de nuestra cultura contemporánea. Se expone en el Instituto de Arte de la ciudad del viento. Imposible saber lo que cotizaría hoy en Sotheby's o Christie's. Sin embargo, si tuviera que elegir un cuadro, uno solo, del maestro, me inclinaría por 'New York Movie' , en el que una pensativa acomodadora rubia (que se da un aire a Jessica Chastain , o yo estoy más pillado por Jessica de lo que creo), nos cautiva con su presencia, que no te cansas de observar; una figura que rebosa soledad, que te perturba a la vez que te atrae. Una chica que no sabemos lo que piensa . Puede que en una próxima cita o en una cita del pasado, o si en volver a casa paseando o si al fin hará esa llamada telefónica que tiene pendiente desde hace semanas. Ignoramos si la película que se proyecta es muda o sonora, ni a qué género pertenece, ni siquiera si es un cine céntrico de Times Square o uno alejado en un callejón de Brooklyn . Con razón nos advierte Cuartango que los personajes de Hopper son siempre un enigma. Juraría que muchos de los lienzos de Hopper son como nuevos Vermeers , el pintor al que más se parece: idéntico tiempo detenido, semejante silencio, igual melancolía y un toque de eternidad sobrevolando por las miradas y el decorado. Hopper, por si fuera poco, fue 'goodfella', sí, uno de los nuestros. Un cinéfilo de la primera hora . Comenzó dibujando afiches para las películas silentes y, después, en los 30s, para los 'Ganster's films'. Es decir, un cartelista de categoría, colega de Bardasano, Ramón Casas, Herreros o Jano . Hopper fue un genio que, terminada su época de acuarelas, se lanzó a pintar telas dominadas por la quietud, y la inquietud, y que decidió llenarlas con la gente extraviada de O'Neill, con los tipos de la Depresión , aquellos de «Hermano, ¿me das un centavo?», con granjeros sin fe, mujeres solitarias, semidesnudas, que se masturban al caer la tarde en desangeladas habitaciones de moteles perdidos, y, en fin, con hombres que vigilan gasolineras sin tiendas con periódicos ni revistas ni golosinas. Precisamente, 'Nighthawks' -y 'New York Movie'- es el existencialismo de Sartre antes, en colores apaciguados, no apagados. 'Nighthawks' es la pintura que más ha influido en los decoradores de Hollywood. Y en docenas de directores. Ahí tenemos a Wim Wenders , Alan Rudolph , incluso a Billy Wilder ('Perdición'). El verano de 1995, en el Whitney Museum , disfruté de una exposición llamada 'Edward Hopper and the American Imagination'. Durante dos mañanas me encerré con Hopper en la tercera planta del museo y pude ver, finalmente, uno tras otro, los cuadros que conocía de haberlos contemplado reproducidos en libros, posters, catálogos o tarjetas postales. Además, recuerdo que el segundo piso del Whitney estaba dedicado a un ciclo titulado 'Hopper and the Cinema' , y allí, en siete u ocho televisores, podías repasar películas como 'Laura', 'Blow-up', 'Noche en la ciudad', todas beneficiadas por la estética de un nuevo realismo fantástico. [¿Sabes, Pedro? No me cuesta nada imaginarme un Hopper inspirado en tu inolvidable cantina de la estación de Miranda de Ebro, allá por los años cincuenta, en mitad de la noche, con tres viajeros taciturnos esperando el tren, todos con la mirada al otro lado del viento, transmitiendo pasmo y desconsuelo, pero rodeados por la luz convaleciente de 'Las Meninas' . Y no me olvido del camarero, claro, al que quizá tú conociste de niño. Otros 'Noctámbulos' esperando el Rápido de Irún.]

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