LIBROS
La infancia arrebatada por los nazis en la Europa ocupada
Lore Segal logró huir de Viena junto con otros cientos de niños gracias a los llamados «Kindertransport». Lo contó en el relato autobiográfico «En casas ajenas»

¿Puede la escritura simple, apasionada, de urgencia, de una niña luchar contra las atrocidades de la guerra? «La mala literatura hace que las cosas sucedan», recordará muchos años después Lore Segal (Viena, 1928) en un libro que se convertirá en un clásico de ... las autobiografías. Traducida espléndidamente por Eva Cosculluela, esta maravillosa obra está dotada sin cesar de un delicioso y suave humor y, sobre todo, de la inocencia rememorativa que hace hablar a un niño «congelado» en aquellos días terribles de la persecución de los judíos en Europa.
Un clásico que en esta ocasión habla de un hecho muy concreto: la salvación de niños judíos durante los años inmediatamente previos a la Segunda Guerra Mundial, como sería el caso de la pequeña Lore, que lograría evadirse del infierno nazi gracias a los llamados Kindertransport. Una rápida operación humanitaria llevada a cabo desde Gran Bretaña, entre 1938 y 1939 , con la cual se logró evacuar alrededor de diez mil niños judíos alemanes, austriacos, checos o polacos, enviándolos a casa de acogida británicas. La acción se desarrollaría poco después de la Noche de los Cristales Rotos ( Kristallnach t). Algo que Lore Groszmann, como era su apellido de familia, oye de pasada en las conversaciones angustiadas de su familia . Lo que se convirtió en la excusa que esperaban los bestias nazis para emprender los terribles y conocidos pogromos a lo largo y ancho de toda Alemania y también Austria.
Discusiones
Familias judías cada vez más acosadas, desposeídas de sus comercios salvajemente apedreadas, expulsadas de sus trabajos, de los apartamentos en los que habían vivido hasta entonces en Viena o en pequeñas localidades austriacas y atrapadas todas ellas en acaloradas discusiones sobre qué hacer. «Los judíos somos un pueblo singular -dicen los más jóvenes-, nuestro vecino nos dice que va a sacar la pistola y nos sentamos a mirar cómo la limpia y la carga, pensando que esto no va con nosotros. Deberíamos hacer las maletas y huir de este país». «Y marcharnos a la selva, supongo, y vivir de los cocos», responderá con un triste sarcasmo el padre de Lore.
Con un letrero al cuello y una pequeña maleta, atravesó en tren el continente en 1938
Con un letrero al cuello y una pequeña maleta Lore atravesaría en tren Europa junto a otros cientos de niños en un primer transporte de diciembre de 1938. Varias recomendaciones le habían sido hechas por sus queridos padres. Sobre todo, pedir que se les llevara a ellos también a Inglaterra en cuanto se pudiera. Recomendaciones que Lore seguiría al pie de la letra, como niña juiciosa y prematuramente adulta que fue. Una niña amante de jugar con las palabras e imágenes, lo que más tarde la convertirá en una gran escritora, tras estudiar en la Universidad de Londres y llegar por fin con su madre -una vez fallecido su padre- al que sería su hogar definitivo, Nueva York, en 1951.
Todo había empezado con una salchicha entregada con cariño por su madre a la salida de Viena. El tener que tirarla le provocaba a la pequeña Lore «un dolor feroz en el pecho». Así que una vez llegada a su destino, salió de la cabaña donde habían instalado a los niños refugiados y d ecidió enterrar bajo la nieve a la ya maloliente salchicha. Pero entonces vio algo que la inspiró (esa «mala literatura» que años más tarde recordaría con humor compasivo): detrás de la cabaña, en pleno invierno, crecía un rosal raquítico con un solo capullo de un rojo intenso.
Lore estuvo en cinco hogares ingleses en total, de acaudalados judíos a una familia obrera
«Por aquel entonces -recordará- yo era muy simbolista y las rosas y cosas parecidas eran justo mi especialidad». Así que decidió contárselo a sus tíos de Londres, los primeros de su familia que habían logrado escapar, diciéndoles que «los judíos de Austria eran como las rosas que lograron sobrevivir al invierno de la ocupación nazi. ¡De qué forma tan bella caían al suelo!».
Una novelista
Animada con esas imágenes, Lore se sentó con su abrigo y sus guantes y se puso a escribir «una carta lacrimógena, llena de amaneceres, puestas de sol y una rosa en la nieve». La carta llegó al Comité de Refugiados que encontró trabajo para sus padres y les consiguió los patrocinadores y los visados necesarios para emigrar. Meses más tarde, ya en 1939, sus padres fueron a verla a Liverpool donde vivía con sus primeros padres de acogida. Ellos irían a trabajar como cocinera y mayordomo en una casa del sur de Inglaterra. Lore estaría en cinco hogares ingleses en total, desde unos acomodados judíos ortodoxos, la familia Levine, hasta la familia obrera de los Hooper.
En 1964 Lore Segal publicaría, con un resonante éxito , su novela autobiográfica En casas ajenas , a partir de las historias de refugiados que había ido escribiendo en The New Yorker: «Si quiero llegar hasta el presente a partir de lo sucedido en el pasado, debo hacerlo como lo haría una novelista; como la protagonista de una trama autobiográfica».
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