El grafiti, el lado más gamberro de la creación
Desde que llegara a España procedente de EE.UU., se ha ido consolidando como una nueva forma de expresión artística

Es el lado más gamberro de la creación, el grafiti . Quienes lo practican a menudo lo hacen de noche, o al menos lejos de cualquier signo de autoridad. No firman con sus nombres, sino con seudónimos que los envuelven en un aura de ... misterio. Son pocos los autores que trascienden, pero sus creaciones están más a la vista que las obras que pernoctan bajo techo. Sus museos, desde los años ochenta, vienen siendo las paredes de las calles, las carreteras, los vagones de los trenes... aunque en los últimos años también han saltado al circuito de las ferias, fruto del camino que el grafiti clásico ha ido recorriendo para integrarse en la etiqueta de 'arte urbano'.
Letras clásicas
Más allá de figuras como la de Banksy , que no es propiamente un grafitero como sí lo fueron Muelle o Lose en España, a lo largo de las últimas décadas se ha venido gestando en nuestras fronteras una generación de autores que ha sabido recoger y remozar ese grito de guerra que exportaron los negros del hip-hop estadounidense allá por los años ochenta. Mamón (o Money) pertenece a esa corriente que ha optado por seguir fiel a los orígenes. Es de Alcorcón, una de las cunas del grafiti patrio, y a sus 40 años ya lleva 25 buscando murales vírgenes en los que pintar.
«Yo hago un grafiti más clásico, el de Nueva York, orientado a esas letras clásicas. Siempre he pintado en la calle y no he tratado de enfocar mi forma de vivir en el grafiti. Dentro de mi entorno soy una 'rara avis'. La mayoría han tratado de compatibilizar el grafiti con el diseño gráfico, el tatuaje o la venta de cuadros. Siempre lo he tenido muy separado de mi vida profesional. Yo trabajo en el departamento financiero de una multinacional. Mi formación académica es en económicas», cuenta Mamón.
Son varias las características que definen al mundo del grafiti. Hay unos elementos compartidos y unas reglas que deben respetarse. Aunque es una actividad perseguida, desde el punto de vista personal sí es legítima; es una marca que en sus orígenes funcionaba como una seña de identidad y rebeldía. Dejarse ver, bombardear la ciudad con la firma, está entre los primeros objetivos. Hacerlo en un tren aumenta el valor. Hacerse un 'whole car' (un vagón completo) está al alcance de muy pocos. No solo importa la visibilidad, también la calidad: las distintas corrientes han ido incorporando adornos a las letras iniciáticas.
Zeta , a sus 52 años, ha sido protagonista de la evolución del grafiti al arte urbano. Él fue de los primeros en empezar a pintar su nombre cuando casi nadie sabía lo que estaba haciendo. «En paralelo, tuve una formación artística más académica y en los 90 muchos empezamos a darnos cuenta de que promocionar nuestros nombres se nos quedaba corto», explica. En esa década, la estética callejera decoró programas de televisión, interiores de discotecas, rótulos comerciales o carteles de películas como 'Átame', de Almodóvar .
Diseño y publicidad
«Yo empecé a introducir el aprendizaje de la pintura tradicional a mis grafitis y me fueron saliendo muchos encargos profesionales con esa estética. Me he desarrollado en el mundo de la publicidad y el diseño de marcas», explica Zeta. Este grafitero está detrás de la campaña de la última carrera de la San Silvestre vallecana, ha pintado murales en la Universidad Complutense y también ha trabajado con PlayStation. Él, pese a todo, se considera grafitero: «Tenemos unos códigos y unos orígenes muy específicos, por más que hoy todo tenga tantos matices. Banksy comparte esa necesidad de hacer crítica social y dejar su nombre, pero es más bien un pionero del arte callejero».
Ysen, Wesl, Rise, Idem, Beto y Sarayk son otros de los nombres más destacados del momento. Añaden a su faceta de grafiteros todo tipo de ocupaciones. Beto o Wesl han optado por desempeñarse también con obras de estudio o en el arte plástico. Sarayk compagina la pintada callejera con el diseño gráfico. «Intento separar ambas ocupaciones. El grafiti es una pasión oculta, aunque evidentemente vas integrando temas de composición o colores».
Tiene 36 años y lleva 20 en la 'carretera'. Cuando empezó, eran muy pocas mujeres las que se dedicaban a esto. Hoy siguen siendo pocas, pero la cosa se va igualando poco a poco. «Yo soy tercera o cuarta generación –dice Sarayk–. ¿Hay machismo? Sí, pero como en todas las disciplinas. Diría más bien que hay envidia. Cuando empecé, quizás porque lo hice con mi hermano, nadie me decía nada. Lo que nos sigue gustando es salir juntos a pintar, y cada vez hay más chicas que lo hacen».
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