CINE
Gaspar Noé: «Me gusta llorar en el cine y me gusta llorar en la vida»
El siempre excitante director franco-argentino visitó el Festival Internacional de Las Palmas para presentar ‘Vortex’, una película calma en pantalla partida sobre el paso del tiempo, la demencia, la muerte y el duelo
![Gaspar Noé](https://s1.abcstatics.com/media/cultura/2022/05/06/gaspar-dos-k5YB--1248x698@abc.jpg)
Descoloca un poco la afabilidad risueña de Gaspar Noé, el 'shokeante' cineasta franco-argentino que tantas polémicas alumbra ufano con cada película, desde Cannes al mundo, y con el que a su paso por el Festival Internacional de Cine de Las Palmas hemos conversado. Allí ... fue a presentar ‘Vortex’, su última cinta diferencial en su carrera pues, aunque apenas tiene guión como acostumbra, la montaña rusa habitual de virguerías visuales, musicón y desagrados cambia por una morosidad a pantalla partida en donde vemos a dos ancianos, Françoise Lebrun y Dario Argento, irse de este mundo entre brumas de enfermedad mental. «La vida es una fiesta corta que pronto será olvidada», reza la única frase de la sinopsis. Es uno de los cineastas más influyentes de los últimos 20 años. Y le flipa cabrearte.
—«Uno de los arrepentimientos de mi vida es que terminé perdiendo mi pelo sin tener nunca el corte mohicano de Travis Bickle», ha confesado de manera muy definitoria.
-(risas) Travis Bickle me encanta. Hay dos héroes del cine que me hubiera gustado ser. Sobre todo, Travis, de ‘Taxi Driver’, aunque de más joven también me fascinaba el astronauta de ‘2001: una odisea del espacio’. Travis Bickle tuvo una vida más divertida. Se transforma en justiciero y después termina siendo destruido. Su corte de pelo me fascinaba, y, últimamente, hice un videoclip y pedí a otro amigo mío que actúa que se pusiera el corte y la chaqueta de Travis. Sigo pensando que qué lástima que no me hiciera el corte mohicano ese.
— ¿Llevó algún peinado raro?
—Sí, aunque no tan bueno.
— Su última película es ‘Vórtex’, o sea vórtice, que significa el centro de un torbellino, la casa familiar. «Lo que provoca esta película es depresión», ha dicho.
-Los tres personajes están en un caos circular porque hay escenas que se repiten debido a la demencia del personaje femenino, una demencia natural debido al paso del tiempo y la degeneración de las células humanas. El vórtice acaba en un pozo negro. Cuando el cuerpo empieza a decaer a ese punto la única salida natural es el fallecimiento. La realidad de un cuerpo humano es deprimente si a uno le gusta la vida. Hay un momento que oyes la campana de que es hora de irse, y, por lo general, es demasiado temprano. La película es directa pero no deprimente. Hay mucha gente que llora porque es un melodrama sin ‘happy end’.
![Dario Argento y Françoise Lebrun](https://s2.abcstatics.com/media/cultura/2022/05/06/vortex-tres-kjLE--510x349@abc.jpg)
— Hace 9 años vivió la parte final de la vida de su madre. Y el tacto, los abrazos y las caricias preciosas.
—Siempre pensé que estas situaciones son muy comunes en la vida y han sido poco representadas en la pantalla. El haber estado en una situación así, que mi madre a ratos me reconocía y a veces no, le daban ataques de pánico… Son momentos muy complejos pero a la vez muy luminosos. Uno, en esos momentos, quiere proteger al que está enfermo. Hay otro lado de esos momentos dolorosos que es extremadamente humano y eso quise mostrar. La película no es autobiográfica pero conozco bien ese tipo de situaciones y me permitió guiar a la actriz.
— Hay alguna escena de ‘Vortex’ que es tan lacerante como la famosa violación de Monica Belluci en ‘Irreversible’...
—Es que es un tema universal, tus padres. Y un asunto de violación no toca afortunadamente a todas las familias. O un asunto de tráfico de drogas, como en ‘Enter the Void’. Es mucho más fácil reconocerse en estos personajes, que tratan de ser heróicos. Y no lo logran.
— La película retrata el paso del tiempo, el alzheimer y la muerte. La rodó en medio de la pandemia, entorno trágico y lento. El cineasta frenético pasó así al ‘slow cinema’.
—Los personajes son una pareja de intelectuales, un crítico de cine y una psiquiatra, tienen en la película 77 y 81 años, no daba para que hicieran secuencias eróticas o de baile como en ‘Climax’. Cada película tiene su tema y hay que respetarlo. El ritmo interior de la película me parece natural. Lo que es raro es que la película es para todos los públicos pero mucha gente me dice que en su contenido profundo es mucho más violenta que otras. Y no hay ningún acto de violencia. Pero la enfermedad, el paso del tiempo, es lo que más asusta a la mayoría de los seres humanos. No es la Tercera Guerra Mundial, crisis económicas… Lo que la gente más teme es perder la cabeza antes de morirse.
— ¿Es acelerado o sosegado en su vida?
—Hablo rápido, como rápido y duermo profundo. A veces la gente se queja que camino por delante porque camino rápido. No necesito aceleradores más allá de tres o cuatro cafés para atacar la mañana.
— Hace dos años, casi muere.
-Tuve suerte. El derrame cerebral sucedió dos días antes de Año Nuevo, un domingo en medio de la tarde. Sentí un dolor en mi cabeza y bajé al bar de la esquina, donde llamaron a la ambulancia. En el hospital me dijeron: «Suerte que no se murió pero en cuatro días hay un 50% de ‘chances’ de que se muera. Y un 25% de ‘chances’ de que pierda parte de su lenguaje» (risas). Pero cruzamos los dedos y me salió bien la experiencia que podía haber sido fatal. Salí indemne. Y, desde entonces, me comporto de una manera mucho más calmada. Me tomo la vida como una extensión alegre e intento no provocar otra situación así.
— Y el miedo a la muerte se le fue, curiosamente.
—No lo he perdido totalmente porque si no estaría saltando del balcón. Pero no tengo ninguna obsesión con la muerte. Lo que me di cuenta con mi hemorragia y los cuatro días en los que quizá me moría era que tuve un inmenso dolor de cabeza, pese a la morfina, y lo que más me carcomía no era quedarme dormido sin despertarme sino dejarle todos mis afiches, mis libros, papeles y cosas en curso a mis cercanos. Pensé: no les puedo pasar el cadáver de este elefante, no me tengo que morir tan solo para que no se les caiga una montaña de cosas que hacer. El hecho de tener muchos objetos y libros le mantiene a uno vivo. Parece tonto pero en esos días, cuando igual me moría o no, también se me puso por la cabeza que mi padre se iba a poner muy triste si me iba antes que él. Mejor que no… y apreté el botoncito para descargar morfina en mis venas.
— De hecho, en ‘Vortex’, la casa familiar está abarrotada .
-Así también es la casa de mis padres y de casi todos mis amigos. Cuando uno es cinéfilo, termina coleccionando dvds, libros… uno se ahoga dentro de todos esos objetos. Para mí es una alegría. Mi abuelo decía que los libros son como amigos que hay que tener a disposición. Me encantaba ir a su casa porque tenía como 10.000 amigos a disposición en sus paredes.
![La película se muestra en pantalla partida](https://s1.abcstatics.com/media/cultura/2022/05/06/vortex-cuatro-kjLE-U50642285875FYE-510x280@abc.jpg)
— En la película se oye: «La vida es un sueño dentro de un sueño. Una sala de cine es el ambiente más adecuado para exponer nuestros sueños, porque hay oscuridad y no tienes contacto con nadie. Es como si estuvieras en tu cama durmiendo, soñando».
—Sabes… Me parece que soñaba mucho más cuando era niño, ahora me cuesta recordar los sueños a la mañana. A mí las películas que más me gustan son las que se acercan al lenguaje de los sueños. Por ejemplo, el final de ‘2001’, ‘Un perro andaluz’… Esas películas donde hay más imagen que diálogos. Incluso yo a veces hago películas que parecen sueños o ‘roaller coasters’ para que la gente grite o ría. Hay algo en el acto de ser director que se parece a lo que hace el Mago de Oz, que inventa una realidad para nosotros y a la gente le gusta acompañar esos sueños conducidos.
— Le pone incomodar al público.
—A veces, la verdad, la gente sale y me dice que estuvo llorando. Me alegra (risas). Es un melodrama, la gente llora. Yo lloré cuando mi madre se enfermó. Me gusta llorar en el cine y me gusta llorar en la vida. Lo que me divirtió es que hay gente que se escapa al final de la película, y no los veo en dos días, y luego me llaman y me cuentan los efectos de la película sobre ellos, y se ponen a llorar por teléfono tres días más tarde.
— Le llaman transgresor, radical, extremo… ¿a usted qué es lo que le resulta radical, transgresor y extremo?
—La gente trata de ser educada, pero no me parece que sea más radical que los directores que admiro. Si ves el trabajo de Buñuel, de Eloy de la Iglesia, de Fassbinder o Pasolini, me parece que soy mucho menos radical que ellos. Uno trata de seguir el ejemplo de sus ídolos, en general. ‘Vortex’ no es tan polémica, hay mucha gente que me odia por mis películas anteriores y a mí me divierte. Cuando veo a alguien que me dice: «Odio tus películas», yo le abrazo. «Gracias, necesito gente como tú».
— Necesita ser odiado.
—Ah, no sé. Para divertirse y transmitir lo que es la experiencia humana… Aunque con esta transmití una parte autobiográfica porque es una parte que conocía. Sé que mucha gente quedó muy tocada.
— ¿Cuánto le ha significado el mundo de la noche? Las discotecas, los ‘afters’, el delirio…
—El alcohol, el alcohol, el alcohol... hace a veces las cosas más divertidas, sí. Bueno, me he calmado un poquito.
— Desde que vio con siete años ‘2001: una odisea del espacio’, esta película le ha obsesionado toda su vida.
—Sí, me hizo viajar a otra dimensión. En general, las películas de ciencia ficción no te hacen viajar y son tonterías que parecen de Walt Disney. Pero aquí hay algo como psicodélico, religioso y ateo a la vez, la película te vende la idea de un futuro, te muestra los caminos tan extraños de tu propio inconsciente… Creo que no hay película más ambiciosa que haya sido lograda en toda la historia del cine.
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