LIBROS
David Peace: «El trabajo del novelista empieza donde acaba el registro oficial de la Historia»
El escritor británico, último gran héroe de la novela negra con tentáculos sociales, culmina su trilogía sobre el Japón de la posguerra con ‘Tokio Redux’, ‘tour de force’ narrativo alrededor del asesinato sin resolver de Sadanori Shimoyama
![David Peace, fotografiado en 2019 durante el festival BCNegra](https://s1.abcstatics.com/media/cultura/2021/07/10/peace2-kQtD--1248x698@abc.jpg)
Una década larga, diez años de obsesiones en espiral, fantasmas aporreando la puerta y frases esculpidas como con una radial, ha necesitado David Peace (Osset, Yorkshire, 1967) para rematar ‘Tokio Redux’ (Hoja de Lata), despedida y cierre de su trilogía sobre el Japón de ... la posguerra e imponente novela que agarra el género negro por las solapas para arrastrarlo por los escombros de una ciudad tocada y hundida. En ella, Peace, p opularmente conocido como el James Ellroy británico y autor de títulos de culto como ‘GB84’, ‘Maldito United’ o la tetralogía ‘Red Riding’, engancha su locomotora narrativa a la desaparición y muerte de Sadanori Shimoyama, el primer presidente de los Ferrocarriles Nacionales de Japón. Un suceso que nos devuelve a 1949, años de ocupación estadounidense y vergüenza nacional, y con el que el autor británico vuelve a hacer palanca para reivindicar el género negro en toda su obsesiva y comprometida complejidad. «Cuando escribo, me preocupo tan intensamente por el libro que me acabo obsesionando con él. De otro modo, no sería capaz de transmitir la auténtica importancia del tema», reconoce Peace desde su casa de Tokio, donde vive desde hace años y donde escribió también ‘Tokio año cero’ (2007) y ‘Ciudad Ocupada’ (2009), los dos títulos que completan la trilogía.
¿Por qué es tan importante el caso Shimoyama? ¿Qué nos explica del Japón del pasado y del presente?
Fue lo mismo que el asesinato de JFK. En Japón incluso se habla de la enfermedad de Shimoyama cuando alguien se obsesiona con el tema. Yo mismo pasé un tiempo durante el que, en vez de escribir el libro, traté de resolver el caso, intentando averiguar con un colega japonés dónde estuvo Shimoyama desde que desapareció hasta que apareció su cuerpo. Además, representa un momento particular en la historia, cuando Japón se rindió y fue ocupado. En un principio los americanos alentaron el movimiento sindical y la democracia, pero todo cambió cuando la Guerra Civil china cayó del lado comunista y el Partido Comunista japonés creció hasta tener 7 millones de votos en las elecciones. Entonces los americanos entraron en pánico y cambiaron de rumbo. Lo que hicieron fue, por ejemplo, elegir a Shimoyama presidente de los ferrocarriles nacionales e intentar hacerle responsable del despido de 100.000 trabajadores, la mayoría de ellos miembros del partido comunista y sindicalistas. Así que cuando apareció su cuerpo, casi todo el mundo asumió que lo habían asesinado los comunistas. Los estadounidenses y el gobierno japonés lo utilizaron como excusa para reprimir la actividad de la izquierda. Fue realmente el principio del fin de la izquierda en Japón.
Como en todas sus novelas, el detonante es un suceso real.
Para mí, el misterio a resolver es por qué vivimos del modo que lo hacemos, y la respuesta siempre está en el pasado, en los crímenes o eventos del pasado. No tienen que ser necesariamente crímenes; puede ser deporte o la vida de alguien… En cualquier caso, para mí la novela es la mejor manera de reexaminar el pasado.
«No hay euforia por los Juegos Olímpicos, sólo miedo. El estado anímico general de Japón es de ansiedad y miedo»
Por paradójico que parezca, el crimen, también aquí, es lo de menos.
En realidad, la mayoría de veces ya sabes quién es el culpable, quien cometió el crimen. A mí me interesa el porqué. No creo que los delitos ocurran por casualidad. Por supuesto, algunos responden al azar, pero la mayor parte obedece a un momento, un lugar y una razón particular. Por ejemplo, Shimoyama no hubiese muerto si no hubiese habido ese cambio en la política americana durante la ocupación. Estoy convencido.
Al final, queda la sensación de que la gran víctima de la trilogía es el propio país.
Ahora mismo, mientras hablamos, estoy en el extremo este de Tokio, que es donde vivo, una zona que fue destruida en 1923 por el gran terremoto y luego arrasada en marzo de 1945 por un bombardeo estadounidense. En ambos casos, lo reconstruyeron de nuevo, así que cuando caminas por el Tokio moderno no tienes la sensación de estar en un país que fue derrotado. Yo crecí en Inglaterra en los años setenta, y ahí la guerra era mucho más visible: todavía quedaban cráteres de las bombas. Pero aquí no. No hay nada. Tienes que hablar con la gente, con las personas mayores, para descubrir que todo el mundo tenía historias terribles de pérdidas y duelo. Así que es fácil olvidar que este país sufrió mucho en muy poco tiempo.
«Los mejores libros sobre la pandemia los escribirán niños de Barcelona o Tokio que ahora tienen seis o siete años»
James Ellroy suele decir que se está convirtiendo en un novelista histórico, algo que también se le podría aplicar a usted. ¿No le tienta la actualidad?
Técnicamente, es muy difícil escribir sobre el presente, precisamente por eso, porque es presente. Ahora mismo, por ejemplo, va a haber un antes y un después de la pandemia, y será interesante ver qué querrá leer la gente. Para mí, los mejores libros sobre la pandemia los escribirán niños de Barcelona o Tokio que ahora tienen seis o siete años. Como novelista, siempre hay que dar un paso atrás. O eso creo yo, que siempre busco respuestas al presente en el pasado. Por ejemplo, ‘GB 84’ es más un libro sobre el Nuevo Laborismo y el fracaso de Tony Blair que sobre el conflicto minero. De hecho, escribí ese libro porque estaba furioso con el gobierno laborista por no hacer nada para reparar el daño causado a los mineros ni cambiar las leyes sindicales de nuevo. Si estamos aquí es porque venimos de ahí.
¿Se considera entonces un escritor político?
Por supuesto. ¿No era Stokely Carmichael quien decía que todo es político? Para mí cada frase que alguien escribe es política. Dicho esto, sí que me veo consciente y deliberadamente como un escritor político.
¿Y por qué cree que la novela negra encaja tan bien con temas como los conflictos laborales y la desigualdades sociales, recurrentes también los dos en todos sus libros?
Los crímenes suceden en un momento concreto y en un lugar particular. Tenemos, por supuesto, las razones psicológicas de las personas detrás del crimen, pero también hay cuestiones políticas, económicas, sociales y culturales. Es por eso que la novela policíaca es la manera absolutamente perfecta de examinar los tiempos y los lugares en los que ocurren los crímenes. Y también de decirnos quienes somos. De ahí, creo, la responsabilidad: si vas a escribir sobre alguien como Shimoyama, que murió de forma trágica, has de tener un buen motivo. Si no, lo único que haces es explotar las miserias ajenas. Uno de mis autores favoritos, Jean-Patricke Manchette, dijo que la novela negra es la gran literatura moral de nuestro tiempo. Esa es la idea: moral y política. Para mí, tiene el potencial para ser una literatura moral, política y de derechos humanos.
«La novela policíaca es la manera perfecta de examinar los tiempos y los lugares en los que ocurren los crímenes. Y también de decirnos quienes somos»
¿Existe entonces la responsabilidad moral del escritor?
Claro que sí. Cuando escribes una novela, has de ser consciente de que alguien la leerá dentro de cincuenta o cien años para entender cómo era ese tiempo. Cuando yo investigo un período de la Historia para escribir sobre él, voy a buscar las novelas y las películas, porque son los artefactos sociales, políticos y culturales de ese momento determinado. Existe una gran responsabilidad, ya que el trabajo del novelista empieza donde terminan los registros oficiales de la Historia. Tienes que iluminar un momento de la Historia.
Se ha escrito mucho, y para bien, del cambio de estilo de ‘Tokio Redux’, En el prólogo, Carlos Zanón habla de reajuste estilístico «para no acabar siendo un retorcido amaño de uno mismo».
El caso era muy complejo, así que quería que el libro fuera relativamente sencillo. También quería dar voz a la ocupación estadounidense y como Dashiell Hammet es otro de mis héroes, me fije en ‘La llave de cristal’ para encontrar la voz. También es cierto que luego todo se vuelve un poco más complicado.
¿Qué ambiente se respira ahora mismo en Tokio con los Juegos Olímpicos a la vuelta de la esquina?
Barcelona sabe muy bien lo que es organizar unos juegos. Aquí está siendo muy divisivo. No conozco a nadie que los quisiera ni que los quiera ahora. Nunca ha sido algo popular, y ahora con la pandemia y el coronavirus, la gente está asustada. No hay euforia, sólo miedo. Además, la vacunación aquí acaba de empezar. Japón es un país isleño con una tradición de no ser demasiado abierto. En los últimos años ha ganado peso el turismo, sí, pero ahora ha regresado el miedo a lo externo. El estado anímico general de Japón es de ansiedad y miedo. La gente tiene miedo de cuáles serán las consecuencias. Ahora mismo estoy trabajando en una historia sobre cómo ha ido todo, y es la clásica historia de corrupción, vanidad y hombres mayores haciendo tratos en habitaciones oscuras…
¿Para un nuevo libro?
No, sería para un artículo. Pero ni siquiera sé si se publicará, porque quizá es demasiado controvertido y puede que no tenga abogados lo suficientemente buenos (ríe).
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