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«Pan, educación, libertad»: Márkaris hace Europa-ficción

En la última entrega de la «trilogía de la crisis» de Petros Márkaris –titulada «Pan, educación, libertad»– Grecia y España se declaran en quiebra y ambos abandonan el euro. El comisario Kostas Jaritos emprende un viaje a través del tiempo

«Pan, educación, libertad»: Márkaris hace Europa-ficción

MERCEDES MONMANY

¿Ha vuelto Europa a estar en guerra, una guerra, en este caso, del norte contra el sur?, como le comenta un compañero de profesión al comisario Kostas Jaritos, protagonista habitual de las novelas del escritor griego Petros Márkaris. O como le precisa: una guerra de Secesión norteamericana que habría llegado a Europa «con siglo y medio de retraso». «A no ser que tengamos que revivir la Primera Guerra Mundial», remata con fatalismo Jaritos en la última y de nuevo estupenda novela de la desasosegante «trilogía de la crisis», «Pan, educación, libertad» .

Como si se tratara de un Cormac McCarthy apocalíptico que mira a un negro futuro inminente, Márkaris, más pesimista que nunca, nos conduce a una tenebrosa Europa-ficción del año 2014. Grecia y España son los primeros países del sur en declararse en quiebra y ambos abandonan el euro, volviendo al dracma y a la peseta , respectivamente. Atenas, como ya venía sucediendo en las anteriores novelas de Márkaris sobre la crisis, es un campo de protestas y manifestaciones que bloquean la ciudad a todas horas, haciéndola impracticable.

Aflora lo peor de la faz de la ya de por sí maltrecha economía griegaEsa especie de guerra no declarada, sobre todo por parte de Merkel y Alemania, ha dejado al país empobrecido, con un reguero dramático de desempleados, frustración, gente sin techo, desesperanza por doquier y no pocos suicidas. También ha llegado el rencor . Las cuentas pendientes se han recrudecido y todos, a la menor ocasión, se echan la culpa por los años de despilfarro y el «alegre tren de vida» llevado en la época de las vacas gordas.

Una «generación narcisista»

Con un pie en el presente y en un futuro cercano de rabiosa actualidad, el tercer caso de la «trilogía de la crisis» envía al comisario Jaritos a un viaje a través del tiempo. Una serie de asesinatos en serie, minuciosamente planificados, le obliga a conectar con la generación de la que proceden directamente las víctimas: la de los legendarios luchadores contra la dictadura, llamada popularmente «generación de la Politécnica», debido a los dramáticos sucesos que tuvieron lugar en aquella Universidad en 1973 y que provocaron la caída de la dictadura militar.

La palabra «tejemaneje», dice Jaritos, «es un verdadero oficio griego»Una «generación narcisista» –reflexiona Jaritos–, que, una vez acabada la lucha, se protegió, autoembelleciéndose sin cesar con floridas hagiografías. Sus miembros, enamorados de un activismo antifascista y de los éxitos conseguidos una vez llegó la democracia, se convirtieron, en virtud de los servicios prestados al país, en algo así como intocables.

Esa generación, que fue generosamente recompensada, copó todos los puestos relevantes, a todos los niveles: en la política, en los sindicatos, en las cooperativas agrícolas y en la enseñanza. Una verdadera y opaca red de ayudas y favores mutuos que muchas veces actuaba con prácticas más propias de la mafia que de ciudadanos responsables en busca del bien común y de una libertad largamente ansiada.

Red de chanchullos

Muchos de los que lucharon contra la dictadura, como es el caso de los tres asesinados –un rico constructor, un catedrático de Derecho y un sindicalista–, rentabilizaron de forma descarada sus años de cárcel y las supuestas torturas que sufrieron, no siempre comprobadas: tesis plagiadas ante las que todo el «establishment» universitario «hacía la vista gorda»; concursos públicos amañados para los amiguetes supuestamente «sacrificados» durante los años heroicos y, en general, tejemanejes y nepotismo a discreción . Todo un Estado paralelo. (Por cierto: la palabra «tejemaneje», asegura el melancólico especialista en desencanto Kostas Jaritos, «es un verdadero oficio griego».)

Como un McCarthy apocalíptico, Márkaris mira a un negro futuroConforme se vaya adentrando en las biografías de las víctimas, Jaritos comprobará que se supera «el clientelismo habitual de los empresarios griegos y el Estado» para conformar una tupida y densa red de chanchullos con los que se enriquecían mediante alianzas ocultas y medios ilícitos.

En todo ello, como el comisario va averiguando con verdadera repugnancia, aflora lo peor de la faz de la ya de por sí maltrecha economía griega: subcontratas de inmigrantes ilegales, tráfico de influencias y presiones ejercidas desde las más altas esferas ministeriales, o empresas-tapadera montadas por sindicalistas y «padrecitos de los obreros» con el fin de repartirse entre unos cuantos los fondos europeos. Esos fondos europeos que nunca llegaron a quienes tenían que llegar, pero que, invariablemente, se adornaron con grandes palabras para la ocasión: cohesión social, programas para la investigación y el desarrollo, infraestructuras, inversiones.

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