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arte

Los retratos a flor de piel de Angélica Dass inundan la galería Max Estrella

Con «Humanae», la brasileña Angélica Dass se ha propuesto clasificar a sus retratados en función del color de su piel. Gran parte de su archivo se muestra en la galería Max Estrella (Madrid)

Los retratos a flor de piel de Angélica Dass inundan la galería Max Estrella abc

javier díaz-guardiola

La brasileña Angélica Dass (1979) se ha propuesto un reto titánico . Imposible de realizar: fotografiar a todos los habitantes del planeta . Ese es el límite, el fin, casi borgiano, de su proyecto «Humanae», un «work in progress» que se planteó como trabajo fin de Máster para EFTI (Madrid) y que estos días se sigue desarrollando en la galería Max Estrella, donde todo aquel que lo quiera puede pasar a ser retratado por esta artista afincada en España.

De momento, la creadora lleva realizados unos seiscientos retratos . Trescientos cincuenta cuelgan de forma ordenada en una de las salas de la galería. De forma más caótica se disponen en la contigua las nuevas imágenes de aquellos que se prestan a formar parte de este peculiar archivo desde el estudio improvisado que Dass ha instalado en un tercer espacio de Max Estrella . ¿Y cómo son estas fotografías? ¿Qué tienen de particular?

Inventario cromático

Lo que Dass ha comenzado, y de momento no tiene visos de terminar, es un inventario cromático de los diferentes tonos de piel humana. Retratos frontales, del rostro, cuyo fondo coincide con el tono exacto de un grupo de píxeles seleccionados de un lugar concreto de la cara del modelo («se trata de la nariz –explica la artista–, no precisamente de la punta, porque ahí es donde suele incidir el flash, pero sí de este área. Y si elijo esta parte es porque este apéndice da mucha información de nosotros sin darnos cuenta. Es una especie de piloto automático que se activa cuando estamos resfriados, bebemos o tenemos frío o calor»). Cada imagen se acompaña en su parte inferior de unos dígitos que se corresponden con el código preciso con el que deberíamos buscar ese tono de piel en las guías PANTONE , empleadas en diseño gráfico para identificar un color.

«Es posible que no recuerde el nombre de todos, pero sí dónde nos conocimos, alguna anécdota»«Para los que no estén familiarizados con este tipo de guías –añade Dass– esta manera de clasificar a los individuos ( sin tener en cuenta razas, sexos, edades, clases sociales o religiones ) iguala aún más a los sujetos». La disposición de las imágenes en franjas horizontales también acaba con cualquier tipo de categorización o jerarquía entre sujetos: «Aquí no pueden verse todas las imágenes que componen hasta la fecha el proyecto y que se recogen en la web humanae.tumblr.com . Pero allí está incluido desde un individuo que forma parte de la lista Forbes hasta un indigente que un día se acercó a la puerta del estudio y al que le pedí que posara para mí. Siempre reto a la gente a identificarlos. Nadie hasta la fecha lo ha conseguido. Esa es una de las grandezas del proyecto».

La brasileña admite que fue una necesidad personal lo que le llevó a poner en marcha esta iniciativa: «Yo soy brasileña, y mis comidas de Navidad son así , con familiares negros, blancos, mestizos, más grandes, más pequeños... Cuando llegué a España me sentí algo desplazada. No hablo de racismo, pero la gente tenía curiosidad por mi pelo, por mi piel. aunque yo les explicaba que eran igual que los suyos, que yo era igual que ellos, me sentía como un bicho raro, algo exótico. La sensación que yo tengo al ver este conjunto es el que experimento al recordar a mi gente. Yo no veo jerarquías».

Te recuerdo por aquello que me contaste

Y pese al apabullante aspecto de la instalación, el fin de las diferencias entre todos los retratados, cada foto es una historia individual : «No me gustan las convocatorias en masa para la realización de las fotos (la última reunió a un buen puñado de individuos el día de la inauguración. La anterior fue hace unos meses en el Museo del Traje , en la que, en una sola jornada, Angélica tomó más de 90 retratos), porque me gusta conocer a la gente, que me cuente cosas. Es probable que no recuerde el nombre de todos, pero sí el lugar exacto donde nos conocimos, y alguna anécdota que me contara». Ahí hay padres e hijos . Amigos que han llamado a amigos. Historias de solidaridad y de unión. Gente más o menos anónima . Niños. Ancianos. Personas que se sentían desnudas sin sus pendientes, ocultando sus tatuajes...

«Mis comidas de Navidad son así: con familiares negros, mestizos, blancos... Esta es mi realidad»Atrévase a ser una de ellas. Hasta el día 17, la artista, en el horario de la galería , espera a aquel que quiera formar parte del archivo (luego tendrá que ser con cita previa hasta el fin de la expo). Nunca ha puesto límites a los modelos y no lo hará ahora. Es el azar el que hace que haya más «pantones» rosáceos, menos negros («¡Tendré que volver a Chicago o Brasil!», bromea); más mujeres que hombres (ellas son siempre más decididas. Nosotros, más conservadores ante la novedad). También de una forma azarosa se han dispuesto en las hileras, aunque se podrían haber montado por sexos, por tonos ... A aquel que llega, Angélica le invita a una pequeña charla «para romper el hielo y acabar con las distancias». Luego se trata de despojarse de la camiseta. Dejar el torso desnudo. Todos a la misma altura, sobre la misma banqueta. A la misma distancia de la cámara. Con la misma apertura de diafragma. Unos cuantos disparos, y ya está...

A partir de ese momento, el proyecto evoluciona en otras direcciones ajenas al control de la brasileña, lo que lo ensancha aún más y hace saltar por los aires cualquier posibilidad de encorsetamiento : individuos que fotografían las fotos, en ocasiones a sí mismos; sujetos que emplean sus retratos como perfil en las redes sociales; el funcionamiento del boca-oreja que trae a más y más gente a la galería; propuestas locales que tienen sentido a escala global; autorías que se diluyen ... Es el momento de imbuirse en esta cartografía del ser humano en el que la piel es el mapa y la intuición, el destino. Por cierto: el de Angélica es el 7522 C.

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