El coleccionista de los mil DNI
Decíamos ayer
Mariano, Emilio, Jacinto... Eran tantas las identidades falsas que usaba este estafador que sus cédulas personales llenaban un tomo en 1933. ¿Le habría frenado el nuevo carné digital del móvil?
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Don Marcelo, Emilio, Mariano, Alfonso, Jacinto... En cierta ocasión hasta «tuvo el valor de llamarse Potamio», contó el periodista Leandro Blanco. Este coleccionista de identidades usaba tal cantidad de nombres en 1933, que se había olvidado del suyo propio. Según el redactor de ... sucesos de 'Blanco y Negro', llegó a pedir a un encuadernador que le confeccionara un elegante tomo para las numerosas cédulas personales que había utilizado en los últimos doce meses.
La profesión que don Emilio, don Mariano, don Alfonso, etc, había abrazado «requería este auxilio del santoral», constataba Blanco. Porque el santoral «cuando se maneja hábilmente -añadía- es la mejor arma contra la curiosidad de la Policía y esa curiosidad es la que trataba de esquivar a todo trance don Jacinto, don Alfonso, don Emilio... para eludir responsabilidades, hijas legítimas de su pasado borrascoso».
Porque el arrojado don Potamio o como quiera que se llamara, ya se lo figuran, era un estafador. Y como tantos delincuentes, antes y después que él, se servía de otras identidades para escapar de la Policía. En su caso, empleaba falsas cédulas personales, antecesoras de nuestro DNI. En realidad, estos documentos eran comprobantes personales de haber pagado un impuesto, que se utilizaban como documentos identificadores. En ellos figuraba un número de orden, el nombre y apellidos del interesado, la edad del titular, estado civil, profesión, domicilio, etc, pero al principio carecían de fotografía y de medidas básicas de seguridad.
Ante las puertas de las expendeduría de cédulas personales se formaban cada año unas interminables colas en los últimos días de despacho. Las engrosaban los rezagados, que apuraban hasta las últimas horas de plazo para adquirir el documento oficial sin pagar recargo.
Colas para renovar el DNI en 1962
Y en 2007


Hubo un intento de implantar un carnet de identidad y electoral durante la Segunda República, pero fue en la posguerra, en 1944, cuando se creó el DNI «con las mayores garantías para impedir su falsificación», se decía, al incluir una fotografía del titular y su huella dactilar. Era obligatorio para los mayores de 16 años y gratuito para los «pobres de solemnidad». El decreto publicado en el BOE priorizó su entrega a reclusos en prisión atenuada o libertad vigilada. Su expedición, sin embargo, se demoró hasta 1951. El número 1 se reservó para Franco y del 10 al 99 para la Familia Real, con Don Juan Carlos y Doña Sofía encabezando esta serie. A Felipe VI le correspondió el 15 porque, según contó la Unidad de Documentación de la Policía Nacional, se saltaron el 13, que habría tocado a la Infanta Cristina.

Desde su creación, el DNI ha sido de color verde, azul o multicolor y ha llegado a contener el sexo, el cargo, el grupo sanguíneo o el estado civil, antes de las líneas de caracteres OCR o de los chips. Pero en este tiempo no ha evitado en ocasiones su falsificación. Conocido es que Santiago Carrillo adoptó diversos nombres en clandestinidad. El que fuera secretario general del Partido Comunista se llamó Simón Garnica Gómez, Alfredo Solares Martínez o José Menéndez Rocamora y con una de estas identidades falsas cruzó la frontera de Francia a España en 1976. El nuevo DNI digital para llevar en el móvil, que desde ayer se puede descargar todo ciudadano con el documento en vigor, incorpora también una medida de protección. La aplicación sólo mostrará los datos en un código QR durante un minuto para garantizar «al máximo la seguridad», sostienen desde el Ministerio del Interior.
¿Habría detenido esta precaución al coleccionista de nombres de hace casi un siglo? Blanco contó que el estafador amplió sus horizontes en París, donde engatusó a un francés para que comprara unos supuestos brillantes en Madrid por una alta suma. «No volverá usted a verme», le dejó escrito en una carta antes de esfumarse con su dinero. Y firmó: «Suyo, Marcelo, Emilio, Mariano, Alfonso, Jacinto, etc. Elija el nombre que más le guste». Hoy le habría mandado un whatsapp.
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