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Alfredo Landa, el mito que se fue para Alemania

El actor, que sufrió un ictus cerebral en 2009 del que todavía seguía recuperándose, fue padre en los años setenta del subgénero que lleva su nombre: el landismo

Alfredo Landa, el mito que se fue para Alemania abc

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Alfredo Landa deja huerfano al cine español. El actor, de 80 años, falleció el 9 de mayo después de una vida dedicada a la gran pantalla. Queda tras de sí el amplio legado de sus películas —más de 120— y el subgénero al que dio nombre, el landismo, en el que inmortalizó al prototipo de español machista y fanfarrón pero sexualmente reprimido.

Nacido en Pamplona el 3 del 3 de 1933 , pasó su infancia en el pueblo navarro de Arive. Con seis años su padre, capitán de la Guardia Civil, fue trasladado a Figueras, y más tarde, con doce, a San Sebastián, donde Landa se sumergió por primera vez en el mundo del teatro.

Actor con siete mil pesetas

Allí, bajo el paraguas de la Fundación del Teatro Español Universitario representó sus primeros papeles protagonistas, aunque los escenarios de la capital guipuzcuana pronto se le quedaron pequeños. En 1958, tras participar en más de cuarenta obras, se trasladó a Madrid «con siete mil pesetas en el bolsillo y sin un lugar donde caerme muerto», según relata él mismo en el libro « 100 españoles y el sexo », de David Barba. Allí continuó con el teatro, participándo en grandes éxitos de taquilla como «El Cenador» (1960), de Alec Coppel, en la que compartió protagonismo con Julia Gutiérrez Caba.

Pensó en abandonar el cine tras su primera película

El salto a la gran pantalla se produjo en 1962, cuando debutó en la exitosa película «Atraco a las tres», de la mano de José María Forqué. Para el actor fue una experiencia agridulce, ya que según relata en «100 españoles y el sexo» , Forqué le citó en la Casa de Campo de Madrid y le dijo: «Siéntate, pon cara de susto y después vete a casa». A raíz del incidente quedó tan decepcionado que pensó «en abandonar para siempre la idea de hacer cine».

Landa no tiró la toalla, y comenzó a aparecer con cada vez mayor frecuencia en la gran pantalla, encarnando a personajes cómicos. En 1970 llegó «No desearás al vecino del quinto», obra cumbre del landismo, que pese a sus problemas con la censura se mantendría durante 31 años como la película española más taquillera.

Sin embargo, también supo interpretar de manera magistral papeles dramáticos, como Paco «El bajo» en la película de 1984 «Los santos inocentes», por el que recibió el premio a la mejor interpretación masculina en el Festival de Cannes, o su personaje tierno y humano en «El bosque animado».

Su larga trayectoria fue recompensada en 2008, cuando recibió el Goya de Honor —el tercer «cabezón» de su carrera— en una ceremonia en la que pronunció un emotivo pero vacilante discurso, que hizo sonar las primeras alarmas sobre su estado de salud. En enero de 2009 sufrió un ictus cerebral, que le mantuvo ingresado en Cuidados Intensivos durante durante seis días y que le obligó a permanecer en silla de ruedas durante muchos meses. Con su muerte, que se suma a las muchas que se han producido este año de grandes artistas del celuloide patrio, se apaga una de las estrellas más brillantes del cine español.

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