Las chicas Bigas y el invento del tanga
España Cañí
Bigas Luna pudiera haber acuñado la chica Bigas, de la que se habló poco o nada, igual que Pedro Almodóvar consagró la chica Almodóvar
Bigas Luna se va cargado de erotismo

Creo que fue Bigas Luna quien arriesgó que el gran invento del siglo XX es el tanga. No llegará uno a decir tanto, pero ahí está la frase. Desde hace un tiempo, las nuevas mocedades, zona chicas, suelen traer un tatuaje y un ... tanga incorporados. De modo que yo veo el tanga como un jirón popular y alegre de la España de siempre, sobre todo ahí en la copa del verano, que es en lo que andamos. El tanga no es un tongo, que diría Cabrera Infante, y el tanga está en la calle, pero también en las pasarelas, si la pasarela es un catálogo de Andrés Sardá, por ejemplo, cuya firma es la aventura barroca de la lencería femenina. Hay otras, pero Sardá me parece a mí el Picasso de las corseterías.
El tanga es la bordadura sexual o la espuma lujuriante de la ropa interior de la mujer, que ya es ropero exterior, desde hace tantos agostos
El tanga es la bordadura sexual o la espuma lujuriante de la ropa interior de la mujer, que ya es ropero exterior, desde hace tantos agostos. El surtido de tangas a la vista, tan promocionado por las modelos o famosas, por un lado, y por las particulares, por el otro, no es sino la celebración de la libertad misma, que a veces empieza o acaba en un trapo. El trapo es un infinito, el trapo es un lenguaje. Algunos retales o jirones exóticos, como el tanga, son la bandera cañí y cañera del verano. Bigas Luna pudiera haber acuñado la chica Bigas, de la que se habló poco o nada, igual que Pedro Almodóvar consagró la chica Almodóvar, de la que sí se ha hablado mucho. Incluso demasiado. Verónica Echegui es chica Bigas, por ejemplo, y Penélope Cruz, y Francesca Neri, o Aitana Sánchez Gijón, cada una en sus películas respectivas. Penélope sale en 'Jamón, jamón', Aitana en 'La camarera del Titanic', Francesca en 'Las edades de Lulú', y Verónica en 'Yo soy la Juani'. Hay más, pero cito a las punteras, o cimeras.
Hay muchas Juanis por ahí, hoy mismo, que tienen desgarro barrial y beso de piercing. Van movidas por un feminismo de bonobús y unas ganas de vivir con el tanga a la vista, por encima del vaquero de polígono. Saben que la ropa, o la moda, no son el gran descubrimiento sino el cuerpo, la reinauguración del cuerpo, que es aún más importante y no pasa nunca de moda. El tanga, como prenda exterior, no es sólo un desafío de coquetería sino un empleo de desacato, o provocación, incluso. Hemos citado a Bigas Luna porque tiene cátedra de lo españolísimo, y un magisterio en contarnos la vida desde la mujer, que es lo que hace a menudo Almodóvar, sólo que por la otra punta. Las musas de Bigas llevan tanga, porque el verano del vivir prefiere llevar tanga, aunque no lo lleve, incluso. También hemos citado a Andrés Sardá, porque inventa una lencería que más bien parece arabesco de joyería que ropaje de supermercado. El tanga es una reliquia novedosísima que, por lo general, viene a alegrar las postales del verano, y el color del tanga puede ser noticia de famosas, incluso, según avala a rachas el álbum fotográfico que se prepara en revistas y en otros sitios, porque el tanga es la noticia de los días que no hay noticia. Esto del tanga de las particulares, o de las famosas, nos sirve de pretexto para soltar en los cócteles aquello de «el tanga es una mariposa de lencería sexual que siempre va a pararse en el mismo sitio», según greguería de Umbral, que cito un poco a mi aire. La mujer, famosa o no, no descubre de pronto la ropa, sino que ha redescubierto el cuerpo, que es aún más importante y no pasa nunca de moda. Y ahí va de pétalo el tanga, botánica íntima y última de la estación de los cuerpos que es el verano. Gran invento cañí, inolvidable Bigas.
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