La carcajada
Entre la calle del Príncipe y la carrera de San Jerónimo, nada ha cambiado
Soledad ciudadana (19/11/23)

El teatro de la Comedia, raro coliseo sin camerinos –los cómicos iban ya vestidos al teatro desde sus casas, pensó el arquitecto–, funciona a pocos pasos del Congreso de los Diputados. Las cortes tampoco tiene tocadores; los parlamentarios llegan, también, vestidos de casa. La ... estructura de hierro fundido de la Comedia, de antepechos forjados y palcos separados por tabiques, recuerda al hemiciclo. Comparten ambos vocación trágica y escénica. El coro de la tragedia y el de la bancada, advirtiendo que todo saldrá mal. En el congreso, como en la arena griega, los Dioses llorarán dos veces: una por los ganadores y otra por los perdedores.
La semana pasada, en su discurso de investidura, Pedro Sánchez profirió una carcajada bufonesca. Lo hizo para insolentar a su rival y, por supuesto, a esa otra mitad del país que no le votó y a la que debe gobernar. La risa se parece a la que precede siempre al descalabro, la misma que describió Nietzsche en 'El nacimiento de la tragedia'. Todo va a salir mal y lo sabemos. Apenas separados por unos metros, en el Congreso y en la Comedia se han aplaudido esta semana dos dramas. Rara vocación anticipatoria tiene el teatro la Comedia.
«Que desaparezcan los partidos políticos. Nadie ha nacido nunca miembro de un partido político; en cambio nacemos todos miembros de una familia; somos todos vecinos de un municipio; nos afanamos todos en el ejercicio de un trabajo…», dijo José Antonio Primo de Rivera subido al proscenio del teatro de la Comedia, un domingo 29 de octubre de 1933, fecha formal de la fundación de La Falange, versión castiza de la efervescencia católica y nacionalista de cuño italiano. Durante años la fachada del teatro de la calle Príncipe exhibió el símbolo falangista del yugo y las flechas. Hoy es imposible conseguirlo. No está, no existe. Todo va a salir mal y lo sabemos. Que la vida pública se haya convertido en una corrala, en un retablo de las maravillas, es una verdad que no prescribe. Entre la calle del príncipe y la carrera de San Jerónimo, nada ha cambiado. Es la carcajada que antecede al descalabro.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete