La leyenda de Botero se ensancha con su exposición más monumental
El Palau Martorell acoge 110 obras en la que es la mayor y más completa exposición retrospectiva del artista colombiano en España
Un exposición que ha batido récord en Roma y que complementa a la que se pudo ver en Madrid en 2020
![La obra 'Cristo crucificado' en la exposición 'Fernando Botero: Un maestro universal', la mayor retrospectiva dedicada en España al artista colombiano, que acoge el Palau Martorell de Barcelona](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2025/02/13/1492412630-k2UF-Rj6gS324LgCCE0yHNxiTzAO-1200x840@diario_abc.jpg)
Barcelona era una de las pocas ciudades del mundo que no se había rendido a la obra de Fernando Botero. Y esto le dolía al artista colombiano, que aterrizó en Europa, a principios de los 50, vía la Ciudad Condal cuando apenas tenía 20 años. Con el descubrimiento de los grandes maestros de primera mano empezó a descubrir su estilo propio. «Llegó atraído por Picasso, su primer gran referente, pero luego llegó al Prado y con él a Velázquez, Goya y Tiziano y desde entonces ya quedó atrapado por la excelencia», afirma Lina Botero, hija de la artista y comisaria de la exposición.
El Palau Martorell acoge hasta el 20 de julio 'Fernando Botero. Un maestro universal', la mayor y más completa retrospectiva del artista colombiano en nuestro país. Presenta hasta 110 piezas, incluidas grandes oleos, pasteles, acuarelas, sanguinas, carboncillos, dibujos, esculturas y varias obras inéditas nunca antes expuestas al gran público. Por ejemplo, encontramos 'La menina', homenaje a la obra de Velázquez, una de sus mayores influencias, u 'Homenaje a Mantegna', óleo de 1958 perdido hasta hace muy poco y que obtuvo el primer premio en el XI Salón de Artistas Colombianos de aquel año. «Lo localizamos a través de Christie's. Estaba en una colección privada y hemos logrado que nos la preste. Es un acontecimiento porque creíamos de verdad que era una obra perdida», afirma Lina Botero.
La muestra sirve para descubrir facetas desconocidas del artista de los grandes volúmenes. Por ejemplo, hay una especial incidencia en sus obras en pastel o el descubrimiento de su dominio de la acuarela. «Normalmente es una técnica que se pinta en horizontal en cuadros pequeños, pero él consiguió dominarla en vertical en grandes formatos«, señala Lina Botero, que hace de comisaria de la exposición junto a Cristina Carrillo de Albornoz.
El visitante verá organizados los espacios en diez parcelas temáticas. Así, veremos unidas sus obsesiones, desde Latinoamérica, al circo, la religión, la naturaleza muerta o la violencia. «Mi padre siempre pensó que el arte debía reflejar lo más elevado del ser humano, pero hubo momentos en que no pudo dar la vista atrás a los problemas de Colombia o las torturas de los soldados americanos a los presos de la cárcel de Abu-Grahib», afirma Lina Botero.
La muestra también sirve para descubrir el lado más experimental del maestro, desde su búsqueda constante de la perfección de cualquier técnica pictórica a sus versiones de los grandes maestros del Renacimiento italiano o la pintura española. «Mi padre aseguraba que sólo a través del conocimiento de la tradición uno podía alcanzar un estilo propio. Para Botero, el estilo sólo era la filosofía visible del talento de un artista», añade Juan Carlos Botero, el segundo hijo del genio colombiano. «Algunos artistas ocultan sus influencias para no devaluar su individualidad. Mi padre era al contrario y quería compartir sus artistas de cabecera con todo el mundo», afirma.
El dibujo también es parte integral de una muestra que ha obligado a doblar el espacio expositivo del Palau Martorell. «Mi padre solía decir que no ha existido ningún gran artista que no haya dominado el dibujo. Era su verdadera obsesión y trabajó incansablemente hasta dominarla», comenta Fernando, el hijo mayor del artista.
La exposición se abre con un autorretrato del artista donde deja clara su particular cosmovisión del arte y el ser humano. «El solía decir que el arte tenía que resaltar los aspectos positivos del milagro que es estar vivo y para ello tenía que enaltecer la figura del ser humano», recuerda Cristina Carrillo.
Botero cumple así su asignatura pendiente con Barcelona. El artista colombiano irrumpió en el mercado del arte en 1961 cuando el MOMA de Nueva York exhibió su 'Mona Lisa a los doce años'. A partir de aquí el mundo entero quedó maravillado con sus figuras voluminosas y sus colores vivos. «Mi padre llegó en los 50 al México de Frida Kahlo y Diego Rivera y de allí desarrolló la monumentalidad de sus formas que acabarían por hacerle famoso por todo el mundo«, asegura Fernando Botero.
La exposición llega después de batir todos los récords de público en Roma y quiere dejar clara la universalidad y magnificencia de un artista único. Te puede gustar o no, pero nadie mira un Botero sin saber que es obra del artista colombiano. «Tenía un trazo fuerte, riguroso, donde destaca el juego de color y la tridimensionalidad de sus figuras. Esta tridimensionalidad hizo que en los años 70 diese el salto a las esculturas«, comenta Lina Botero. Y tiene razón, los cuadros de Botero parecen incapaces de contener a sus grandiosas y magníficas figuras humanas. En el Palau Martorell se puede apreciar este efecto a la perfección.
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