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Borges, el hombre con una opinión sobre (casi) todo

El escritor conversó con el periodista Osvaldo Ferrari entre 1984 y 1985. En esos diálogos, publicados ahora por Seix Barral, habla del feminismo, el fascismo y hasta de España

El escritor argentino Jorge Luis Borges. ABC
Karina Sainz Borgo

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Jorge Luis Borges y el periodista argentino Osvaldo Ferrari se conocieron en casa de Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares. De aquel encuentro nació un ciclo de 118 diálogos radiofónicos emitidos entre 1984 y 1985 y que Seix Barral acaba de publicar esta semana en una edición definitiva. Más de 700 páginas demuestran no sólo la capacidad de Borges para tener una opinión sobre absolutamente todo, sino la brillantez y vigencia de cada uno de sus juicios.

Borges no prescribe. Opina sobre el amor y la política; el I Ching y la ciencia ficción; Jesucristo y la identidad de los argentinos; los viajes y los sueños; el feminismo; el mar; la literatura; los espejos y los sueños; los españoles y el lenguaje. El lector se asoma a todo, a sus juicios sobre Kafka, Oscar Wilde, Bernard Shaw, Chesterton, Flaubert, Conrad, Macedonio Fernández, y, por qué no, al juicio que hace de un «trillado» Rubén Darío o a un Octavio Paz al que le hace de menos.

Modesta pedantería

La naturaleza informal de estos diálogos aporta un punto de vista distinto, pero no por ello menos luminoso: ese Borges de modesta pedantería, que habla como escribe. El mundo, a sus ojos, puede ser diagnosticado política, estética y éticamente. «Actualmente, yo me definiría como un inofensivo anarquista: es decir, un hombre que quiere un mínimo de gobierno y un máximo de individuo, pero eso no es una posición política ahora, desde luego».

Reconocido antiperonista, describe Argentina como «anacrónica» y subraya la pulsión de la izquierda y la derecha por hacerse con el Estado. Desmiente y relativiza el fascismo de Leopoldo Lugones y se burla de los nacionalismos. Su imagen del lenguaje político es demoledora. «De cierto modo, las multitudes son más sencillas. Y eso lo saben muy bien los políticos, que se aprovechan del hecho de que no están hablando ante un individuo sino ante una multitud de individuos, bueno, simplificados, digamos; y del hecho de que basta usar los resortes más elementales o más torpes porque funcionan».

Llega incluso a pronunciarse sobre esa candidez y literalidad. «El lector ahora no acepta muchos hechos fantásticos al mismo tiempo (…) y una prueba de ello es que cuando estuve en Madrid, alguien me preguntó si yo había visto el Aleph. Me quedé atónito. Mi interlocutor -que no sería una persona muy sutil- me dijo: pero cómo, si usted nos da la calle y el número. Entonces me miró y me dijo: 'Ah, entonces todo eso es mentira'. Bueno, mentira, le dije yo; usted podría usar una palabra más cortés, podría decir ficción». A lo que contesta Osvaldo Ferrari, casi como un diagnóstico de la cultura 'woke': «Si seguimos así, la imaginación y la fantasía van a ser proscritas en cualquier momento».

Feminismo

Borges, que no le hace ascos a ningún tema, evita emitir juicios cuando Osvaldo Ferrari le habla de la amistad entre Victoria Ocampo y Virginia Woolf, refiriéndose al carácter reivindicativo y feminista de su correspondencia: «En una carta Victoria Ocampo le cita un pasaje de Jane Eyre, respecto del cual dice: 'Se oye el respirar de Charlotte Bronte, un respirar oprimido y jadeante'. Y agrega que esa opresión era la opresión que la época ejercía sobre ella, en su condición de mujer, expone el periodista. Irónico y renuente, Borges contesta: «Sí, bueno, ahora parece que todos tenemos derecho a la opresión y al jadeo, ¿no?, también los hombres (ríen ambos); desgraciadamente podemos conocer ese melancólico privilegio, que antes era propio de las mujeres».

El Borges de estos diálogos es renuente a cualquier militancia, identidad, discurso nacional o propósito. «Estoy inmerso en este siglo, en las preocupaciones de este siglo, y no tengo por qué tratar de ser contemporáneo, ya que lo soy. De igual modo, no tengo por qué tratar de ser argentino, ya que lo soy, no tengo por qué tratar de ser ciego ya que, bueno, desgraciadamente, o quizás afortunadamente, lo soy».

España

Llama la atención su opinión sobre España y la lengua. «No nos parecemos a los españoles, ya que el español tiende al énfasis y a la interjección. Y el argentino o el uruguayo tienden a lo que se llama 'understatemet' en inglés, es decir, mas bien no demasiado sino menos. Los españoles tienden a lo interjectivo, a las exclamaciones. En cambio un argentino tiende a ser narrativo o explicativo, pero no interjectivo». Un capítulo aparte merecen sus apreciaciones sobre el flamenco: «La música española, sobre todo la música andaluza, es una música de quejas, de interjecciones, de gritos». A Miguel de Cervantes también le arrea. Las páginas del Quijote, asegura, «parecen estar escritas de cualquier modo».

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