Yayoi Kusama, la artista de 94 años que vive desde 1977 en un psiquiátrico de Tokio y es un icono global
La excéntrica creadora japonesa inunda el Museo Guggenheim de Bilbao con su mágico universo de lunares y calabazas y, cual Alicia moderna, nos invita a atravesar el espejo
Yayoi Kusama, alucinaciones desde el psiquiátrico
![Retrato de Yayoi Kusama. Cortesía de Ota Fine Arts, Victoria Miro y David Zwirner](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/06/21/kusama6_xoptimizadax-RLoBJ2DnOO5FxmTex41HkLK-1200x840@abc.jpg)
Siempre ha caminado de puntillas por el alambre entre la vida y la muerte. Pensó muchas veces en el suicidio («cada minuto de cada día soy consciente de la muerte», «Suicidio, espera. ¿Podría seguir viviendo?»), pero cuenta que el arte la salvó. En 2020, ... Yayoi Kusama escribió su epitafio, que deja un resquicio a la esperanza. Reza así: «Cuando me haya muerto,/por favor contemplad el corpus de mi obra/ como una tumba bellamente construida,/ la consumación de una vida,/ y sabed que incluso en las más oscuras profundidades del dolor,/ el sol sigue brillando en lo alto./ Ahora ha concluido la tarea de un corazón absolutamente comprometido./ Tal es mi Arte».
Pertenece a ese selecto club de modernas artistas nonagenarias, cuyo radical trabajo es inversamente proporcional a su edad. Como la norteamericana Louise Bourgeois, Spider-Woman, la dama de las arañas, y como Yayoi Kusama, rebelde, excéntrica y extravagante japonesa, de 94 años, una especie de personaje de anime, con el pelo encendido (usa una peluca de color rojo), luciendo gafas XXL y vestidos con tantos colores que ríase Ágatha Ruiz de la Prada. Es la dama de los lunares, su sello de identidad. Visionaria y adelantada a su tiempo, su trabajo ha abordado asuntos que hoy son actuales: el feminismo, la defensa de los derechos de los homosexuales, la salud mental... Atormentada por sus miedos y obsesiones, neurótica, es una artista única, cuya mejor obra es ella misma.
Yayoi Kusama (Matsumoto, prefectura de Nagano, 1929) reside desde 1977 en un psiquiátrico de Tokio, donde ingresó voluntariamente. Pasa todo el día trabajando en su estudio, en la acera de enfrente. Cuando acaba, regresa al hospital. De noche escribe. Su primera novela, 'Una adicta al suicidio en Manhattan'. Desde bien pequeña padecía trastornos mentales y nerviosos. Sufría ansiedad, neurosis, un trastorno obsesivo compulsivo y alucinaciones visuales y auditivas: le hablaban las plantas y los animales. Un día vio con horror cómo las flores del estampado de un mantel invadían toda la habitación. Ha pasado toda su vida exorcizando sus propios demonios.
Una vida marcada por el horror. Nació el año que se desplomó la Bolsa de Nueva York. Ya apuntaba maneras. Después llegarían Hiroshima, Nagasaki, la enfermedad, Vietnam, Fukushima, la pandemia... A los 13 años, tras el ataque a Pearl Harbour, fue reclutada para trabajar en una fábrica de paracaídas.
El Museo Reina Sofía le dedicó una exposición en 2011. Ahora es el Guggenheim de Bilbao el que abre una ambiciosa retrospectiva, organizada por el M+ de Hong Kong -donde fue visitada por más de 280.000 personas-, en colaboración con el museo bilbaíno y patrocinada por Iberdrola, que abarca más de siete décadas de incansable trabajo. Se exhiben, hasta el 8 de octubre, dos centenares de obras, entre pinturas, dibujos, esculturas, instalaciones y material de archivo de sus célebres happenings y performances que hicieron de la exótica artista una estrella en Nueva York.
Se abre la muestra con sus primeros dibujos de adolescente y se cierra con once obras realizadas en 2021 y 2022. 'Mamá', la araña de Bourgeois, es testigo de cómo el estanque en el exterior del museo bilbaíno también se ha 'kusamizado'. Flotan en él más de 400 monumentales lunares de color rojo. Y no es un homenaje a la Feria de Abril de Sevilla, sino a la inclasificable creadora japonesa, pionera del pop, la performance, el cine expandido, el arte inmersivo... En el atrio se exhiben sus 'Nubes'; en la tercera planta, una de sus salas de espejos del infinito.
![Imagen principal - Arriba, 'Sala de espejos del infinito–Un deseo de felicidad humana llamando desde más allá del Universo' (Infinity Mirrored Room–A Wish for Human Happiness Calling from Beyond the Universe), 2020. Cortesía de Ota Fine Arts](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/06/21/kusama5_xoptimizadax_20230621184106-U61633326015ZAY-758x470@abc.jpg)
![Imagen secundaria 1 - Arriba, 'Sala de espejos del infinito–Un deseo de felicidad humana llamando desde más allá del Universo' (Infinity Mirrored Room–A Wish for Human Happiness Calling from Beyond the Universe), 2020. Cortesía de Ota Fine Arts](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/06/21/kusamaparis_xoptimizadax-U34107786177IqJ-464x329@abc.jpg)
![Imagen secundaria 2 - Arriba, 'Sala de espejos del infinito–Un deseo de felicidad humana llamando desde más allá del Universo' (Infinity Mirrored Room–A Wish for Human Happiness Calling from Beyond the Universe), 2020. Cortesía de Ota Fine Arts](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/06/21/kusama10_xoptimizadax-U34503812610eyJ-278x329@abc.jpg)
El hallazgo casual en una librería de Matsumoto de un libro de pintura de Georgia O'Keeffe, otra de las grandes damas de la Historia del Arte, resultó una revelación para ella. Se atrevió a enviarle una carta y una acuarela. O'Keeffe le contestó, animándola a viajar a Estados Unidos. Fue su primera y mayor benefactora. Se embarcó rumbo al sueño americano con 27 años, en 1957, en busca de la libertad, huyendo de un Japón feudal, opresivo. Pero antes de partir, destrozó cientos de obras con un hacha y quemó los restos. Llevaba en la maleta decenas de kimonos de seda para venderlos y billetes cosidos a su vestido y dentro de los zapatos. Sus comienzos en Nueva York en 1958 fueron muy difíciles, como narra en su autobiografía, 'La red infinita'. No tenía dinero para comer, ni para comprar lienzos y pinturas; estaba enferma... La ciudad le resultaba agresiva, estresante, «un infierno en la tierra». Comenzó a tener severos ataques de pánico, por lo que tuvo que ser hospitalizada frecuentemente.
Pero poco a poco se fue convirtiendo en una musa del Nueva York de los 60: el mundo hippie, los beatniks, la libertad sexual, orgías, drogas, paz y amor, no a la guerra de Vietnam... Fueron célebres y escandalosos sus happenings desnudos en Manhattan: la catedral de San Patricio, Wall Street, Central Park, el Museo de Arte Moderno... En este último organizó en 1969 una 'Gran orgía para despertar a los muertos del MoMA'. En ocasiones fue detenida por la policía por escándalo público. Era conocida como 'la pintora nudista'. Creó compañías comerciales para sus performances, sus proyectos de cine, de moda; abrió un club homosexual... Sus padres renegaron de ella. Le escribieron diciéndole que no creían que hubiera caído tan bajo, que se había convertido en una vergüenza nacional, un insulto para sus ancestros, que ojalá hubiera muerto...
![Imagen principal - Arriba, 'El momento de la regeneración' (The Moment of Regeneration), 2004.](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/06/21/kusama2_xoptimizadax-U03750756174kKE-758x470@abc.jpg)
![Imagen secundaria 1 - Arriba, 'El momento de la regeneración' (The Moment of Regeneration), 2004.](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/06/21/kusama7_xoptimizadax_20230621184027-U47567581850EDa-464x329@abc.jpg)
![Imagen secundaria 2 - Arriba, 'El momento de la regeneración' (The Moment of Regeneration), 2004.](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/06/21/kusama9_xoptimizadax-U18010064011Lre-278x329@abc.jpg)
Hay unos cuantos temas recurrentes que se acumulan y se repiten en la obsesiva cabeza de la artista y que pueblan el universo Kusama, reconocible a primera vista. Tiene un estilo propio. Los más célebres, los lunares. Sugieren cuerpos celestes, símbolos cósmicos. En sus happenings cubría de puntos de colores los cuerpos desnudos. Kusama lo denominaba 'auto-obliteración': una filosofía según la cual todos estamos conectados.
En los 80 surgen sus calabazas cubiertas de lunares negros. Kusama creció rodeada de un vivero de plantas en la finca y el negocio familiar. Le atraía «la generosa sencillez de la calabaza, sin pretensiones, y su sólido equilibro espiritual». Para Kusama, es una especie de espíritu vegetal benévolo y un reflejo de su propia alma. Es su identificación con la naturaleza.
Sus esculturas blandas biomorfas, fálicas (amenazantes protuberancias con forma de falos, de tela con relleno, que semejan tentáculos de un ser aterrador) pueblan sillones, sofás, zapatos... Desde pequeña tuvo aversión por el sexo; la aterraba, le daba asco, lo veía como algo sucio. Sentía pavor de que un falo se introdujera en ella. Ello era fruto de una educación muy represora. También influyó el hecho de que su padre fuera infiel a su madre (frecuentaba los prostíbulos) y ésta obligara a la pequeña Yayoi a que lo espiara y la informara de todo lo que veía. Su terapia para vencer el miedo a los falos fue reproducirlos como si no hubiera un mañana, obsesivamente, una y otra vez.
![Imagen principal - Arriba, 'Auto-obliteración' (Self-Obliteration), 1966–1974. M+, Hong Kong. Sobre estas líneas, a la izquierda, 'Calabazas' (Pumpkins), 1998–2000. Colección de la artista; a la derecha, 'Retrato' (Portrait), 2015.Colección de Amoli Foundation Ltd.](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/06/21/kusama3_xoptimizadax-U13300664718pOe-758x470@abc.jpg)
![Imagen secundaria 1 - Arriba, 'Auto-obliteración' (Self-Obliteration), 1966–1974. M+, Hong Kong. Sobre estas líneas, a la izquierda, 'Calabazas' (Pumpkins), 1998–2000. Colección de la artista; a la derecha, 'Retrato' (Portrait), 2015.Colección de Amoli Foundation Ltd.](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/06/21/kusama4_xoptimizadax_20230621183946-U46774110733YLX-464x329@abc.jpg)
![Imagen secundaria 2 - Arriba, 'Auto-obliteración' (Self-Obliteration), 1966–1974. M+, Hong Kong. Sobre estas líneas, a la izquierda, 'Calabazas' (Pumpkins), 1998–2000. Colección de la artista; a la derecha, 'Retrato' (Portrait), 2015.Colección de Amoli Foundation Ltd.](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/06/21/kusama1_xoptimizadax-U74437730620yqA-278x329@abc.jpg)
Otro de sus 'leit motiv' son los espejos. Kusama se considera «una moderna Alicia en el País de las Maravillas». Al igual que ésta, atraviesa el espejo y crea hipnóticas 'Infinity Rooms', salas de espejos del infinito, estructuras luminosas que hacen las delicias del público: sus selfis inundan Instagram. En la Bienal de Venecia de 1966 llevó a cabo una instalación, 'El jardín de Narciso': 1.500 esferas de plástico espejado cubrían la hierba en el suelo. Vestida con un kimono, las vendía a dos dólares cada una. La expulsaron. Dijeron que participó sin invitación. Años después, en 1993, se vengó. Fue elegida para representar a su país, siendo la primera artista a la que se consagraba una exposición individual en el pabellón japonés.
Los comisarios, Doryun Chong y Mika Yoshitake, en colaboración con Lucía Aguirre, han llevado a cabo una investigación que ha durado cuatro años. Destacan que el arte de Kusama es «muy contundente» y su trayectoria, «tremendamente sólida». «Se sintió una 'outsider', no estaba cómoda en su piel. Es una artista rompedora, que ha luchado durante toda su carrera y ha hecho de sus problemas una fortaleza. Es inspiradora. Una voz única, con un gran sentido del humor, que ha desarrollado su arte de forma independiente». Aunque nunca perteneció a ningún movimiento artístico (fue pionera de muchos de ellos), en sus primeros años estuvo influida por el surrealismo europeo.
Explican que, a sus 94 años, sigue trabajando a diario, aunque debido a la pandemia no podía ir al estudio y se limitó a hacer obras de menor escala. «Lleva casi ocho décadas trabajando. Nunca ha parado y nunca parará». Y eso que no la tomaron en serio en su país hasta mucho tiempo después de su regreso, en 1973: «Luchó mucho por emerger, pero tardó en recuperar su visibilidad. A las mujeres de edad intermedia se las ignoraba». En cuanto al tema de la salud mental, dicen, «no fue incapacitante para ella, sino una fortaleza. Kusama siempre fue transparente y honesta. Revela su alma y sus vulnerabilidades. Tuvo una depresión profunda y pensamientos suicidas. Pero tenía más miedo a la enfermedad que a la propia muerte. Después, renovó su deseo de vivir, se llenó de energía vital, con una explosión de color en su trabajo».
![Imagen principal - Arriba, 'Nubes' de Kusama en el atrio. Al fondo, el estanque del exterior, que se ha inundado con más de 400 lunares rojos flotantes en homenaje a la artista. Sobre estas líneas, dos de las piezas de Yayoi Kusama en las salas del Guggenheim de Bilbao](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/06/26/ya4-U23633886457kgi-758x470@abc.jpg)
![Imagen secundaria 1 - Arriba, 'Nubes' de Kusama en el atrio. Al fondo, el estanque del exterior, que se ha inundado con más de 400 lunares rojos flotantes en homenaje a la artista. Sobre estas líneas, dos de las piezas de Yayoi Kusama en las salas del Guggenheim de Bilbao](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/06/26/ya1-U16083710342iSq-464x329@abc.jpg)
![Imagen secundaria 2 - Arriba, 'Nubes' de Kusama en el atrio. Al fondo, el estanque del exterior, que se ha inundado con más de 400 lunares rojos flotantes en homenaje a la artista. Sobre estas líneas, dos de las piezas de Yayoi Kusama en las salas del Guggenheim de Bilbao](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/06/26/ya2-U22661415765gIf-278x329@abc.jpg)
Dieciséis años después de huir a Estados Unidos, regresa a Japón en 1973. Y con ello volvieron las alucinaciones. El país había cambiado, pero su visión sigue siendo demoledora: lo ve corrupto, retrógrado, con una apolillada moral. Un caso perdido. En uno de sus actos de rebeldía se abre de piernas ante el mismísimo Palacio Imperial. Ve Japón como una aldea de pueblerinos ricos, capaces de pagar precios desorbitados por el arte internacional, pero incapaces de apoyar a sus jóvenes artistas. Le costó casi la vida ser profeta en su tierra. Pero, finalmente, Kusama consiguió el ansiado reconocimiento: en 2016 recibió la Orden de la Cultura, uno de los máximos honores civiles que otorga la familia imperial nipona y desde 2017 cuenta con un museo con su nombre, de cinco plantas, en el bullicioso distrito de Shinjuku, en Tokio.
Su fama es estratosférica. Icono pop contemporáneo a escala global, la revista 'Time' la incluyó en 2016 en la lista de las 100 personas más influyentes del año. Es una de las artistas vivas más cotizadas del mundo. Su récord, 10,5 millones de dólares. Es lo que pagaron en 2022 en la sala Phillips de Nueva York por 'Untitled (Nets)', de 1959. Las entradas para sus grandes exposiciones se agotan enseguida al mismo ritmo que las de los Stones para sus conciertos. El Broad Museum de Los Ángeles vendió 50.000 en apenas una hora. A finales de los 90, grandes museos de Estados Unidos y Japón le declaran su amor con la muestra 'Love forever'.
A lo largo de su carrera ha hecho colaboraciones con Issey Miyake, Coca-Cola, Lancôme, Ferragamo, Audi... En 2012 Marc Jacobs la fichó para Louis Vuitton y este año la nonagenaria artista ha vuelto a trabajar para la firma. La emblemática tienda de la casa de lujo en los Campos Elíseos de París se 'kusamizó' (al igual que ella ha hecho con las prendas y complementos fetiche de la casa, cubriendo de puntos su emblemática 'lona Monogram') con una gigantesca figura inflable de la artista encaramada a lo alto del edificio, colocando lunares de colores por toda la fachada. Vuitton ha colaborado con otros artistas, como su colega Takashi Murakami.
Hay muñecas llamadas 'Yayoi-chan' (Yayoicitas) y hasta la red social Snapchat se ha rendido a la abuela de los lunares y, gracias a un filtro, es posible 'kusamizar' los principles monumentos del planeta, que aparecen repletos de sus lunares. Bienvenidos a Kusamalandia. Al igual que ocurre con Frida Kahlo, Yayoi Kusama tiene hordas de fans por todo el planeta, incluidas muchísimas jóvenes, que lucen merchandising con su rostro o sus obras. Curiosamente, y salvando las distancias, dos artistas luchadoras, con una biografía fascinante, que no tuvieron una vida fácil, pero siempre creyeron que el arte es sanador y cura.
A sus 94 años sigue siendo un torbellino de ideas. Se siente agotada: «Soy un montón andante de achaques físicos». Pero reconoce que es la mejor época de su vida. Entre sus últimas series, 'Ruego todos los días por el amor'. En 2018 se estrenó el documental 'Kusama-Infinity', dirigido por Heather Lenz, que se proyectará en el Guggenheim el 26 de septiembre. La kusamanía llega a España.
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