La última tentación del marqués de Sade
Una exposición rastrea en el CCCB el legado estético, filosófico y político del escritor francés
Dalí, Man Ray, Joan Fontcuberta, Buñuel y Robert Mapplethorpe son algunos de los artistas presentes en la muestra
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Fragmentos de 'Saló' y 'Funny Games', un cómic de Grant Morrison en el que el marqués se ve arrollado por sus propios demonios, y una cita grabada a fuego en las paredes. «Sí, soy un libertino, lo admito; he imaginado todo lo que puede ... imaginarse en este género, pero desde luego que no he hecho todo lo que he imaginado y desde luego que nunca lo haré. Soy un libertino, pero no soy un criminal ni un asesino». Atentamente, Donatien Alphonse François de Sade (1740-1814), marqués de ídem y figura eternamente controvertida. Libertino a jornada completa, escritor de las (más) bajas pasiones y teórico del mal. 'Las 120 jornadas de Sodoma, 'Justine o los infortunios de la virtud' y 'La filosofía en el tocador'.
«Sade vivió bajo regímenes políticos muy distintos y su obra fue incómoda en todos esos contextos. Es un agente provocador», defiende el jefe de exposiciones del Centre de Cultura Contemporànea de Barcelona (CCCB), Jordi Costa. «No haríamos esta exposición si no supiéramos que sigue siendo problemático y conflictivo», añade. La exposición en cuestión no es otra que 'Sade. La libertad o el mal', ambicioso y provocativo proyecto no apto para menores (y no es un decir: el acceso está reservado a mayores de 18 años) que explora el «legado estético filosófico y político» del escritor y pensador francés en la cultura contemporánea. Sade como activador de debates «ahora que todo invita a la prevención». Sade como prueba más o menos definitiva de que, como sugiere la comisaria de la exposición y catedrática de la Universidad de Cambridge, Alyce Mahon, «para entender la libertad y el mal debemos comprender también su ausencia».
«Sade nos habla del mal, de las disidencias políticas y la sexualidad. En realidad, lo que plantea el título, esa filosofía del mal o la libertad, es una falsa dicotomía, ya que lo que nos dicen es que en cualquier conquista de la libertad existe el potencial del mal», añade la directora del CCCB, Judit Carrera. «El valor supremo del testimonio de Sade es el hecho de que nos perturba», anuncia Simone de Beauvoir en uno de los rótulos. «El mundo en que vivimos es obra del marqués de Sade', añade un poco más allá el escritor suicida Yukio Mishima.
Antes de eso, en el siglo XIX, el psiquiatra alemán Richard von Krafft-Ebing acuñó el término sadismo como patología sexual, mientras que las vanguardias del siglo XX redescubrieron a Sade como paradigma de la libertad. ¿Y después? «Aún hoy se pueden encontrar en la prensa muchos rastros de Sade. Jeffrey Epstein, el 'pizzagate', la autodestrucción del hijo de Camilo Sexto… Parece que en este siglo XXI sea invisible, pero es el gran elefante en la habitación», explica Costa.
Y si algo busca 'Sade. La libertad o el mal' es precisamente «hacer visible» ese elefante a través de documentos, fotografías, obras de arte, audiovisuales y piezas tan inquietantes como el 'googlegrama' de Joan Fontcuberta y las proyecciones de 'inquietud petrificada' de Paul Chan que reciben a los visitantes. En la primera, el fotógrafo catalán reinterpreta el 'Retrato imaginario del marqués de Sade' de Man Ray a partir de 6.060 imágenes disponibles en internet ; en la segunda, el estadounidense transforma el frenesí sexual en una pantomima de cuerpos que copulan, se arrastran y recibe azotes. El sadismo por el sadismo y el mundo ficticio del escritor convertido en teatro de sombras y puerta de entrada a un abanico de Pasiones (cuatro en total: transgresoras, perversas, criminales y políticas) generoso en escenas complicadas, ecos de performances surrealistas y conexiones con Peter Brook o el 'bondage'. Sí, los padres del colegio de Florida que vieron pornografía en el 'David' de Miguel Ángel saldrían de aquí con los pelos de punta.
Dalí y Giacometti
«Sade es un ejemplo de cómo alguien que escribió en soledad ha tenido la más inesperada de las repercusiones», constata el también comisario Antonio Monegal. Y ahí están, entre óleos y dibujos eróticos de Dalí, fotografías de Man Ray y bocetos de 'El objeto desagradable' de Giacometti; entre litografías de Leonor Fini, fragmentos de 'La vía láctea' y 'La edad de oro' de Buñuel, e incómodos vistazos a las performances de Joan Morey, las huellas de un pensador radical que si algo buscaba, recuerda Costa, era «subvertir los valores y mostrar la cara oscura de la ilustración».
«Unos destacan su mirada liberadora y emancipadora. Otros, en cambio, criticaron que su obra contenía el germen del Holocausto. Y para Pasolini, de lo que hablaba era de los impulsos del capitalismo», señala Carrera. La mención al cineasta italiano tampoco es casual: él es, de hecho, uno de los hilos conductores que atraviesan la exposición y conectan a Susan Meiselas con fragmentos de 'Saló o los 120 días de Sodoma' y las polémicas fotografías sadomasoquistas de Robert Mapplethorpe con las no menos controvertidas intervenciones de Andrés Serrano.

«Fue un filósofo libertino; alguien que creía en el arte, en la escritura, y que vivió un periodo de convulsiones, con la Revolución Francesa y el terror de la guillotina», destaca Mahon. Esa magnificación del terror, apunta la comisaria, es lo que hace que pensar en su obra sea para muchos hacerlo en algo «oscuro y amenazante; en una distopía». «Pero la exposición busca también las utopías que hay tras su pensamiento», añade.
Por el camino, una biografía que daría para otra exposición -de los 27 años que pasó en la cárcel por, entre otras cosas, intentar envenenar a dos prostitutas y flagelar a una mendiga, a sus últimos días montando obras de teatro en el manicomio de Charenton-, y un arco narrativo que, siguiendo las pasiones de 'Las 120 jornadas de Sodoma', relee a Sade como icono cultural del siglo XX y correa de transmisión de la fascinación por el mal y la violencia. «No se trata de atribuir a Sade todos los males de la humanidad, sino de que no ayude a entender de dónde surgen, a leer sus escritos como un desafío a ser capaces de encarar lo que significa el mal», concluyen los responsable de una exposición que, en cartel hasta el 15 de octubre, llega acompañada de un ciclo de conferencias a cargo de Albert Serra, Virginie Despentes, Gonzalo Torné y Lucía Lijtmaer, entre otros.
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