Cuando Picasso fue 'Pau de Gósol'
Iñaki Rubio rastrea las huellas del pintor malagueño en el pueblo pirenaico donde concibió en 1906 'Las señoritas de Avinyó'
Los últimos días de Picasso
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Mayo de 1906. Pablo Ruiz Picasso ya firma como Pablo Picasso, pero todavía no es un pintor famoso. Está bloqueado, a un 'cul de sac' estético. Deja a medias el retrato de su benefactora Gertrude Stein y decide cambiar Montmartre por Gósol, ... un pueblo perdido del Prepirineo catalán. Se lo recomienda su amigo, el doctor Cinto Raventós. Le acompaña Fernande Olivier, su primera pareja estable, con la esperanza de que concebir un hijo consolide la relación. La pareja sale de la estación de Orsay el 25 de mayo; atraviesa los Pirineos en carro y a lomo de mulos, según consigna el pintor en sus cuadernos.
El viaje a Gósol ocupa poco espacio en las biografías de Picasso. «Prácticamente no había documentación como corresponde a un pueblo aislado entre montañas», advierte Iñaki Rubio, autor de 'Pau de Gòsol' (Comanegra). Tampoco la crítica prestó atención a la producción de aquella estancia pirenaica: «Consideraban los tonos ocres de Gósol como una prolongación del 'periodo rosa' y esta simplificación, basada en la confusión cromática, provocó el desinterés de los estudiosos», añade.
A mil quinientos metros de altura, al pie del Cadí y el Pedraforca, Gósol congregaba setecientos habitantes en 1906 (hoy solo viven doscientos). El viaje, como el de su estancia -más conocida- en Horta de Sant Joan no se debe a un problema de salud: «Estaba en plena forma física, como demuestran sus excursiones y caminatas con los cazadores del pueblo o en busca de fósiles», apunta Rubio.
Picasso confiaba que marchar de París le ayudaría a evolucionar: «En Barcelona difícilmente podría aislarse y, si no quería repetirse, no tenía sentido volver a Horta de Sant Joan», señala.
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Que Picasso estaba pletórico lo demuestra la producción artística en solo dos meses de estancia: trescientas piezas, entre esbozos, dibujos, guaches, óleos y tallas firmadas como Pau de Gósol. Fernande protagoniza la mayoría de las obras… hasta que el pintor conoce a una mujer del lugar, Herminia. Los tonos de las casas animan a seguir nuevos caminos cromáticos: colores ocre y azul de Gósol. La pareja se hospedó en la fonda del pueblo, Cal Tampanada, que regenta Josep Fondevila: Picasso lo retrata. Cal Tampanada se conserva, aunque lleva dos décadas cerrado: «Necesita una restauración considerable, sobre todo el edificio viejo -la casa original- deshabitado desde que cerró la fonda hace cuarenta años. Podría acoger un gran Centro Picasso», propone el autor de 'Pau de Gósol'.
Candidatas
Las mujeres de Gósol que inspiraron el dibujo 'Paysannes d'Andorra' llevaron a Rubio a rastrear sus identidades para saber quien pudo ser Herminia. «Con la ayuda de especialistas y vecinos busqué en los registros las mujeres de Gósol en 1906. Y gracias a las familias, pude encontrar las fotos de algunas de ellas. Tengo varias candidatas posibles para ser Herminia».
La importancia de llamarse Herminia conecta con la pulsión erótica de Picasso en 'Tres desnudos' y 'El harem', simientes de 'Les demoiselles d'Avignon', que pinta en 1907. El harén doméstico deviene en burdel de la barcelonesa calle de Avinyó. Titularlo 'El burdel de la calle Avinyó' sonaba procaz y André Salmon propone 'Las señoritas de la calle Avinyó', que pasará a la historia del arte como 'Las señoritas de Avignon'. De las mujeres de Gósol y las payesas de Andorra, con Fernande y Herminia de protagonistas, a las 'señoritas' de Avinyó. El autor de 'Pau de Gósol' describe así la evolución: «Mujeres que Picasso deformó, distorsionó o esquematizó intencionalmente, hasta convertirlas en figuras geométricas. Mujeres desnudas, superpuestas, repetidas».
Picasso se obsesiona con Herminia hasta retratarla diecisiete veces, cada vez más estilizada como puede verse en 'La mujer de los panes', que alberga el Philadelphia Museum. No hace falta ir tan lejos para contemplarla: una réplica escultórica preside la plaza de Gósol, a pocos metros de Cal Tampanada. El rostro de aquella mujer fue para el artista «un lienzo en blanco para poner en práctica los nuevos procesos para el retrato que halló en el Pirineo», comenta Rubio. La musa desaparecerá de la producción posterior a Gósol, mientras que Fernande mantendrá su protagonismo. El carácter clandestino de la relación con Hermínia puede explicarlo.
La estancia en Gósol cambió la mirada de Picasso, concluye Rubio: «La eliminación de planos, la pérdida de la perspectiva y la narración, los colores, el aspecto inacabado, la simplificación y la estilización de los rostros son solo el inicio de un camino». Llegó a aquellas montañas como pintor decimonónico y retornó a París con el germen del cubismo. En unos pocos días acabaría el retrato de Gertrude Stein reconvertida en una máscara del siglo XX.
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