Picasso cede al Greco la invención del cubismo
El Prado se suma al 50 aniversario de la muerte del artista malagueño con un cara a cara con el cretense
La última revolución del arte: el cubismo nació con El Greco

«¿Le gustaría tener más Picassos en el Prado?», le pregunta un periodista a Miguel Falomir, director del Prado. «¿Y a ti no te gustaría tenerlos en casa?», responde. El Prado no podía faltar en la conmemoración del 50 aniversario de su muerte. ... Advierte Javier Solana, presidente del Patronato del museo, que «sin el Prado, Picasso no sería lo que es». Ya se han inaugurado 22 de las 43 exposiciones del Año Picasso (nueve están abiertas actualmente). La vinculación del artista malagueño con el museo se remonta a sus años de estudiante en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, cuando solía saltarse las clases para ir al Prado a copiar a los grandes maestros. Entre ellos, Velázquez, pero siempre tuvo una obsesión especial por El Greco, para disgusto de su padre, que no entendía esa querencia por el cretense.
Años más tarde, en septiembre de 1936, el Gobierno de la República lo nombró director del Prado (cargo que nunca ocuparía), con un sueldo de 15.000 pesetas anuales. Cuando el 'Guernica' llegó a España [dejó escrito que solo lo hiciera cuando se establecieran las libertades democráticas en nuestro país] se expuso en el Casón del Buen Retiro, sede del museo, pero la división de las colecciones entre el Prado y el Reina Sofía se fijó justo en 1881, año del nacimiento de Picasso, con lo que sus obras pasaron al Reina Sofía. Sin embargo, sus trabajos han estado presentes en varias exposiciones en el Prado, como «Picasso: tradición y vanguardia», y hasta uno de sus lienzos forma parte de su colección permanente. En 2021 el Prado canonizaba a Picasso, situándolo entre El Greco y Velázquez con su 'Busto de mujer 43'.
Picasso se ha medido con todo y con todos: Giacometti, Julio González, Coco Chanel, los maestros antiguos, artistas contemporáneos... También con El Greco, quien consiguió lo que ninguna mujer en la vida de Picasso: fue la única pasión a la que se mantuvo fiel toda su vida. Y eso que fueron muchas sus pasiones. Una de ellas, la artista Françoise Gilot, con quien vivió diez años y fue madre de dos de sus hijos, Claude y Paloma, falleció hace unos días a los 101 años.
Picasso 'se apropió' del Greco (término tan cuestionado hoy en el arte contemporáneo) ya desde sus dibujos juveniles en el Prado. 'Yo El Greco', firmó uno de 1899. Toda una declaración de intenciones. En 1901, titula un célebre autorretrato: 'Yo, Picasso'. Y en una hoja de dibujos de su etapa académica escribe: «Greco, Velázquez. Inspiradme». En 1603, El Greco pinta un retrato de su hijo Jorge Manuel como pintor. En 1950 Picasso hace su propia versión de esta obra: 'Retrato de un pintor (después de El Greco)'.
El Greco tardó tres siglos en ser entendido. Su redescubrimiento en el siglo XIX no fue por parte de historiadores del Arte, sino de escritores, artistas y críticos: Velázquez, Manet, Degas, Cézanne, Gauguin, Toulouse-Lautrec, Rusiñol, Casas, Nonell, Regoyos, Zuloaga, Diego Rivera, Klee, Schiele, Kandinsky, Pollock, Gautier, Góngora, Galdós, Pío Baroja... Cossío publica su primera monografía, Zuloaga compra 'La visión de San Juan', Degas tenía dos Grecos y Velázquez tres en su estudio, hoy en el Prado. El crítico Gustave Coquiot fue el primero en vincular al Greco con la obra de Picasso, allá por 1914. Desde entonces se han visto las caras en exposiciones en París, Nueva York... Pero la mayoría de las veces se centraban en la huella del Greco en la época azul de Picasso, muy evidente. 'El entierro del Conde de Orgaz' influyó en 'El entierro de Casagemas'. En el periodo rosa es menos evidente.

Hace un año, el Kunstmuseum de Basilea inauguraba una gran exposición, comisariada por Carmen Giménez, cuya tesis era que la huella del Greco en Picasso fue más intensa y prolongada de lo que se creía. De hecho, se mantuvo toda su carrera. Un cara a cara de altura, a través de una treintena de parejas de obras, fruto de un ambicioso proyecto de investigación que nació hace unos años, abanderado por Francisco Calvo Serraller y Carmen Giménez. Tras la muerte del primero, lo continuó ella y se ha querido dedicar 'in memoriam' al crítico y exdirector del Prado. Una fotografía de Picasso y su primera esposa, la bailarina rusa Olga Khokhlova, visitando la casa del Greco en Toledo en agosto de 1934, abría aquella muestra.
También está presente en la que ahora inaugura el Prado, comisariada igualmente por Carmen Giménez, y patrocinada por la Fundación Amigos del Prado (hasta el 17 de septiembre). Es mucho más pequeña que aquélla (solo cuatro parejas de obras) y está centrada en la novedosa tesis de la exposición de Basilea: la influencia del Greco fue crucial en la génesis del cubismo, la mayor revolución artística del siglo XX. «El cubismo nace con El Greco», según Carmen Giménez, comisaria también de la muestra centrada en el Picasso escultor en el museo del artista en Málaga. Aunque no hay alusiones directas, ya advertía el propio Picasso que «el cubismo es de origen español. Yo inventé el cubismo. Deberíamos buscar la influencia española en Cézanne. Observe la influencia del Greco en él, un pintor veneciano, pero es un cubista en la construcción».
En la sala 9B del edificio Villanueva cuelgan cuatro espléndidos apóstoles pintados por El Greco en su época tardía (tres del museo del artista en Toledo, que atesora el 'Apostolado' de mayor calidad, pintado al final de su vida; y uno de colección particular), que se confrontan con otros tantos lienzos de Picasso de 1911-12, joyas de su cubismo analítico (el tema se descompone en fragmentos geométricos que van acumulándose hasta crear una imagen). Son los Picassos más codiciados: apenas aparecen en el mercado y cuando lo hacen rompen todos los récords. Los que cuelgan en la exposición proceden del Kunstmuseum y la Fundación Beyeler, ambos de Basilea; el Guggenheim de Nueva York y el Museo Thyssen.
«La similitud de los apóstoles del Greco con los retratos cubistas de Picasso es asombrosa», dice la comisaria. Comparten sorprendentes ecos compositivos: similitudes en la pose, reducción del espacio pictórico, fondos monocromos (marrones, grises y cremas), la fragmentación de las formas en planos irregulares de diferentes colores...
En 1955 confesó Picasso a su marchante Kahnweiler que admiraba especialmente los retratos de El Greco: «Lo que más me gusta de su obra son los retratos, todos esos señores con barba puntiaguda. Sus imágenes religiosas... todo eso es italiano, decorativo. ¡Pero los retratos!». Pese a que en los 50 y los 60 parece decantarse más por Velázquez que por El Greco (hace versiones de 'Las Meninas' ), en 1966 comenta Picasso a un periodista argentino: «¿Qué ven todos hoy en Velázquez? Prefiero mil veces más a El Greco. ¡Era realmente un pintor!».

Sigue muy presente en la última etapa de Picasso, cuando este vuelve la mirada a los clásicos, incluyéndose como uno más entre los más grandes. En el dorso del retrato de un mosquetero, pintado en Mougins el 28 de marzo de 1967, firma así: 'Domenico Theotocopulos van Rijn da Silva', en clara alusión al Greco, Rembrandt y Velázquez, su venerada 'santísima trinidad'. «El gran arte es atemporal, oscilante constantemente entre el pasado y el presente. Picasso entendió esto mejor que nadie en el siglo XX. Se consideraba a la altura de estos tres maestros», dice Carmen Giménez.
Más de tres siglos y medio los separan (El Greco nace en 1541 y muere en 1614; Picasso nace en 1881 y muere en 1973), pero son muchas las afinidades que la exposición saca a la luz: singularidad, pluralidad estilística, experimentación... Como quedó patente en la exposición 'El Greco y la pintura moderna', celebrada en el Prado en 2014, las vanguardias advierten en El Greco una modernidad que no tiene ningún otro artista: una expresión radical en la forma, el color y los temas; un lenguaje visual único; inventó una forma de pintura, desafió el canon clásico, puso énfasis en la verticalidad sobre la profundidad y en la perspectiva invertida, era muy poco convencional, pero, sobre todo, destaca Carmen Giménez su libertad: «Picasso vio en El Greco un acto de rebelión». Fueron rebeldes, revolucionarios y libres.
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